Publicado: agosto 18, 2025, 8:00 am
Para la música española la década de los 90 fue primero un desafío y más tarde una confirmación.
Un desafío después de que a la década anterior, la de los años 80, se le considerara como la época de la Movida Madrileña, una oleada de propuestas musicales en toda la península, principalmente lideradas por proyectos surgidos en la capital española, que tendió un terreno fértil para el surgimiento de disqueras independientes y también para generar el interés de las productoras trasnacionales sobre los sonidos y las letras que esta primera generación posfranquista proyectó abiertamente a todo el mundo.
Alaska y Dinarama, Nacha Pop y Radio Futura fueron algunas de las agrupaciones que formaron parte de aquella fértil década de prolongados flecos y altas hombreras.
Por lo anterior fue que los 90 representaron un desafío, pero sobre todo la confirmación de la fuerza con la que las expresiones, no sólo musicales sino culturales españolas, querían crecer todavía más una diversidad de sonidos de extremos saludablemente distantes entre sí.
La banda Los Planetas, formada en Granada a principios de los 90, por Juan Rodríguez, “Jota”, (voz y guitarra), Florent Muñoz (guitarra) y May Oliver (bajo), fue una de las agrupaciones inconformes con el modus operandi del mercado musical que aterrizó de lleno sobre aquel boom español.
En 1994, año de su primer disco de larga duración, Super 8, fue emblemática la actuación de Los Planetas en un programa de televisión de gran audiencia en la TVE, y no lo fue precisamente por su derroche de talento, que tenían de sobra. Por el contrario, el revuelo por la actuación de la banda en su primer programa televisivo, y con él un posible trampolín de visibilidad sin precedentes, se debió a la evidente determinación de sus integrantes para boicotear su presentación. La razón, una más que justa: el programa transmitido en todo el país solía mostrar presentaciones –a la usanza de los 90– con el uso de playback (cantar, pero con una pista de fondo), situación que no cayó bien a la banda, particularmente al vocalista, Jota, quien se limitó a tararear su canción y simular con displicencia su actación “en vivo”, hasta quedar, él y el resto de la banda, prácticamente de pie sobre el escenario, sin hacer mucho más. La curiosa presentación se puede ver todavía en YouTube.
Una película de sonoridades
En contraparte, el momento más importante para la trayectoria de Los Planetas fue el nacimiento su tercer disco, Una semana en el motor de un autobús (1998), terminado en Nueva York gracias a la confianza de la disquera, pero ya sin su bajista fundadora, May Oliver y, por poco, con la ausencia del guitarrista Florent Muñoz. Éste es considerado por medios especializados como uno de los mejores discos españoles de los años 90. Catapultó a Los Planetas a todos los rincones del mundo, con temas como “Segundo premio”, “Cumpleaños total” y “La playa”.
Pero el tercer álbum no fue fácil de grabar. Se logró entre rumores de separación, problemas de adicciones, atorones creativos y conflictos de identidad. Así lo relata la cinta de ficción Segundo premio, codirigida por los realizadores ibéricos Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez –producción que se estrenó en México este fin de semana–, quienes eligieron distanciarse del rigor de una biopic (o película biográfica) para contar una historia profundamente universal, sobre la amistad y la creación; así como atmosférica, introspectiva pero, sobre todo, profundamente musical, como hacen muy pocas cintas dedicadas a la música.
Con 109 minutos de duración, ha sido uno de los filmes más alabados de España en los últimos meses. Se hizo del grueso de los premios para los que compitió: en el Festival de Málaga y en los premios Gaudí y Sant Jordi , así como en este 2025 se llevó tres premios Goya: a Mejor sonido, Mejor montaje y Mejor dirección.
Homenaje a los años 90
“No nos interesaba hacer una aproximación periodística ni objetiva (de Los Planetas) en la película. Nos dimos cuenta enseguida de que era imposible, que todos ellos tenían recuerdos completamente dispares. Entonces, decidimos hacer una cinta en la que pudiéramos trabajar tanto desde la invención como desde la documentación; que de ella pudiera disfrutar gente que no necesariamente conoce a Los Planetas o que ni siquiera les gusta la banda”, comenta Isaki Lacuesta.
Ambos directores señalan en entrevista que se trata de una cinta que coquetea con el cine del vampirismo surgido en los 90, pero también con el de serie B. Después de todo, aquella época y con ese tipo de historias, complementa Isaki, “es el contexto en el que Pol y yo salimos del cascarón y empezamos a ver películas, a escuchar mucha música y seguramente esto nos afectó en nuestra forma de entender el mundo”.
Una de las joyas del largometraje ibérico es que todas las grabaciones, ensayos y conciertos que quedaron registrados se grabaron completamente en vivo, por músicos profesionales haciendo covers de Los Planetas. Por ejemplo, el actor y cantautor granadido Cristalino encarnó con senda particularidad al guitarrista Florent Muñoz.
“Hay canciones que se muestran prácticamente íntegras dentro de la película y se agradece muchísimo. Son momentos donde no hay una prolongación de tensión. No hay insertos de música sino que es la propia atmósfera la que hace su trabajo, con los diálogos, con el entorno en el que en el que se está desarrollando la vida nocturna y también la intimidad”, agrega Pol Rodríguez.
Es precisamente esto que comenta Rodríguez lo que caracteriza al filme: las largas secuencias de composición de musical, los conciertos que la banda dio en el bar de Granada en el que tocaron por primera vez. Los ensayos y las grabaciones, todo grabado con un cuidado, profesionalismo y amor por el mito que se convirtió en un trabajo premiado precisamente por esa labor, y, a su vez, una cinta para propios y extraños.