Publicado: julio 13, 2025, 7:30 pm
A Carlos Julio Rojas te lo encontrabas donde solo una persona como él podía estar: rindiendo homenaje, cada 12 de febrero, al estudiante Bassil Da costa, asesinado en 2014. O en la protesta de un edificio en la parroquia La Candelaria para solicitar la restitución del servicio de internet. Donde nadie miraba dos veces, allí estaba Carlos Julio con su Frente en Defensa del Norte de Caracas.
Esa generosidad de espíritu enamoró a Francy Fernández y la hizo asumir el riesgo de ser su pareja, en 2019. “Estamos próximos a cumplir seis años juntos”, refiere ella. En esa cuenta hay que restar los últimos 15 meses: el tiempo de prisión que ha consumido él en el Helicoide, incluidos 40 días de desaparición forzada. Cuarenta días, como su edad: 40 años.
Solidario y perseverante: dos palabras que retratan al secretario general adjunto del Colegio Nacional de Periodistas, seccional Distrito Capital.
“De Carlos Julio destacaría su constancia en la defensa de los derechos de los vecinos, su persistencia en la lucha comunitaria, su insistencia en reclamar justicia frente a casos de evidente violación de derechos humanos”, describe uno de sus amigos, el periodista y constituyente Vladimir Villegas.
Será así por su signo Virgo, como lo resaltaría el escritor Gabriel García Márquez. Será así por hijo de una mamá de izquierda, como lo diría él mismo si pudiera estar presente. Pero Carlos Julio no está presente desde el 15 de abril de 2024, cuando sujetos encapuchados lo arrebataron de brazos de su esposa para ingresarlo en la lista de las desapariciones forzadas en Venezuela y “aparecerlo” dos días después a fin de presentarlo ante un tribunal de terrorismo.
No era su primera detención; de hecho, van cinco en su historia personal de periodista y activista. En 2017 permaneció casi tres días en poder de cuerpos de seguridad del Estado sin que se conociera su paradero, y luego lo llevaron ante un tribunal militar y lo recluyeron en la cárcel de Ramo Verde (Los Teques). Salió de allí con medidas y restricciones, aunque ninguna pudo apartarlo de la lucha de sus vecinos.
Pero esta vez sería diferente. Faltaban tres meses para las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, y el periodista y activista fue acusado de supuestamente intentar orquestar un magnicidio. Meses antes había advertido que los organismos del Estado preparaban algo en su contra. “Carlos Julio ha sido perseguido desde siempre. En este sistema siempre ha estado perseguido, siempre ha estado amenazado”, recuerda su esposa.
Obligado por el Estado, Carlos Julio Rojas ha desperdiciado 15 meses de vida en el Helicoide hundido en un limbo legal, con un defensor público impuesto, problemas de salud y episodios de hostigamiento. Formalmente se le acusa de asociación para delinquir, terrorismo, conspiración, instigación al odio y magnicidio en grado de tentativa, como lo recoge la organización de derechos humanos Provea.
A Eduardo Torres, uno de los abogados de la defensa privada que el tribunal no aceptó, le aplicaron la misma receta el pasado 9 de mayo: lo desaparecieron durante varios días y lo “revivieron” en el Helicoide.
“De Carlos Julio rescato su valentía, porque hay que ser valiente en estos tiempos para dar la cara como él la ha dado”, resalta Villegas. Ese coraje llevó a Amnistía Internacional a declararlo preso de conciencia. La Comisión Interamericana para los Derechos Humanos lo protegió con medidas cautelares, y el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina lo galardonó con el Premio Graciela Fernández Meijide 2025.
Los días son muy largos para su esposa, y las noches lo son aún más. La Candelaria está un poco más sola sin Carlos Julio Rojas. Y Venezuela se aparta un poco más de la justicia cada día que una persona como él permanece en prisión.