Publicado: noviembre 10, 2025, 3:30 am
Donald Trump, que nunca deja de sorprendernos, se ha revelado en silencio como una persona con inquietudes religiosas, aunque él es un practicante moderado. Estos días en que la Alcaldía de Nueva York fue asumida por un político musulmán, contra el que el presidente libró y perdió la campaña, se ha recordado mejor que, a pesar de vivir enfrascado en guerras y otras miserias, le ha quedado tiempo para la creación de la llamada Oficina de Fe de la Casa Blanca. Su precedente ha sido la Oficina de Sociedades Vecinales, creada por Bush, aunque esta es más explícitamente religiosa.
Fue el 7 de febrero, apenas un mes después de asumir la Presidencia, cuando Trump promulgó una orden ejecutiva creando un departamento destinado en síntesis a defender la religión, proteger y estimular las prácticas religiosas en los cincuenta Estados. En la orden ejecutiva, un equivalente a un decreto en español, se desarrollan las razones de mantener y estimular la fe e incluso se recomienda el rezo cotidiano, que suele comenzar con la bendición de las comidas. El eslogan de la iniciativa podría ser «En Dios confiamos».
La Oficina contará con un enlace entre la Administración que se encargará de coordinar el estímulo de la fe, de sus prácticas en las comunidades y de la conservación y mantenimiento de los centros religiosos. A pesar de que no se especifica claramente y anticipa que se trata de defender la libertad religiosa, es evidente que la Oficina está destinada a las religiones cristiana y judía. Incluso anticipa que se penalizará a quienes obren con actuaciones de antisemitismo, como las que se han producido recientemente por la guerra de Gaza. La Oficina tendrá como objetivo principal el poder ejecutivo: Estados Unidos, concluye la orden, necesita la religión.
