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¿Por qué no debe tener Irán la bomba nuclear?

Publicado: noviembre 18, 2025, 1:30 am

Uno de los pocos terrenos en los que Donald Trump y Mohamed bin Salman se sentirán a gusto hablando –durante la visita a Washington del líder saudí– es el de la necesidad de forzar a Irán a que congele, o más bien renuncie, a su programa nuclear . Tanto Estados Unidos como Arabia Saudí consideran que, si el régimen persa corona su proyecto y logra la bomba atómica, los intereses de ambos sufrirán un revés de dimensiones insospechadas. Más allá de la preocupación de Washington por el equilibrio regional, y el de Riad por preservar su protagonismo político y religioso en el mundo árabe, hay otro personaje clave en la escena: Israel. Si el régimen clerical iraní obtiene el arma nuclear, el Estado hebreo sabrá que tiene ante sí un enemigo imponente, después de haber ganado en su corta historia tres guerras convencionales contra el mundo árabe. El régimen persa dirigido desde hace más de cuatro décadas por los ayatolás es el único en el mundo que, oficialmente, preconiza que Israel debe ser borrado literalmente del mapa. Que el uso del arma nuclear iraní signifique la eliminación de decenas de miles de palestinos que viven mezclados con la población hebrea no es un problema teórico para el islamismo. La ‘yihad’ o ‘guerra santa’ asume y acepta que puedan provocarse ‘efectos colaterales’ con víctimas musulmanas inocentes. El islam político defiende el axioma de que ‘Alá sabe más’, y su corolario de que quienes mueren en el combate contra los infieles van al paraíso como mártires. El lenguaje del islamismo irredento adopta, cuando se refiere a la necesidad de acabar con el enemigo sionista, un vocabulario prestado de los folletines antisemitas del Tercer Reich. Esa es la música de los discursos apocalípticos contra Israel del Líder Supremo de Irán, el ayatolá Jamenei , por más que la diplomacia del Gobierno amague de vez en cuando con planteamientos pragmáticos, e insista en los foros diplomáticos en que el régimen persa solo busca la energía nuclear para usos civiles y pacíficos. Una versión islamista de la táctica del ‘poli bueno y poli malo’, que solo parece convencer a los partidos de la izquierda europea, partidarios de una política de acercamiento al régimen de Irán. Los rumores de que americanos e iraníes van a sentarse a negociar una congelación del programa nuclear no son ciertos. Lo dijo el pasado domingo con claridad el ministro de Exteriores persa, según informa Reuters. En una rueda de prensa celebrada en Teherán, Abbas Araqchi dijo que «Estados Unidos no puede pretender obtener en una mesa de negociaciones lo que no consiguió en la guerra». Irán se está curando aún de las heridas de los ataques aéreos de Israel y de Washington del pasado mes de junio, que -como se ha sabido mucho después- no lograron destruir las instalaciones nucleares principales, por lo que el programa de enriquecimiento del uranio sigue su curso. Fueron doce días de bombardeos, que el ministro iraní de Exteriores no duda en calificar de «guerra» aunque no hubiese respuesta por parte de Teherán. Por otro lado, las sanciones internacionales contra el régimen chií persa hacen daño, pero no son suficientes mientras China siga comprando casi el 90% del petróleo que exporta Irán. Rusia es, además, el principal socio estratégico de Teherán. El régimen de Vladímir Putin , que también sufre sanciones occidentales por la guerra en Ucrania, contribuye activamente en el desarrollo de las plantas de petróleo y gas iraní. La dictadura teocrática iraní tiene otro aliciente reciente para no renunciar a su objetivo nuclear. Ha perdido a sus principales peones en Oriente Próximo para hacer la guerra a Israel, tras la caída del régimen prochií de Siria –encarnado en la dictadura de los Assad–, y las derrotas de Hizbolá en el Líbano y de Hamás en Gaza. Mientras el movimiento político-militar chií libanés no se rehaga, Irán cuenta solo con el arma atómica para asustar a Arabia Saudí y a Israel.

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