Publicado: noviembre 18, 2025, 9:00 am
Ni siquiera Maquiavelo llegó a idear un plan tan enrevesado para hacerse con el poder: una reina extranjera llega de incógnito a palacio, se hace pasar por un súbdito más, suministra a la auténtica reina una poción que hace que los cortesanos se pongan en su contra y la asesinen, y después usurpa el trono. Una trama, desde luego, digna de la serie ‘Juego de Tronos’, o del mejor cine de espionaje y conspiraciones. Sin embargo, eso es exactamente lo que un equipo de científicos, liderados por Keizo Takasuka, de la Universidad de Kyushu, en Japón, acaba de observar, y documentar en vídeo, en una de las sociedades más complejas y aún no del todo comprendidas del reino animal: la de las hormigas. En un artículo recién publicado en ‘Current Biology’, en efecto, Takasuka y sus colegas observan paso a paso cómo una hormiga reina , de una especie parásita invasora, se cuela en un nido ajeno y ‘engaña’ a las hormigas obreras para que maten a su reina madre. Para ello, la ‘infiltrada’ se hace pasar por un miembro de la colonia, localiza a la reina anfitriona y la rocía repetidamente con un líquido que hace que sus propias hijas se vuelvan contra ella y la maten. Después de lo cual usurpa tranquilamente el trono y hace que todos la sirvan como nueva reina regente. «Al principio -dice Takasuka- quería que el título de este estudio ejemplificara una fábula en la que engañan a una hija para que mate a su madre. Le pregunté a CHAT GPT si este tipo de matricidio aparece en alguna historia ficticia, pero me dijo que no. Así que este es un ejemplo de cómo la naturaleza puede ir más allá de cualquier ficción». El matricidio, un comportamiento en el que los descendientes matan o se comen a su propia madre, es un fenómeno que muy rara vez se ve en la naturaleza. Sin embargo, y a pesar de que a primera vista algo así no parece beneficiar a nadie, en realidad sí que puede ofrecer ciertas ventajas. Tanto a las crías, que pueden alimentarse del cadáver, como a la propia madre muerta, que consigue el ‘beneficio póstumo’ de una mayor supervivencia de su descendencia. «Hasta ahora -explica Takasuka- , sólo se habían registrado dos tipos de matricidio en los que la madre o la descendencia resultaban beneficiados. Pero en este nuevo matricidio del que informamos, ninguno de los dos obtiene ventaja alguna, sólo la tercera parte, el parásito». El rebuscado comportamiento descrito arriba fue observado en dos especies, Lasius orientalis y umbratus, comúnmente conocidas como ‘hormigas de mal olor’. En ambos casos se trata de ‘parásitos sociales’ que ejecutan operaciones encubiertas para infiltrarse y eventualmente apoderarse de la colonia de sus desprevenidas reinas anfitrionas, que suelen ser de las especies Lasius flavus y japonicus, respectivamente. Para conseguirlo, la reina parásita aprovecha el hecho de que las hormigas dependen del olfato para identificar a amigos y enemigos, y engaña a las desprevenidas obreras haciéndoles creer que forma parte de la familia. «Las hormigas -prosigue Takasuka- viven en el mundo de los olores. Antes de infiltrarse en el nido, la reina parásita adquiere sigilosamente el olor de la colonia en su cuerpo a través de los trabajadores que caminan afuera para que no la reconozcan como el enemigo». En realidad, las especies de hormigas que invaden colonias de otras utilizando el olor como cobertura no es un fenómeno nuevo. Existen, de hecho, muchos ejemplos de parasitismo social de hormigas en los que, después de entrar en una colonia, una reina parásita mata directamente a la reina de la colonia y ‘convence’ a las obreras de que la sirvan a ella. Incluso ha habido informes anteriores de obreras que mataron a su madre en respuesta a la presencia de un parásito social, pero sólo ahora han podido observarse las acciones concretas que causan este comportamiento matricida. Una vez que las obreras de la colonia aceptan a estas hormigas de ‘mal olor’ y la invasora localiza a la reina, la rocía con una sustancia química maloliente que los investigadores suponen que es ácido fórmico, una sustancia química exclusiva de algunas hormigas y que se almacena en un órgano especializado. «Creemos -explica Takasuka- que las hormigas parásitas explotan esa capacidad de reconocer olores rociando ácido fórmico para disfrazar el olor normal de la reina con otro repugnante. Y esto hace que las hijas, que normalmente protegían a su reina madre, la ataquen como enemiga». Justo después, como si estuviera huyendo de la escena del crimen, la reina parásita se retira de inmediato, aunque sólo temporalmente. «Ella sabe -aclara el investigador- que el olor del ácido fórmico es muy peligroso, y que si los trabajadores anfitriones lo perciben en ella, la atacarán inmediatamente también». Por eso, la invasora se irá y regresará periódicamente, y rociará a la reina madre varias veces hasta que las obreras la hayan matado y eliminado. Luego, una vez recuperada la calma, la reina parásita regresará de forma definitiva y empezará a poner sus propios huevos. Recién aceptada en la colonia y sin otra reina con quien competir, las obreras ‘matricidas’ empezarán a cuidar de ella y de su descendencia. Ahora que este tipo de comportamiento ha sido capturado en video, el siguiente paso de Takasuka y su equipo será el de explorar hasta dónde se extiende esta forma única de matricidio, y si se puede encontrar en otros insectos además de en las hormigas. «Solo las hormigas de la subfamilia Formicinae -concluye el científico- usan ácido fórmico para provocar respuestas violentas, pero no descarto la posibilidad de que las hormigas sin ácido fórmico y las avispas sociales cometan matricidio de manera similar».
