Publicado: octubre 31, 2025, 2:30 am
Jueves 23 de octubre, 18.00 horas, los radares lituanos detectan la presencia en su espacio aéreo de dos aviones rusos. Una pareja de cazas Eurofigther despega al instante de la base lituana de Siauliai para interceptarlos. Son cazas españoles que forman parte del refuerzo del flanco este dispuesto por la OTAN frente a Rusia. La suya está entre las distintas misiones en que nuestro país participa igual que lo ha venido haciendo en otros escenarios de alto riesgo por orden de la Alianza. Operativos que costaron la vida a no pocos de nuestros soldados como ocurrió en Afganistán, donde murieron más de un centenar de militares españoles.
En la OTAN nunca hubo queja alguna sobre el compromiso de nuestras Fuerzas Armadas con la Alianza occidental, nunca hasta que Donald Trump se permitió la licencia de insultar a España acusándola de «no jugar en equipo». Esa fue una más de sus diatribas contra el Gobierno español por no aceptar su imposición a los miembros de la OTAN de elevar hasta el 5% del PIB el gasto en defensa, porcentaje que ni siquiera alcanzan los Estados Unidos situando su inversión en el 3,5% del PIB. Pedro Sánchez acordó con el secretario general de la Alianza llegar hasta el 2,1%, lo que ya supone un incremento del 40% de nuestro presupuesto de defensa en el último año, desde la convicción de que con esos recursos puede atender sus compromisos militares como ha hecho hasta ahora.
Es verdad que Estados Unidos viene reclamando desde hace tiempo a sus socios mayor inversión en defensa y que lo deseable es que la UE tuviera una fuerza autónoma no dependiente del hasta ahora ‘amigo americano’, pero lo que Trump pretende no es eso. Él ha decidido que los europeos invirtamos un 5% (igual podría haber sido un 4, un 6 o un 7%) con la obligación expresa de gastarlo principalmente en su industria militar, la misma que inyecta dinero a sus campañas electorales y la que, conociendo al personaje, cabe imaginar habrá de pagarle el favor. La actitud del presidente de los Estados Unidos está lejos de ser la propia de un aliado, se parece mucho más a la de aquellos emperadores romanos que, cuando las arcas imperiales se resentían y no había dinero para los juegos en el Circo que contentaban al pueblo de Roma, estrujaban a las provincias sometidas incrementado tributos.
Es más que dudoso que todos los países de la OTAN vayan a cumplir las exigencias de Trump. A algunos como Italia, con una deuda estratosférica y un déficit público que ha logrado bajar al 3,4% tras un esfuerzo ímprobo, no les será fácil pasar del 2 al 5% del PIB en defensa, pero en la cumbre de La Haya nadie se atrevió a contradecir al emperador. Solo el presidente español lo hizo explicando que incrementar ese gasto en 60.000 millones obligaría a severos recortes en sanidad, educación, servicios sociales, infraestructuras y pensiones.
Trump ha decidido que los europeos invirtamos un 5% con la obligación expresa de gastarlo principalmente en su industria militar
Una situación de la que es muy consciente la oposición cuyo líder aprovechó las críticas de Trump a España para debilitar a Sánchez, del que dice que ha llevado al país a «un ridículo internacional», pero sin defender el objetivo de gasto que nos tratan de imponer. Hace unas semanas la vicesecretaria de organización del PP, Alma Ezcurra, llegó a decir que si su partido gobierna cumplirá con los compromisos de sus socios internacionales y en Génova se apresuraron a aclarar que lo dicho no significa que Feijóo apruebe el gastar en defensa el 5%. La obsesión del inquilino de la Casa Blanca con meter a España en cintura provoca rechazo hasta en buena parte del electorado de Vox, lo que obliga a la derecha a ponerse de perfil. A nadie le salen las cuentas que ordena el emperador.
 
			
 
  
  
		 
		 
		 
		