Publicado: noviembre 16, 2025, 6:30 am
En la historia de Apple hay ideas que cambiaron el mundo y otras que, simplemente, no funcionaron como se esperaba. La App Store del iPhone pertenece a las primeras: una revolución que no solo redefinió el teléfono, sino que creó de la nada industrias millonarias y cientos de miles de puestos de trabajo. Apple vio el filón y, solo un año después de su debut en el iPhone, Steve Jobs decidió replicar la fórmula en el Mac. Si había funcionado en el iPhone, tenía que funcionar en el ordenador. Pero no siempre todo es así de sencillo.
La promesa de un Mac tan fácil como un iPhone
La Mac App Store, presentada en octubre de 2010 y lanzada en enero de 2011, nació para resolver un problema histórico de la informática personal. Hasta entonces, instalar un programa era un proceso que, aunque sencillo para los veteranos, suponía una barrera para muchos: había que encontrar un archivo descargable, seguir pasos de instalación y, a menudo, enfrentarse al miedo de no saber qué se estaba metiendo en el sistema.
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La solución de Jobs era traer lo mismo del iPhone al Mac: un único escaparate, con software verificado por Apple, donde todo se instalaba y desinstalaba con un solo clic. Se acababa el caos de los instaladores y el tener que arrastrar iconos a la carpeta de Aplicaciones, un método que sobrevive en pleno 2025.
Quince años de un Mac dividido
Hoy, la visión de Jobs se ha quedado a medio gas. Para descargar herramientas tan esenciales como Google Chrome o programas profesionales como Photoshop, los usuarios tenemos que seguir acudiendo a la web del desarrollador. Esto ha creado una extraña dualidad: un sistema operativo con dos métodos de instalación que conviven de forma paralela, generando una confusión que choca con la simplicidad a la que se asocia Apple. El usuario medio se pregunta por qué no existe una app de YouTube o por qué debe salir de la tienda para encontrar el software más popular.

La razón de este divorcio entre la visión y la realidad está en el otro lado de la ecuación: los desarrolladores. Para ellos, las reglas de la Mac App Store como una comisión de hasta el 30%, el sandboxing que limita funciones y las revisiones nunca compensaron los beneficios. Les resulta más rentable y ágil mantener el control total sobre su distribución. Ni siquiera la llegada de Apple Silicon, que permitía portar apps de iOS al Mac casi sin esfuerzo, cambió la tendencia. Apple puso las herramientas, pero los desarrolladores no las usaron.

Dos mundos, una contradicción
Mientras en el Mac el modelo cerrado de la App Store no ha logrado imponerse, en el iPhone está ocurriendo justo lo contrario. Forzada por la legislación europea, Apple ha tenido que permitir tiendas de aplicaciones alternativas, replicando la libertad que siempre tuvo el Mac. El resultado ha sido casi nulo. La inmensa mayoría de usuarios de iPhone ignora estas alternativas y prefiere la comodidad y seguridad de la App Store oficial.
Lo que es un éxito arrollador en el iPhone es un modelo secundario en el Mac. Y la libertad que define al Mac no ha cuajado en el iPhone. Este cruce de caminos define la situación actual de ambos ecosistemas. El terreno de los videojuegos es, quizás, el ejemplo más claro de esta falta de unificación en el Mac.

Uno de los tres métodos de instalación de aplicaciones y programas en Mac
Apple ha hecho esfuerzos por traer títulos exclusivos a la Mac App Store, intentando convertirla en un destino para los jugadores. Sin embargo, estos intentos chocan de frente con gigantes como Steam, que ya tienen sus propias plataformas. El resultado es un paisaje fragmentado donde el jugador de Mac tiene que buscar en varios sitios.
Lo mismo ocurre con el software profesional. El peaje de la comisión que impone Apple sigue siendo una línea roja para muchas grandes empresas. Adobe, el socio histórico del Mac en el mundo creativo, es la prueba más evidente. Sus aplicaciones estrella no están en la Mac App Store porque el modelo de suscripción de la Creative Cloud no encaja con ceder un porcentaje a Apple.

Adobe tiene tan solo tres apps en la Mac App Store
Entonces, ¿qué podría hacer Apple para revertir la situación? La opción drástica sería cerrar por completo el ecosistema del Mac, al estilo del iPhone, forzando a todos los desarrolladores a pasar por su tienda. Pero eso supondría un ataque directo a su base de usuarios más leal: los profesionales. Aquellos que, precisamente, agradecen esa libertad de instalación para usar herramientas específicas que nunca tendrían cabida en un entorno tan restrictivo. Sería, en esencia, matar la propia identidad del Mac.
Y aquí reside la conclusión final: quizás el estado actual del Mac, con su dualidad y su aparente desorden, no es un problema a solucionar, sino su mayor fortaleza. El Mac ha sobrevivido y prosperado precisamente por ser un ordenador, no un iPhone gigante.
Todos podemos coincidir en que la Mac App Store no llegó tan lejos como a Steve Jobs le hubiese gustado, pero, por otro lado, mantener la instalación de aplicaciones fuera es, quizás, lo que ha salvado la identidad del Mac, diferenciándolo del iPad y, curiosamente, lo que ha salvado al propio Mac.
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La noticia
Apple intentó replicar en el Mac una idea millonaria del iPhone. 15 años después, el resultado demuestra que un mismo plan no funciona en dos mundos distintos
fue publicada originalmente en
Applesfera
por
Guille Lomener
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