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¿Qué es peor, el maltrato físico o el emocional? Una psicóloga nos da su opinión

Publicado: noviembre 22, 2025, 1:00 pm

La violencia y el maltrato a los demás siempre es un hecho reprobable, aunque en muchas ocasiones existe el debate sobre si uno es peor que el otro, si es menos traumático el físico que el emocional, o viceversa. Aunque se trata de un tema de psicología más que controvertido, hemos querido entrevistar a una profesional de la salud mental para que nos explique cuál es su experiencia en consulta al respecto.

Pero es que, además, Raquel López Pavón, psicóloga que acaba de publicar un libro en el que cuenta su tremenda historia personal durante la infancia (‘No es un monstruo’, editorial Kitaeru), y que publicó anteriormente una ‘Guía de gestión emocional’, tiene su propia experiencia en el punto de mira, puesto que su padre ejercía sobre ella un maltrato y una manipulación que generó en ella un trauma complejo.

«Ambas violencias generan el mismo impacto, pero la emocional es más difícil de reconocer»

Aunque de ninguna manera es bueno generalizar, y menos aún en temas tan espinosos como el de la violencia o el maltrato físico y emocional, la psicóloga comienza exponiendo que «curiosamente, los estudios muestran que tanto la violencia física como la emocional generan el mismo impacto, y me parece un tema fascinante desde el punto de vista profesional»

Y añade: «Como seres humanos, intentamos encontrar sentido a lo que nos sucede, y poner una especie de vara de medir a todo, cuantificarlo. A priori, y en general, podríamos dar por hecho que la violencia física siempre va a ser peor porque es más explícita, más visual… Sin embargo, no es así. He tenido pacientes que han atravesado toda clase de abusos y contra todo pronóstico, lo que está en el núcleo de su trauma, eso que reviven más intensamente, es una mirada de desprecio«.

Continuando con este argumento, López Pavón habla de la huella que puede dejar en una persona maltratada «una risa burlona, o la sensación de llorar solos en su habitación porque no hay nadie ahí para ellos. Incluso, algunos pacientes (y esto tiene que ver también con mi vivencia personal) me han comentado que llevan mejor la parte física, porque pueden localizarla fácilmente, entienden lo mal que estaba, mientras que el abuso emocional les ha generado mucha más confusión, se ha mezclado con su identidad y les sigue costando reconocerlo, despejar las dudas sobre si están exagerando, si lo entendieron mal».

La complejidad de identificar la violencia emocional

Aunque, como expresa la psicóloga, ambas violencias (física y emocional) generan un impacto similar, «puede resultar mucho más complicado reconocer el maltrato emocional, especialmente si se da en perfiles más narcisistas, con grandes dosis de manipulación y luz de gas. No olvidemos que la violencia emocional, también conocida como abuso emocional o psicológico se produce cuando se utilizan herramientas coercitivas para dañar o manipular al otro.».

Este tipo de violencia, según la experta, «se puede dar en todos los contextos, familiar, pareja, pero también amigos o incluso en el ámbito laboral. Aún así, lo más díficl es cuando hay una relación con alguien significativo que ejerce esta violencia. Otro de los grandes problemas para identificarla es que existen infinidad de maneras de aplicar este maltrato».

Insultos, humillaciones, manipulación, luz de gas, aislar a la persona de su entorno, descalificarla, ignorarla (muy importante porque no se habla del dolor y confusión de que una persona te ignore o aplique la ley de hielo) burlarse de ella, subordinarla o someterla para conseguir un beneficio… son las formas más habituales. «También entrarían aquí el acoso laboral, exponer a un menor a que vea violencia doméstica y, muy importante, la negligencia. No debemos olvidar que negarle a un niño sus necesidades básicas de cariño, seguridad, atención médica, física y emocional, es también violencia emocional».

«Casi el 80% de los casos de violencia emocional en niños la perpetran sus padres»

Según un estudio nacional llevado a cabo en Estados Unidos en el año 2005-2006, en el 76% de los casos de violencia emocional en niños los perpetradores eran sus padres. «Cuando somos niños, siendo sinceros, no tenemos la capacidad ni las habilidades para defendernos. La forma en la que los niños se defienden pasa por renunciar a sí mismos y a su esencia y seguridad, con tal de intentar permanecer en ese vínculo, porque no pueden renunciar a él», dice Pavón.

«Los profesionales vemos niños que disocian y hacen vida aparentemente ‘normal’ en el colegio, aunque en casa sufren vejaciones e insultos; vemos también niños que se vuelven extremadamente sumisos con tal de ‘ser buenos’ y que no les regañen; que se vuelven cuidadores de sus padres, etc. Los niños harán lo que sea con tal de sobrevivir emocionalmente, porque no pueden irse, tampoco pueden defenderse, así que sólo les queda la respuesta de bloqueo, disociación y/o sumisión (conocida como respuesta de Fawn o complacencia)».

Sin embargo, el caso del maltrato adulto es diferente: «Cuando hemos sufrido violencia pero no hemos trabajado la herida nos va a costar identificar lo que pasa, porque tendremos normalizadas muchas actitudes que no son normales. Por ejemplo, personas adultas que se siguen ‘haciendo bolita’ cuando alguien les falta al respeto, que sonríen y fingen que nos les afecta, o que se bloquean. Se destruye y presiona tanto a la víctima que se la deja sin recursos, y acaba tolerando lo que jamás toleraría en circunstancias normales».

Estos son los pasos a seguir para salir del bloqueo emocional

Lo ideal, «por supuesto, es acudir a terapia», recomienda la psicóloga. «Por una parte, si hemos vivido estas experiencias negativas de violencia, es imprescindible poder reprocesarlas y recalibrar nuestro sistema de seguridad para que nos señale cuando algo está ocurriendo. si lo conseguimos, podremos entrenar las respuestas que vamos a poner en marcha, y aprender a poner límites«.

Hay que intentar por todos los medios «no aislarse, mantener contacto con otras personas de fuera del contexto en el que se sufre esa violencia y hablarles de lo que pasa. Tener una persona de fuera que nos dice que eso que ocurre no es normal puede ser la salvación y evitar que pensemos que estamos exagerando. Es un tema complicado porque incluso hoy se sigue normalizando eso, desde parejas en las que uno insulta al otro cuando se enfada, a jefes que vejan a sus empleados cuando se equivocan».

«Cuanto más trabajemos la conexión emocional, más protegidos estaremos, y eso nos dará fuerzas para tomar las medidas necesarias para salir de ahí. No hay una forma fácil de afrontarlo, en muchos casos la única alternativa sería irse de ese contexto pero sabemos que no siempre es posible… De ahí la importancia de mantenerse conectado con los otros y con nosotros mismos, de tener un diálogo interno compasivo y de buscar ayuda siempre que sea posible», concluye Raquel López Pavón.

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