Publicado: mayo 11, 2025, 11:30 pm
Sobre el nuevo Papa elegido hace cuatro días, León XIV, ya se ha dicho casi todo y casi todo para bien. El cónclave ha acertado -en la opinión generalizada- no sólo en el nombre elegido y el de su nacimiento, a los que suma la trayectoria, sino también en su capacidad ideal que muestra para ejercer las funciones en un ámbito geográfico cada vez más amplio, caótico y sin embargo, intercomunicado. El Papa siempre ha tenido una imagen universal, que se extiende a los cinco continentes como se ha visto muy bien en el funeral por Francisco, su predecesor con la presencia de decenas de líderes de todo el mundo.
Pero esa imagen tradicional se reafirma en esta ocasión con el recuerdo de su pasado y si nos retrotraemos a su nacimiento, en una ciudad históricamente tan conflictiva y estigmatizada por el recuerdo de la Mafia, de violencia y corrupción, como ha sido Chicago por aquella época, y el contraste con su pasado como misionero en una diócesis costera y alejada del ruido de la modernidad en el Perú más agreste y pobre. Y hay algo más en su biografía que ratifica su condición universal ya desde su nacimiento en una familia que incluye ascendientes repartidos entre los Estados Unidos, España y Francia a lo que hay que añadir la influencia de la etapa peruana.
Robert Francis Prevost es un hombre de mundo, que incorporó a su formación como matemático estudios eclesiásticos en Italia lo que demuestra hablando cinco de los idiomas más influyentes en la cultura internacional, inglés, español, francés, portugués e italiano. Hay algo que intriga, más allá de las creencias de cada uno, en el acierto de la elección de los cónclaves. Quizás se confunde con las elecciones políticas entre los candidatos de los partidos siempre enfrentados. Es evidente que nada tiene que ver. El empeño de los curiosos, que somos muchos, siempre falla en las previsiones de las vísperas.
Ni la técnica de las encuestas ni la lógica que se desprende de las circunstancias de la Curia que traspasa el poder en el Vaticano, ni la inteligencia artificial, que ha entrado por primera vez en el intento por anticipar el resultado lo han conseguido. El nombre del nuevo Papa, de cara amable y a juzgar por su currículum cerebro privilegiado, no entraba -por mucho que algunos intenten apuntarse al éxito del acierto-, en las quinielas que se divulgaron durante los días previos. 133 cardenales convertidos en el tribunal elector más variado, lo han conseguido. ¿Ellos solos?, cabe preguntarse, y más sin ser creyente.