Publicado: junio 17, 2025, 12:30 am
Israel e Irán intercambian ataques aéreos desde que el pasado 13 de junio, Tel Aviv comenzase la operación «León Creciente» contra instalaciones nucleares e infraestructuras militares iraníes. Sin embargo, el primer ministro israelí, Benjamin Neanyahu, no esconde que la ofensiva contra Teherán podría, en sus propias palabras, «resultar en un cambio de régimen» ante la «debilidad» del gobierno islámico del ayatolá Jameini, cuya muerte «pondría fin» a las hostilidades entre ambos países, según ha expuesto en entrevistas a las cadenas estadounidenses Fox y ABC.
Irán, durante la mayor parte del siglo XX, gobernado por el Sha Reza Pahlevi, fue un Estado laico, modernizado (gracias al petróleo) y occidentalizado en apariencia, mientras la desigualdad, el autoritarismo, la represión y la corrupción hacían germinar la semilla de la revolución. En 1979, la Revolución Islámica liderada por el ayatolá Jomeini, un influente líder del Islam suní exiliado, instauró un régimen autoritario, conservador y basado en la sharia que identificó en Occidente, y especialmente a Israel y a Estados Unidos, como sus enemigos existenciales. Profundamente antisionista, el régimen de los ayatolás ha impulsado desde entonces milicias islámicas, como Hamás o Hezbolá, convirtiéndose en la gran amenaza para Israel en Oriente Próximo.
Tras lanzar su ofensiva total sobre Gaza y debilitar a Hamás y a Hezbolá, Israel podría ver en este momento una ocasión única para intentar derribar a su gran enemigo. Sin embargo, parece poco probable que el régimen de la República Islámica se derrumbe como consecuencia directa de estos ataques, según explican a 20minutos diferentes expertos. «Ese objetivo es algo muy complicado, y desde luego con acciones militares es imposible», asegura Alberto Priego, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Comillas.
«Es un objetivo que, en un régimen tan afianzado como el iraní, solo se podría conseguir si, desde dentro, la ciudadanía iraní o los opositores contrarios al régimen consiguieran organizarse para facilitar ese cambio», desarrolla Sonia Sánchez, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de Vitoria. «Además, Israel necesitaría para eso el concurso de servicios de inteligencia, y no solo suya, sino occidental en general», sostiene. «La guerra siempre es impredecible, y cualquier cosa puede desatar una reacción en cadena, hay que hablar con cautela, pero un cambio de régimen parece poco probable», ha apuntado.
Aunque los intercambios de fuego entre ambos países pueden aparentar un escenario de guerra abierta entre Israel e Irán, el almirante retirado de la Armada, Juan Rodríguez Garat, explica a este medio que «ambos bandos están mostrando mucha contención, ya que estamos ante una guerra asimétrica, desigual en el potencial militar, pero también en la tolerancia a los daños», ha subrayado.
«Israel no quiere un Irán fuerte, independientemente del régimen que haya»
Para Sánchez, la operación israelí, además de atacar al programa nuclear persa, podría tener otros objetivos: «arrastrar» a Estados Unidos, que se encaminaba a negociar con Irán la congelación de su programa nuclear a cambio de suavizar sanciones internacionales, en su cruzada contra su amenaza «existencial».
«Hay una divergencia entre las prioridades de ambos: EEUU estaba centrado en negociar un nuevo acuerdo nuclear, mientras que Israel quiere acabar con lo que percibe como una amenaza existencial, que no solo es el programa nuclear iraní, sino el régimen que lleva años amenazando a Israel y financiando grupos que amenazan sus fronteras«, ha explicado Sánchez. Sin embargo, subraya que aunque «hay mucho descontento y desgaste en Irán por la situación económica y la falta de libertades, aún no se ha llegado a una fase de desgaste por la que podamos pronosticar un fin del régimen, al menos cercano».
El profesor Priego, por otra parte, cree que al elemento de seguridad podría sumarse un factor político: «Tiene elementos de afianzamiento interno de Netanyahu, profundamente cuestionado en Israel y probablemente, en su momento más bajo de popularidad. La guerra para él es un seguro de vida y su baza pasa por tener un enemigo constante».
En cualquier caso, el ataque parece tener un objetivo geopolítico claro, según explica Daniel Bashandeh, analista político especializado en Irán y Oriente Próximo: «Desestabilizar Irán para que no sea competidor regional para Israel». «Por eso se están centrando en instalaciones críticas, acabar con los liderazgos y realizar ataques constantes». «El equilibrio en Oriente Medio se rompió tras el 7 de octubre a favor de Israel, y con la bomba nuclear Irán lo cambiaría a su favor, pero en cualquier caso Israel no quiere un Irán fuerte, independientemente de si está la República Islámica en el poder y otro sistema político», sostiene.
Garat: «Israel supera en todo militarmente Irán, pero no puede conseguir ninguno de sus dos objetivos: ni acabar con el programa nuclear ni cambiar al régimen iraní»
En el aspecto puramente militar, la ofensiva israelí podrá retrasar, pero no derribar las aspiraciones iraníes de disponer de bombas nucleares, como sostiene Garat: «Sin poner un pie en tierra es imposible, porque muchas partes del programa están protegidas por la geografía, bajo montañas, y otras por la radiación, no se puede destruir un reactor nuclear en funcionamiento con misiles». «El problema de esta guerra es que probablemente se convierta en una guerra estéril, porque Israel va a superar en todo militarmente Irán, pero no puede conseguir ninguno de sus dos objetivos: ni acabar con el programa nuclear ni cambiar al régimen iraní», apunta Garat.
El ataque podría agitar a la oposición, pero también reforzar al régimen
Aunque el régimen de los ayatolás es uno de los más enraizados del mundo, no faltan movimientos de oposición en el exilio, fragmentados entre ellos, como tampoco lo han hecho en los últimos años movimientos de protesta, como las movilizaciones tras la muerte en 2022 de la joven Mahsa Amini –detenida y torturada brutalmente por un uso ‘incorrecto’ de su hiyab—.
Sin embargo, para el profesor Priego estos ataques israelíes pueden influir precisamente para «afianzar» el régimen de los ayatolás: «Avivan el elemento del enemigo exterior, y aunque el régimen tiene sus dificultades, e incluso ha habido gente gritando contra el ayatolá Jameini en las calles, no creo que esto vaya a ayudar».
En la misma línea, Sánchez sostiene que los ataques pueden influir en ambos sentidos: «Cuando se produce una intervención exterior, puede haber un repliegue nacionalista y que la gente se una frente a una agresión exterior, pero también puede ocurrir que, en los sectores más opuestos al régimen, aprovechen la situación o la percepción de debilidad para promocionar su agenda política», explica.
Para Bashandeh, Netanyahu «busca utilizar un descontento popular contra la República Islámica para tratar de legitimar sus ataques». «El pueblo iraní es el gran perjudicado, al igual que en Gaza y Líbano, y espera que el pueblo reaccione contra sus dirigentes», sostiene, explicando que, por su parte, «la República Islámica ve en los bombardeos un ataque a la nación iraní y apela a ese concepto de la Revolución Islámica».
EEUU y los Estados del Goldo, con sus propios intereses
Los expertos coinciden en que Estados Unidos tendrá todo que decir en lo que ocurra en Oriente Próximo, aunque sus acciones contra Irán podrían suponer que Israel está «haciendo la guerra por su cuenta», algo que para Priego podría tener sentido dadas las informaciones que revelan que la Casa Blanca pudo frenar una operación de Israel contra el ayatolá Jameini: «Es verdad que Israel informa a Washington de su operación, que, por otra parte, se lleva gestando hace cerca de un año y medio, pero veo poco probable que haya habido coordinación por ambas partes».
Para Bashandeh, que sostiene que EEUU e Israel habrían coordinado este ataque, Trump también tiene claros sus intereses geopolíticos en la región: «ha empoderado a Israel para sus fines geopolíticos, necesita un Israel fuerte para mantener su hegemonía en el Golfo Pérsico, especialmente tras la caída de Siria, que ha dejado a Rusia en un segundo plano en la región». Aunque, sostiene, si el conflicto entre ambos países se alargase «está por ver si Estados Unidos tendrá un papel más activo».
Por otra parte, el resto de actores de la región también se mantienen expectantes a lo que pueda ocurrir: los estados árabes del Golfo, de mayoría suní frente a Irán, el estado chií, ven a la República Islámica como una amenaza, según explica Sánchez: «Estos comparten con Israel la percepción de Irán como una amenaza principal a su seguridad». En ese sentido, los expertos apuntan a un lugar estratégico: el estrecho de Ormuz, por el que fluye buena parte del petróleo y del gas a nivel mundial: «Cuando Irán y los estados árabes han entrado en guerra o han mantenido tensiones, Teherán ha tenido la capacidad de bloquear Ormuz, y, por tanto, de hacer daño económica y militarmente a la región», sostiene la profesora de a UFV.
Aunque los estados árabes han condenado el ataque, su aparente equidistancia puede frustrar el deshielo de relaciones entre ambas partes en los últimos años e incentivar la percepción iraní, que ya ve a los estados del Golfo como aliados de EEUU, e indirectamente de Israel: «Si la situación escala y se producen ataques contra bases norteamericanas, como ha sugerido Irán, estas están situadas en países del Golfo, por lo que una situación así no es buena en ningún caso para ellos», sostiene Priego. Bashandeh coincide: «La guerra no beneficiará a la estabilidad de la región, ya que puede generar repercusiones migratorias, comerciales y de suministro energético.
Aunque parece improbable que ocurra a largo plazo, un cambio de régimen en Irán redefiniría, apuntan los expertos, el equilibrio de poder y las relaciones en Oriente Próximo, aunque a Israel le bastaría con eliminar su potencial nuclear y militar: «Irán dejará de ser una amenaza existencial para Israel cuando no amenace su posición como poder hegemónico militar, y mientras Tel Aviv pueda mantener la disuasión que le otorga ser la única potencia nuclear de la región», destaca Sánchez.