Publicado: mayo 15, 2025, 2:30 am
Entendemos que ya no somos tan jóvenes cuando aquellos a quienes conocimos mayores, pero llenos de fuerza, mueren y nos dejan definitivamente huérfanos. Pepe Mujica nació pobre, vivió con austeridad y murió ligero de equipaje. Se fue sin cuentas por cobrar. Ni a otros ni a sà mismo. Pasó más de una década preso, varios de esos años sin ver el sol, con alucinaciones, ratas y gotas de agua que caÃan del techo y marcaban el tiempo como un reloj sin manillas. Cuando salió no pidió revancha. Plantó flores. Se fue a su chacra con LucÃa, su compañera, y un perrito cojo y allà cultivó astromelias, zapallos y esa obstinación suya por vivir con poco y decir de más.
A veces parecÃa un personaje de un libro escrito por alguien cansado de la polÃtica y enamorado de la vida. Un tipo que dormÃa en una cama de hierro y conducÃa un escarabajo celeste mientras presidÃa un paÃs. Es fácil decirlo, pero hay que hacerlo. Lo admiraban por eso, pero a él le daba igual. No buscó nunca la aprobación.
Cuando le preguntaron si habÃa encontrado sentido a la vida, respondió que no. Que quiso cambiar el mundo y que no cambió un carajo. Pero se rio. «Estuve entretenido», dijo. «No gasté mi vida solo consumiendo. La gasté soñando, peleando, luchando. Me cagaron a palos. No importa. Con LucÃa gastamos nuestra juventud en esta aventura de vivir», sostuvo.
No entendÃa la vida como una acumulación, sino como un gasto consciente. Mientras otros coleccionaban propiedades o cargos, él se deshacÃa de lo innecesario. Y en ese desprenderse dejó una forma distinta de medir el éxito no por lo que se tiene, sino por lo que se entrega.
No cambió el mundo, pero cambió muchas miradas. No es poca cosa. Hay existencias muy bien usadas. «La vida es hermosa, se gasta y se va. El quid de la cuestión de triunfar en ella es volver a empezar cada vez que uno cae. Y si hay bronca, que la transformen en esperanza».