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La casa de Los Javis, una preocupación nacional

Publicado: noviembre 19, 2025, 2:30 am

Incluso los que predican “¡pero a quién le importa la separación de Javier Calvo y Javier Ambrossi!” dedican un valioso tiempo de su vida a cuestionar la relevancia noticiosa de la separación de Javier Calvo y Javier Ambrossi. Su propia irritación está dando la razón al interés social por la pareja.

También a la academia de OT han llegado las murmuraciones de la ruptura. “Los Javis han roto”, comenta Tinho. “Con la casa tan chula que tenían…”, contesta Crespo. Sin percatarse, está representando a un país que no está hablando de cómo lo estarán pasando después de tantos años juntos. Ni siquiera de cómo girará su trayectoria profesional tras repartir sentimientos y amigos. La sociedad está especialmente preocupada por su residencia. Ellos mismos la enseñaron, la casa: con su librería que necesita una grúa para alcanzar los libros, con su cocina escondida detrás de la cocina, con su product placement de Porcelanosa que no parecía product placement de Porcelanosa.

La vivienda que soñaron para que siempre fuera vacaciones. Y, a falta de María Jesús y su acordeón, en la piscina de su jardín han actuado Sonia y Selena, ha dado las campanadas Anne Igartiburu y ha cantado Mónica Naranjo. La esperanza apoteósica de Sobreviviré es infalible en cualquier celebración. Menos en un funeral.

Solo ha pasado un año desde que Calvo y Ambrossi mostraron al mundo la felicidad materializada en ladrillo en la revista AD y ya no están juntos. Los Javis han verificado que la ilusión de los veranos va estrechamente unida a su fecha de caducidad. A menudo, acaban justo cuando empiezas a disfrutarlos. Ahí tal vez está el quid de la cuestión: la memoria se regodea en los «echar de menos», jamás mitifica el instantáneo presente.

Nos identificamos con los corazones rotos. A todos nos han dejado. Aunque, esta vez, nos ha podido todavía más un chalet en una parcela a las afueras de Madrid. Un chalet decorado para el triunfo, la fiesta, la gloria. Y, ahora, un chalet que también representa algo más real: las aspiraciones compartidas que cuesta tanto construir y cuando las alcanzas la vida se encarga de colocarlas en otro sitio distinto a cómo fantaseaste.

Nunca tendremos la casa de Los Javis, pero nos une a ellos la fugacidad de hasta lo que transmite ser más consistente. Como la columna circular de piedra que sostiene su salón. Así no nos queda otra que ir aprendiendo que lo normal es perder en una sociedad que nos educó para ganar. Ganar sin tregua. O que lo parezca (ya tienen «nueva ilusión», especulan los medios porque un duelo o un rato contigo mismo no es una opción), pues nos han metido en la cabeza que el show de aparentar «éxito» siempre debe continuar. A veces, incluso pasando por encima de la capacidad de pararnos a habitar las emociones auténticas, que son nuestro gran valor y que convierten en calderilla el casoplón que intentó un verano perpetuo.

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