Publicado: septiembre 15, 2025, 11:30 pm
El cine, más allá del entretenimiento, puede ser un espejo de las luchas más Ãntimas de una sociedad. La Canción de Sima no es solo una pelÃcula; es un testimonio poderoso del sufrimiento, la resistencia y la esperanza de las mujeres afganas. A través de su narrativa sensible y profundamente humana, esta obra cinematográfica nos transporta a una época olvidada, donde la libertad femenina florecÃa, antes de que fuera brutalmente arrancada por el extremismo.
El pasado sábado, un grupo de mujeres afganas residentes en España nos reunimos en una sala de cine para ver esta pelÃcula. Para muchas, era la primera vez que pisaban un cine. En Afganistán, esta experiencia serÃa imposible. Lo que vivimos esa noche fue mucho más que una proyección: fue un acto colectivo de memoria, duelo y empoderamiento.
Una experiencia cargada de emociones
Desde los primeros fotogramas, el silencio se apoderó de la sala. Solo se oÃan sollozos. Cada escena reavivaba una herida, cada diálogo traÃa de vuelta recuerdos que creÃamos enterrados. Ver La Canción de Sima fue, para mÃ, revivir el dÃa que abandoné Afganistán. Ese dÃa empaqué mi vida en una pequeña mochila y hui hacia aeropuerto, y más tarde, a España. Como muchas de las mujeres que me acompañaban esa noche, sentà que la pelÃcula ponÃa en imágenes nuestras historias no contadas.
Un canto ahogado por el extremismo
La historia sigue a Sima, una joven talentosa apasionada por la música y el canto. Pero cuando el régimen de los muyahidines toma el poder, su voz es silenciada, su guitarra destruida, y sus sueños aplastados. A su lado está Suraya, una mujer fuerte y valiente, que lucha hasta el último momento contra la represión. Sin embargo, ambas comparten un destino común: ser castigadas simplemente por ser mujeres.
La amistad entre Sima y Suraya simboliza la unidad en la diversidad. A pesar de sus diferencias polÃticas y sociales, ambas comparten el deseo de un Afganistán libre y justo para las mujeres. Esta relación muestra que, incluso en tiempos de división, la solidaridad y el entendimiento mutuo son posibles. Es un recordatorio poderoso de que la sororidad puede florecer incluso en medio del miedo y la violencia.
Afganistán antes del silencio
Uno de los aspectos más conmovedores de la pelÃcula es su retrato de un Afganistán que muchos desconocen. En los años 70, el paÃs vivÃa una modernización acelerada. Las mujeres iban a la universidad, trabajaban en instituciones públicas, y algunas incluso ocupaban cargos ministeriales. VestÃan con libertad, caminaban por las calles sin velo y participaban activamente en la vida cultural y polÃtica del paÃs.
Esta imagen contrasta de forma brutal con la realidad actual. La pelÃcula logra capturar ese momento de esplendor y pérdida, de libertad y traición. Nos muestra cómo, en cuestión de años, un paÃs puede ser devorado por el fanatismo religioso y la manipulación geopolÃtica.
La polÃtica internacional y sus consecuencias
La Canción de Sima también es una denuncia. Con inteligencia y sin panfleto, cuestiona el papel que jugaron las potencias extranjeras, especialmente Estados Unidos, en el apoyo a los muyahidines durante la guerra contra la Unión Soviética. Esta alianza, presentada en su momento como una defensa de la libertad, terminó empoderando a fuerzas radicales que destruyeron el tejido social afgano, especialmente los derechos de las mujeres.
Este componente geopolÃtico de la pelÃcula obliga al espectador a reflexionar sobre las consecuencias de las decisiones tomadas lejos de Kabul, pero con efectos devastadores sobre millones de vidas.
Rodada en el exilio, nacida de la urgencia
La intención original era filmar La Canción de Sima en Afganistán. Pero el regreso de los talibanes al poder en 2021 lo impidió. Las actrices, activistas y directoras involucradas en el proyecto se vieron obligadas a huir del paÃs. Muchas viven hoy en el exilio, bajo amenazas, con miedo al futuro.
Sin embargo, esa adversidad no apagó su voluntad. El filme fue producido fuera del paÃs, pero con el alma y la esencia de quienes crecieron en sus calles. La diáspora afgana, especialmente las mujeres, han encontrado en esta pelÃcula un medio para decirle al mundo: «Seguimos aquÃ. No nos han silenciado».
Solidaridad entre culturas: mujeres afganas y españolas
Un elemento notable del proyecto fue la participación de mujeres españolas que colaboraron estrechamente con el equipo afgano. Su apoyo técnico, logÃstico y emocional fue fundamental para llevar la pelÃcula a buen término. Esta colaboración demostró que la lucha por los derechos de las mujeres no tiene fronteras.
Las mujeres españolas no solo prestaron su conocimiento; también ofrecieron empatÃa, comprensión y hermandad. Este puente intercultural dio al proyecto una fuerza adicional, y transformó La Canción de Sima en una obra verdaderamente global.
Conclusión: una canción que no se apaga
La Canción de Sima no es una simple ficción. Es una memoria colectiva. Es una denuncia. Es un homenaje. Y, sobre todo, es una esperanza. Para nosotras, mujeres afganas, verla fue como reencontrarnos con nuestra voz. Una voz que, aunque quebrada, no ha sido destruida.
Debemos compartir esta pelÃcula con el mundo. Debe proyectarse en escuelas, universidades, festivales y foros polÃticos. Porque Afganistán no es solo guerra y oscuridad. Es también la tierra de mujeres valientes, creativas, poderosas. Mujeres que, aunque les quiten el derecho a cantar, encuentran formas de convertir su silencio en grito.
Sima y Suraya son mucho más que personajes de ficción. Son sÃmbolos de todas nosotras. Son recordatorios de que, mientras haya memoria, habrá resistencia. Y mientras haya resistencia, habrá futuro.