Publicado: noviembre 22, 2025, 7:00 pm
El mercado financiero europeo entra en esta década con una paradoja incómoda. Sobra ahorro, pero falta inversión capaz de impulsar la innovación y el crecimiento que exige la competencia global. Entre normativas que cambian de país en país, supervisores que no se hablan y mercados que avanzan por carriles distintos, el capital se queda a medio camino y la región pierde velocidad cuando más la necesita. La pregunta vuelve a la mesa: ¿puede Europa convertir su estabilidad financiera en un verdadero motor para su economía real? Europa atraviesa un punto de inflexión, apuntan desde la división de Equity Capital Markets de Bank of America en declaraciones a ABC. La entidad destaca la resiliencia de los beneficios corporativos y el nuevo impulso de la política industrial, aunque la región «mantiene una brecha profunda entre el ahorro y el capital productivo: buena parte del dinero sigue en depósitos y activos similares, con muy poco orientado a inversión real». Ese desequilibrio, advierten, «impide transformar la estabilidad financiera en competitividad e inversión sostenible». La integración de los mercados de capitales europeos tropieza, sobre todo, con barreras políticas. Esa es la advertencia que hace Laura Baselga, profesora de finanzas de Deusto Business School, al analizar por qué el proyecto avanza tan despacio. Muchos gobiernos, comenta, «siguen reacios a ceder competencias por temor a perder control sobre sus campeones nacionales y sobre la protección a los inversores locales». Baselga recuerda que el informe Draghi ya alertaba de una fragmentación que empuja a las empresas de mayor crecimiento a buscar financiación fuera de la Unión. El riesgo, advierte, es que Europa «termine quedándose atrás si no acepta una cesión real de soberanía». Mientras ese debate político continúa encallado, las propuestas técnicas ganan terreno entre quienes reclaman acelerar la integración. La conversación sobre cómo atraer más inversión transfronteriza no es nuevo, pero Mariano Lasarte, de KPMG España, considera que ahora exige decisiones más concretas. El socio del sector financiero de la firma plantea que Europa debe avanzar en varios frentes. Entre ellos sitúa los incentivos fiscales que Bruselas estudia para reforzar la inversión en activos y empresas europeas. También destaca la necesidad de un marco común de titulización. A esa agenda suma el Régimen 28, pensado para ofrecer a compañías presentes en varios países un marco legal único y opcional. Con este conjunto de medidas, afirma, «emprendedores e inversores ganarían un acceso más directo a financiación». A diferencia de Europa, donde el crédito bancario sigue sosteniendo buena parte de la financiación empresarial, Estados Unidos opera con mercados profundos y unificados que favorecen el capital no bancario. «Esa comparación ayuda a calibrar el potencial de una unión de mercados plenamente operativa en la Unión Europea», explica Ricardo Zion, profesor de finanzas de EAE Business School. «Una integración más completa permitiría que empresas jóvenes accedieran a capital sin depender tanto del balance bancario», dice. Con plataformas armonizadas, añade Zion, «esas compañías podrían debutar antes en el mercado y crecer en un entorno más competitivo». Ese desarrollo solo será posible si quienes gestionan grandes volúmenes de ahorro encuentran un marco más integrado. Los cambios que menciona Zion requieren ampliar la oferta de capital, y ahí el papel de los grandes inversores institucionales resulta determinante. Su capacidad para movilizar ahorro hacia proyectos de expansión puede activar un mercado menos dependiente del crédito. Daniel Fuster, responsable de banca de NTT DATA, detalla los obstáculos que hoy frenan ese proceso: la coexistencia de plazas bursátiles con reglas distintas, sistemas de gobernanza poco compatibles y marcos fiscales que siguen favoreciendo la deuda frente al capital. «Un entorno más armonizado permitiría ampliar la financiación alternativa y reforzar el dinamismo empresarial», dice Fuster. Los avances regulatorios de los últimos años buscan facilitar que más empresas accedan a los mercados de capitales, aunque el proceso sigue lejos de completarse. Esa lectura la hace Gonzalo Navarro, director regulatorio financiero de Ontier, al repasar los últimos movimientos en Bruselas. Recuerda la aprobación de la Listing Act, que simplifica los requisitos de salida a Bolsa, y la creación de BME Easy Access. Sin embargo, «persisten obstáculos estructurales, desde la fragmentación de supervisores hasta la multiplicidad de infraestructuras». En este contexto, la ESMA podría asumir un papel más directo, señala Navarro. Esa fragmentación operativa que describen los reguladores se amplifica cuando se observa el proyecto en su conjunto. La Unión de los Mercados de Capitales ha avanzado en la última década, pero su desarrollo aún está lejos del objetivo inicial. En ese sentido, Javier Hombría, profesor del máster en bolsa y mercados financieros del IEB, recuerda que «gran parte de las reformas previstas desde 2015 fueron aprobadas». «Con todo, la falta de armonización fiscal, en insolvencias y en supervisión impide un mercado comparable al estadounidense», apunta. Esa brecha limita la capacidad de Europa para movilizar su ahorro, concluye Hombría. En buena medida, el bloqueo europeo tiene que ver con la falta de escala, dice José María Abad, profesor de Economía de Comillas ICADE, que recuerda «cómo el elevado número de pymes impide generar la masa crítica necesaria para crear mercados líquidos y recurrentes». A ello se suma la diversidad regulatoria, mientras que «las titulizaciones solo ofrecen una solución parcial», indica. El resultado es «un sector bancario sobredimensionado y una menor diversificación de las fuentes de financiación». Esa limitación de tamaño, sostiene Abad, termina restando competitividad a las empresas. Por su parte, Francisco Joaquín Cortés, profesor del máster en Finanzas de la UAX, considera que, desde una perspectiva macroeconómica, «la integración del mercado europeo abriría la puerta a una financiación más barata y diversificada para el conjunto de la economía». Ello permitiría que las empresas más innovadoras accedieran con mayor facilidad al capital riesgo y a instrumentos alternativos, explica Cortés. Ese impulso, añade, contribuiría a fortalecer un ecosistema tecnológico capaz de aprovechar plenamente el avance de la inteligencia artificial. La necesidad de mayor escala se aprecia con nitidez en el ecosistema emprendedor. Nacho Mateo, CEO de South Summit, advierte de que «la fragmentación regulatoria y las barreras transfronterizas siguen dificultando que las scaleups europeas accedan a rondas grandes y rápidas, cruciales para proyectos tecnológicos de alto riesgo». Esa falta de escala explica que «muchas startups —incluidas las españolas— sigan mirando a Estados Unidos para consolidar su crecimiento», señala Mateo. Según el Mapa del Emprendimiento 2025, elaborado junto a IE University, el mercado estadounidense se ha convertido ya en el destino prioritario de las firmas europeas que buscan escalar internacionalmente. El coste de no avanzar hacia una verdadera unión de los mercados de capitales empieza a hacerse visible. Baselga, de Deusto Business School, advierte que «la fragmentación empuja a numerosas empresas a buscar financiación fuera de la Unión, lo que mantiene a Europa rezagada en número de compañías cotizadas, liquidez y capacidad para absorber shocks». También alerta de que, sin una escala mayor, será difícil orientar el ahorro hacia la transición verde y digital, pilares de la nueva estrategia europea de inversión. Por eso insiste en que «la integración ya no es una aspiración, sino una urgencia». Zion, de EAE Business School, subraya que el estancamiento también deja huella en la innovación. La fragmentación encarece la financiación tecnológica y facilita que múltiples scaleups europeas acaben en manos de multinacionales estadounidenses, con la consiguiente fuga de talento y propiedad intelectual. Añade que «la ausencia de fondos paneuropeos capaces de sostener grandes rondas amplía la distancia con Estados Unidos, cuyo mercado integrado financia con rapidez proyectos de alto riesgo.» Con un ecosistema más profundo y homogéneo, defiende, Europa «podría retener a sus compañías más disruptivas y competir con verdadera escala global».
