Publicado: septiembre 13, 2025, 2:00 pm
Seguro que a todos nos ha pasado: hay un pensamiento que nos ronda, que nos preocupa, y que nos empeñamos en que desaparezca de nuestra mente sin éxito. Esto sucede, según el psicólogo de Harvard Dan Wegner en su libro ‘White Bears and Other Unwanted Thoughts’, porque al obsesionarnos con suprimirlo de la mente, en realidad le estamos dando mayor importancia y dejando que se apodere de nuestras acciones.
Como explicaba el experto, «el deseo de suprimir el pensamiento es en sí mismo la causa de la obsesión». ¿Y qué sugiere para solucionar el problema, que forma parte de un bucle interminable? «Si lo que queremos es que ese pensamiento negativo no nos haga daño, puesto que intentar suprimir lo que molesta solo alimenta su presencia, la idea es acotar su espacio, dejarlo circular, pero sin obsesionarnos, con algunas técnicas sencillas que podemos trabajar de forma individual».
Cuando deshacernos de un mal pensamiento es una misión ‘casi’ imposible
Partiendo de la base de que esos pensamientos que no deseamos que se instalen en nuestra mente, se hacen más presentes precisamente cuando nos empeñamos en hacerlos desaparecer, el psicólogo de Harvard puso sobre la mesa el denominado ‘experimento del oso blanco’. ¿En qué consiste?
La prueba del oso blanco parte de la premisa de que se pedía a los participantes en el experimento científico que no pensaran en un oso blanco. En este contexto, quienes tuvieran la imagen del oso en la cabeza debían hacer sonar una campana, con el resultado de que los que intentaban eliminar ese pensamiento eran precisamente los que más veces hacían sonar el timbre.
Según Wegner, «este efecto paradójico se debe a que el cerebro lanza dos procesos a la vez: uno que intenta evitar la imagen no deseable del oso, y otro que observa cómo la imagen reaparece una y otra vez y la controla. Lo malo es cuando nos relajamos, y es el segundo el que impera, reactivando lo que queremos eliminar con mayor intensidad. A pesar de que intentamos seguir adelante, ese pensamiento nos empieza a obsesionar«.
Si no puedes con el enemigo… ¡Únete a él!
Cuando estamos inmersos en esta lucha contra el pensamiento intensivo a eliminar, el experto asegura que «la solución empieza por dejar de pelear«. ¿Lo más eficaz en estos casos? «Reconocer que ese pensamiento existe, pero no permitir que se convierta en una obsesión, y tampoco en amenaza, puesto que la aceptación disminuye su poder«.
Cuando lo reconocemos, pero lo dejamos estar, sin necesidad de controlarlo, el experto asegura que nuestra mente se relaja y toma distancia del problema, disminuye la carga emocional. Otra manera de solucionarlo pasa por establecer un momento concreto del día, breve (10 minutos) para atender la demanda de ese pensamiento; de esa forma, nuestra mente entiende que tendrá su momento para ser abordado y no nos bloqueará el resto del tiempo.
Reflexionar sobre ese pensamiento que nos preocupa, sí, pero en un momento concreto y sin darle mayor pábulo. La tercera estrategia propuesta es buscar una distracción ‘activa’ que no deje hueco a que ese pensamiento entre, puesto que redirigiros los sentidos hacia otra actividad. Si nos involucramos en una labor concreta, estaremos desplazando el foco de una manera natural. Para finalizar, el psicólogo sugiere convertir esa obsesión en lenguaje, compartiéndolo con alguien o escribiendo lo que sentimos sin censura, así lo analizamos desde otra perspectiva y se descarga la implicación.