Publicado: noviembre 11, 2025, 12:00 am
«Tres, dos, uno… ¡Despegue!». Estas son las palabras irremediablemente unidas a las imágenes de un cohete alzándose por los aires rumbo al espacio. Detrás de esa voz se encuentra el director de lanzamiento, un cargo que no solo se limita a la famosa cuenta regresiva, sino que es el responsable último de que esos gigantes con destino al espacio enciendan sus motores para emprender su viaje. En el Centro Espacial Guayanés (CSG), la base de operaciones de lanzamientos de la Agencia Espacial Europea (ESA) en la Guayana Francesa, esta misión recae sobre Jean-Frédéric Alasa, ingeniero aeroespacial y actual director de lanzamiento del Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES), la agencia espacial francesa que se encarga de esta importante tarea. «Soy como un director de orquesta: debo asegurarme de que cada instrumento esté bien organizado para el espectáculo», señala Alasa dentro del centro de control del CSG, llamado Júpiter 2, situado en medio de la selva de Kourou, a los pies del Atlántico. Faltan solo ocho horas del lanzamiento del cohete más grande y potente jamás construido por Europa, el Ariane 6, que se elevará con el Sentinel-1D en su interior, el nuevo satélite del Programa de Observación de la Tierra, Copernicus, en el que Europa invirtió en 2024 casi 8.000 millones de euros. Es decir, perder la preciada carga por un fallo en el lanzamiento, del que Alasa es último responsable, podrÃa suponer pérdidas de cientos e incluso miles de millones de euros en tan solo segundos. «Chequeamos toda la energÃa, los sistemas de acondicionamiento, los radares, los sistemas de telemetrÃa… También estamos en comunicación con el área de seguridad de vuelo, porque el CNES es responsable en la base de lanzamiento de la seguridad de todas las personas que trabajan aquÃ, del medio ambiente y de todos los ámbitos, en caso de cualquier problema o fallo con el lanzador», dice Alasa, quien lleva trabajando para el CNES desde hace 12, si bien ocupa el cargo de director de lanzamiento desde julio de 2023. Este es su tercer despegue como responsable. «Es muy emocionante, porque trabajamos muy duro hasta llegar a este momento, son dos meses de campaña de lanzamiento», dice refiriéndose a todo el equipo que comanda este joven guayanés de 36 años (la tradición manda que preferentemente sea un local el encargado de comandar el despegue de los cohetes que salen desde el puerto espacial europeo). «Para este puesto, además de años de experiencia, tienes que ser muy detallista. Necesitas tiempo para aprenderlo todo, saber qué hace cada equipo para poder coordinarlos». Su trabajo no termina, no obstante, con las comprobaciones en Tierra en Kourou. También supervisa a las estaciones de rastreo que seguirán el lanzamiento una vez el cohete alce el vuelo y pierda comunicación con la Guayana Francesa. Entonces será el turno de Bermudas, luego Gatineau (Canadá), para pasar después al archipiélago noruego de Svalbard y finalizar con la comunicación en Australia. «Necesitamos buenas comunicaciones con esas estaciones, incluso redundantes». En las pantallas se pueden ver, al lado de los parámetros, señales verdes que indican que todo va según lo planeado. «De momento, todo está nominal», señala. No obstante, la situación puede cambiar con las últimas comprobaciones. «Si tenemos alguna anomalÃa en tierra, por ejemplo, si una estación de rastreo no puede cumplir su función durante el lanzamiento, para nosotros eso es rojo, sin duda. Porque necesitamos toda la telemetrÃa del lanzador, desde el despegue hasta la pasivación y la desorbitación de esa etapa». Esto es: hasta que el Sentinel-1D llegue a su destino. En el caso de que antes del despegue algún parámetro no esté en orden, él es el último responsable en decidir si el cohete saldrá volando. Porque, una vez se enciendan los dos propulsores Vulcan, el Ariane 6 despegará sin poder dar marcha atrás. En ese momento, él cederá el testigo de su tarea. «Después del despegue, la responsabilidad será de seguridad de vuelo, y serán ellos quienes tomen la decisión de desviar la trayectoria». No obstante, todo está controlado de antemano. Alasa explica que se establece una zona llamada ‘pulgar azul’ que indica la trayectoria sobre la Tierra sobre la que caen los propulsores después de que estos se separen a los dos minutos del vuelo (son tan grandes que no se desintegran por el roce con la atmósfera). «Enviamos una notificación para alertar a todos de que habrá un lanzamiento, que seguiremos cierta trayectoria en determinado momento, para asegurarnos de que ningún avión ni barco esté en la ruta», explica. En este pulgar azul también se contemplan lugares en los que también podrÃan caer otras partes del cohete en caso de que se desvÃe de su trayectoria y los equipos de seguridad tengan que pararlo. «En ese caso lo hacemos explotar», explica. A los siete le toca el turno a la etapa principal (la parte inferior del cohete), que dejará sola a la cofia (la punta del cohete donde se aloja el Sentinel-1D) para que comience su vuelo orbital para después abrirse y dejar libre al satélite, algo que ocurre exactamente a los 33 minutos y 51 segundos después del despegue. «Es todo bastante rápido». Ocho horas después, puntual a las 18.02, la voz de Alasa comienza con la cuenta atrás. «Tres, dos, uno… ¡Despegue!», se le escucha por la retransmisión en directo, mientras cientos de personas miran la plataforma del CSG a 16 kilómetros del puesto de control que comanda el guayanés. El Ariane 6 con el Sentinel-1D despega atravesando el atardecer despejado de Kourou de camino a su nuevo lugar en el espacio, donde permanecerá una década si todo va según lo previsto. El primer paso, del que Alasa es responsable, ha sido todo un éxito.
