Publicado: noviembre 9, 2025, 3:30 am
LUX, el nuevo disco de Rosalía, ha sido todo un acontecimiento. No solo por lo que supone musicalmente, sino por la cantidad de actos que han tenido lugar a su alrededor. Como la primera escucha que tuvo lugar en una fiesta que la artista catalana decidió realizar hace apenas unos días en Barcelona. Allí, en la sala Oval del Museu Nacional de Catalunya, confluyeron multitud de celebrities de distintos ámbitos que no quisieron perderse la oportunidad de oír el álbum poco antes de su lanzamiento al mercado. Así, grandes nombres como Paco León, Carmen Machi, Amaia Romero o Laura Escanes acudieron al lugar, como también hubo quien llevó a sus hijas: Rossy de Palma fue junto a Luna Lionne o Judit Mascó, que llegó acompañada de su primogénita, María Vicente.
Y es bastante curioso, porque lejos de la fama que obtuvo en su día una de las supermodelos más famosas del planeta, lo cierto es que ninguna de sus hijas ha tenido, por ahora, la tentación de seguir sus pasos o de ser, al fin y al cabo, nepobabies que vivan de los éxitos cosechados por sus padres, quizá reciclándose en influencers en las redes. De hecho, y en el caso de María es más que evidente, han optado por mantener un perfil bajo que les permita llevar una vida discreta y hermética para con la prensa y así dedicar su tiempo a su verdadera profesión, que en su caso no es otra que el arte.
Quizá porque desde joven ha sabido y conocido las historias de su madre, quien no por nada ha sido la única modelo española que ha aparecido en una portada de la edición de Vogue de Estados Unidos, que incluso rechazó aparecer en una película de James Bond y en una cinta romántica junto a Keanu Reeves, que ha desfilado para grandes marcas como Armani, Dolce & Gabbana, Valentino o Carolina Herrera, y que fue la elegida para ser la imagen de Barcelona de cara a los Juegos Olímpicos celebrados en la ciudad condal en 1992. Y todo ello sin contar su paso por la televisión o su labor humanitaria —con la que llegó a salvar la vida de un preso español en Florida que estaba en el corredor de la muerte—
Pero también porque María habrá escuchado cómo vivió todo aquel boom de la fama por boca de su padre, el abogado Eduardo Vicente, quien ha estado toda su vida al lado de su madre. Y es que la pareja se conoció en 1984, cuando Judit apenas si tenía 15 años —misma edad en la que comenzaría en el mundo de la moda—, porque les presentó su hermano, Benjamín. Pero más allá de la edad, lo cierto es que el amor fue tan sincero que nueve años más tarde se casaban en una boda en la localidad de Viladecavalls, en la provincia de Barcelona.
La ceremonia tuvo lugar el 23 de julio de 1993 en la ermita del castillo de Sant Lluís de Rístol, que al estar en alto les permitió poner multitud de personal de seguridad que evitó que se colapsara por culpa de los periodistas y los paparazzis. Apenas si hubo 60 invitados, pero la expectación era tal que acabaron vendiendo la exclusiva —y donaron el dinero a una ONG—. Como curiosidad, al renovar sus votos 20 años después, ella lució el mismo vestido que llevó entonces y, en este caso, su familia fueron los testigos.
Una familia que no había dejado de crecer —aunque siempre han seguido viviendo en una casa con jardín en el mismo barrio residencial en el que se crio su madre, Sarriá-Sant Gervasi, en la zona alta de Barcelona—. Porque a María, la primogénita, nacida en 1998, ahora con 27 años, le siguieron otras tres hijas más: Paula, Romita y Clara. Y es cierto que hubo un momento dado en el que pareció que sí que seguirían los pasos de su madre, ya que en febrero de 2017 hizo su debut en el mundo del modelaje, llevando los diseños de Custo Barcelona, en un desfile en la pasarela 080 de la ciudad condal.
Pero fue un espejismo, porque a la joven no le gusta demasiado la exposición pública, y apenas si ha aparecido en actos contados con su madre, como en los premios Gaudí. Ha preferido, por contra, centrarse en su carrera, puesto que, tras estudiar Diseño Gráfico en el EINA, el Centro Universitario de Diseño y Arte de Barcelona, se dedica a las artes plásticas y a, como explican desde Vanity Fair, hacer poesía visual a través de sus obras, con las que ya ha conseguido exponer en algunas galerías de la capital catalana.
Apasionada de la pintura, la ilustración, la música y la fotografía, suele utilizar sus redes sociales para darse a conocer y dejar ver algunos de sus trabajos. De hecho, tenía anteriormente otro perfil en Instagram, en el que se hacía llamar Fräulein Maria —en referencia a una de sus películas favoritas de la infancia, Sonrisas y lágrimas—, donde se definía así: «Entiendo el arte como un canal de comunicación fluido, expresión salvaje y cura poética. Un ejercicio bonito de observación. Y le añado el diseño gráfico, que es mi estudio. Ofrezco el acompañamiento creativo a partos de ideas, proyectos, ilusiones… y aquí nace mi comadrona. Comadrona artística». Sin embargo, lleva sin actualizarlo desde 2022.
