Publicado: noviembre 18, 2025, 7:00 am
Antes de la crisis de las hipotecas subprime, pocos apostaban por una crisis sistémica del sistema bancario y prácticamente nadie habría anticipado la quiebra de Lehman Brothers, ocurrida en septiembre de 2008, tras más de 150 años desde su fundación en 1850. La salida masiva de clientes tras la devaluación de sus activos y la apuesta en Credit Default Swaps (CDO’s), que fungían como seguros de alto riesgo para hipotecas de baja calidad, fungieron como causas de su quiebra.
Pocos también habrían previsto la desaparición, en 1995, de uno de los bancos más longevos y emblemáticos de Inglaterra, el Banco Barings, causada por una pésima gestión de riesgos ante acciones especulativas de un solo empleado: Nick Leeson.
Otro caso icónico y reciente es la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) en marzo de 2023, debido a una alta concentración de clientes y una fuerte exposición en bonos del Tesoro de largo plazo. A pesar de ser consideradas inversiones de bajo riesgo, cuando la FED aumentó las tasas de interés para atacar la inflación, los bonos cayeron y perdieron su valor, arrastrando consigo al SVB.
En los últimos diez años hemos experimentado un crecimiento muy rápido de instituciones no bancarias, fintechs, neobancos, bancos digitales y dos grandes innovaciones como son la Inteligencia Artificial (IA) y las Finanzas Descentralizadas (FD). En diversos casos, las características comunes son el uso de la tecnología blockchain y las criptomonedas, principalmente Bitcoin y Ethereum, junto con otras altcoins que cobran fuerza, como XRP, Cardano, Solana, etc. En casos como XRP, las altcoins están asociadas a empresas específicas como Ripple. Estas monedas son circuitos alternativos a los sistemas tradicionales de transacción.
Si bien aún estamos lejos de que las criptomonedas sustituyan por completo al dinero fiduciario, es decir, peso, dólar, euro, sobre todo en sus cualidades de medio de pago —dado que no son aceptadas en la mayoría de los comercios— y unidad de cuenta —porque prácticamente ningún bien o servicio puede ser medido en criptos—, sí cumplen, sobre todo BTC y Ethereum, la función de reserva de valor.
Más allá de las fuertes fluctuaciones en el tiempo, la tendencia en el crecimiento de su valor ha sido al alza. Tomemos por caso el BTC: en 2018 cayó 76%, hasta los 3,300 USD; en 2020 cayó de 10,000 a 5,000 USD (50%); en 2024 cayó de 64,000 a 53,000 (17%). En todos los casos rebotó hasta más de 126 mil dólares el 6 de octubre de 2025. Por ello, las caídas recientes —que son del orden de 25%, para dejarlo hoy en 94 mil USD— son ruido en el camino, de ahí que se señale que el Bitcoin no premia la avaricia, premia la paciencia. Para aquellos que invierten y no se dedican de manera profesional al trading, existe una regla conocida como Dollar Cost Averaging (promedio del costo en dólares o DCA), la cual propone invertir, en un activo cuyo valor crece en el tiempo, una cantidad fija de forma regular, por ejemplo, 200 MXN cada semana, sin importar las fluctuaciones temporales.
En un plano macro, distintos gobiernos adoptan ya el BTC como reserva estratégica: Estados Unidos tiene más de 200,000 BTC; China, 194,000; Reino Unido, 61,000; incluso Ucrania tiene 46,000 y El Salvador, 6,002. La Genius Act, que fue expedida apenas en julio pasado y establece los cimientos para una regulación de stablecoins usando el dólar como respaldo, y la Clarity Act, que busca una convergencia entre la SEC y la Comisión de Futuros de EUA (CFTC) para regular el mercado de las criptos, delinean hacia dónde está yendo el mercado financiero y monetario.
Si, como vaticina Michael Saylor, CEO de MicroStrategy —que cuenta con 641 mil BTC—, éste llegara a valer en 2045, 13 millones de USD, estaríamos frente a una verdadera transferencia de valor, proceso del que aquellas instituciones que no lo entiendan y actúen a tiempo quedarán fuera. Por esto, cada vez más instituciones financieras establecen fondos de inversión (ETF) de criptomonedas. Los casos más emblemáticos son BlackRock (que posee ya un total de 797 mil BTC) o Fidelity, que pasaron de críticos a inversores en BTC y Ethereum.
En este escenario, ya es factible, técnicamente, que los gobiernos adopten monedas digitales que permitan al público depositar sus fondos directamente en un banco central. En cuyo caso, como lo estableció la revista The Economist desde 2021, la pregunta inquietante es si los bancos podrán sobrevivir a esta transición monetaria que tenemos enfrente o, como en la historia clásica de Allan Poe, La carta robada, es una transición tan evidente que nadie la ve.
* El autor es titular del posgrado en Microfinanzas de la UNAM
