Publicado: agosto 21, 2025, 11:00 pm
Este año, pocos activos han capturado tanta atención —y tan poca introspección— como Palantir. La empresa, cuyo nombre evoca la piedra mágica de Tolkien que permitía ver cualquier rincón del mundo, ha tenido un año estelar; su acción acumula un alza de 107% en lo que va del año, incluso después de caer 17% en apenas siete sesiones recientes.
En 2023 ganó 167%; en 2024, un vertiginoso 340 por ciento. Hoy, su ascenso parece más bien una parábola. En los pasillos del mercado, entre operadores veteranos hay una inquietud que crece. ¿Qué están viendo los inversionistas… y qué están dejando de ver?
Palantir no es una startup improvisada. Tiene contratos con gobiernos, presencia en defensa e inteligencia, y ambiciones de expandirse al sector privado. Su relato corporativo mezcla patriotismo algorítmico, visión distópica y misticismo tecnológico.
No obstante, al observar sus estados financieros, la realidad es menos mágica: en los últimos 12 meses ha facturado apenas 3,440 millones de dólares, con un margen operativo de 17% y un crecimiento de ingresos del 39 por cierto. No hay pérdidas, pero tampoco una máquina de flujo de efectivo.
Lo que desconcierta no es tanto su negocio, sino su valuación. Con una capitalización de mercado de 371,000 millones de dólares, Palantir vale más que Adobe (150,000 millones de dólares), Unilever (155,000 millones de dólares), Xiaomi (175,000 millones de dólares), Nike (113,000 millones de dólares) y BlackRock (184,000 millones de dólares).
Todas son empresas con décadas de operaciones, presencia global, márgenes sólidos y flujos recurrentes. El caso de Palantir, en cambio, es el de una firma con ingresos modestos —menos del 1% de los que genera Amazon—, pero con fe desbordada. Un metaverso de valoraciones que se autocompleta a fuerza de esperanza.
Desde un ángulo de múltiplos, la imagen tampoco tranquiliza. Palantir cotiza hoy a casi 521 veces utilidades (P/E) y cerca de 105 veces ventas (P/S). Es un nivel que rara vez se sostiene, incluso en empresas con alta escalabilidad.
Amazon, por ejemplo, tiene un múltiplo P/S de apenas 3.5x, con ingresos por más de 167,000 millones de dólares tan solo en el segundo trimestre de este año. Microsoft —que en el año 2000 representaba el pináculo de la euforia tecnológica— cotiza hoy a 13.4x ventas, pero con 282,000 millones de dólares en ingresos en los últimos 12 meses y una rentabilidad estructural que justifica el precio.
Cisco jamás recuperó su precio después del estallido de la burbuja punto com. Hoy se encuentra a 22% de alcanzar su máximo histórico de enero del 2000 y cotiza a 4.7x ventas.
No es que Palantir esté sola en este fenómeno. La tecnología, como sector, vive un momento de expansión: el índice del sector cotiza a 9.8x P/S, y el S&P 500 en su conjunto ronda su máximo histórico de 3.2x.
Pero el caso de Palantir va más allá de la exuberancia generalizada. Aquí, la narrativa es lo que sostiene la tesis, más que los fundamentos.
La fe en la inteligencia artificial, la proximidad al Pentágono, la estética esotérica de sus presentaciones y su halo de inevitabilidad parecen haber convencido al mercado de que el futuro ya llegó, y que esta empresa es su intérprete oficial.
La historia; sin embargo, sugiere cautela. En los albores del milenio, compañías como Pets.com, Webvan o theGlobe.com alcanzaron valoraciones astronómicas antes de desaparecer.
Hoy, los sobrevivientes de aquella época cotizan con disciplina: Oracle con 11.3x ventas, Intel con 1.9x, Qualcomm con 3.9x. Lo que las distingue no es solo que existen, sino que han generado ingresos reales, márgenes sostenibles y modelos probados.
En ese contexto, Palantir parece estar valuada como si ya hubiera alcanzado ese nivel de madurez. Pero no lo ha hecho.
No tiene los ingresos, ni los márgenes, ni el flujo de efectivo de sus pares más caros. Ni siquiera compite en las mismas ligas operativas. No obstante, el mercado la trata como si su éxito fuera inevitable.
Lo más preocupante de Palantir no es su precio, sino la convicción con la que se justifica. Como si su sola asociación con inteligencia artificial fuera garantía de éxito. Como si los contratos gubernamentales fueran eternos. Como si el mercado ya hubiera decidido que, esta vez, la disrupción no fallará.
Pero la historia es bastante clara: cuando se deja de analizar y se empieza a creer, los múltiplos se inflan… y luego, se desinflan.
En una era donde todo puede medirse y predecirse, resulta irónico que el riesgo más evidente esté frente a nuestros ojos. Palantir se llama así porque promete ver el futuro.
Pero, como aprendieron los reyes de Tolkien, incluso las visiones más poderosas pueden engañar al que no quiere ver.
Lo más preocupante de Palantir no es su precio, sino la convicción con la que se justifica. Como si su sola asociación con inteligencia artificial fuera garantía de éxito.