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Así es la increíble casa de verano a la que se mudan Federico y Mary de Dinamarca

Publicado: abril 24, 2025, 4:30 am

Casi como cada año, en cuanto empiezan a llegar las temperaturas más cálidas, la familia real danesa decide que ya es hora de cambiar de aires y que les merece más la pena, tanto a la hora de trabajar como a la de descansar, de estar alejados del bullicio que supone vivir en Copenhague. Aunque no significa que se marchen excesivamente lejos, sino que se marchan a un lugar muy cerca del lago Esrum, el palacio de Fredensborg, que, por si hay alguna urgencia o imprevisto, está a solo 40 kilómetros de su residencia habitual, el palacio de Amalienbor, en la capital de Dinamarca.

Habida cuenta de los problemas que ha tenido la casa real del país escandinavo con sus cuentas recientemente —ha causado una enorme polémica que saliera a la luz que tenían unos gastos diarios de 17.000 euros—, tanto Federico X como su esposa, Mary de Dinamarca, han decidido que haya una mayor transparencia para con el pueblo, por lo que ya han dado a conocer que se irán a vivir a dicha casa para los meses de primavera y verano a partir del próximo 5 de mayo, llegando a media tarde y siendo recibidos por el alcalde de la localidad.

Un lugar no solo histórico, sino increíblemente lujoso, con 30 habitaciones ni más ni menos, pista de equitación o un amplísimo jardín. Siendo como es la primera casa que ocupó el matrimonio tras casarse, así como el lugar donde sus dos primeros hijos, los príncipes Christian e Isabella, vivieron sus primeros años, le tienen un especial cariño para sus diversas escapadas. Y no es para menos, dado que se encuentra rodeado de un increíble paraje natural, una delicia que sobre todo aprovecha la reina, ya sea para dar paseos, meditar o relajarse a leer.

Los monarcas y su familia, aun así, no ocuparán todo el palacio, sino que vivirán en la Cancillería, un edificio anexo al palacio donde de hecho suelen tener lugar algunas de las celebraciones oficiales de la monarquía a lo largo del año, así como uno de los lugares donde se recibe a embajadores, mandatarios extranjeros y otras visitas de importancia al país, así como está separado del palacio principal por una capilla, que ha sido sede de importantes ceremonias religiosas de la casa de Glücksburg.

El cariño que le tienen los reyes proviene del que le profesa, igualmente, la reina Margarita, quien hace un par de semanas celebró allí su 85º cumpleaños, siendo la Cancillería incluso el hogar de la reina Ingrid hasta su muerte, en el año 2000. No fue hasta 2010, tras una reforma muy costosa que en su momento también recibió críticas, que el entonces príncipe heredero Federico y su esposa, Mary Donaldson, hicieron del palacete de Federico VIII, en Amalienborg, su residencia oficial.

Fredensborg, construido a mediados del siglo XVIII, llegó a servir de hospital durante las guerras napoleónicas, e incluso de almacén posteriormente durante un centenar de años, pero precisamente por su ubicación no precisa de tanta seguridad y la familia se siente con algo más de libertad. No solo por los exteriores, con piscina o pista de equitación —deporte que Mary le ha inculcado a su hija Isabella—, sino porque la propia Cancillería es una joya arquitectónica.

En sus 700 metros cuadrados de planta baja, más los 450 de la superior, tienen cabida, además de las susodichas 30 habitaciones, con diferentes usos, así como varios salones junto a otras tantas salitas de estar y biblioteca. Y, por si fuera poco, el Anexo Circular, una casita adyacente a la Cancillería, ha vivido hace poco —finalizó el pasado mes de enero— una reforma integral de la que se ha encargado precisamente la reina consorte Mary, plasmando en dichas obras algunas de sus obsesiones, como son el diseño y la sostenibilidad.

Tal ha sido el resultado que la propia reina decidió mostrar el resultado en la revista Vogue Living, en la edición de su Australia natal, donde por ejemplo se explica, en el escrito que hizo la experta en decoración y estilos de vida, Malou Wedel Bruun, que la idea de que predomine el cristal y la construcción transparente para aprovechar mejor la luz y regar de frescura y un toque actual el espacio fue pergeñada por la reina y el arquitecto danés Anders Lendager.

«Diseñaron el edificio para que refleje a sus propietarios como representantes de una monarquía moderna, cuya raíz tenga una base histórica, pero a la vez perfectamente integrada en el presente», añade la periodista, que recalca la reutilización de materiales como un leitmotiv dentro del proceso. «Fue crucial para la transformación crear un espacio para artesanos, arquitectos y jefes de construcción, para que la reutilización creativa e innovadora y las soluciones sostenibles pudieran desarrollarse», explicó la reina.

De hecho, Wedel Bruun puntualizó que la farse que definía el proyecto entero era: «¿Cómo hacer esto lo más sostenible posible?». Y por ello se ha reciclado todo cuando se ha podido, buscando máquinas de cero emisión a la atmósfera, así como para la decoración se ha optado por la economía circular, con muebles de segunda mano de diseño danés, o volver a usar materiales que parecían desgastados, como el mármol de Groenlandia.

«Cuando la pareja real lo vio, se enamoró de inmediato y decidió que debíamos aprovecharlo al máximo. Tenía muchos defectos, pero los reyes sintieron que dichas imperfecciones contaban la historia de su vida anterior», dijo el arquitecto. Así, la familia real danesa vivirá los próximos meses en una casa moderna en plena naturaleza, pero que por fuera parecerá un antiguo palacio en un enclave privilegiado. No por nada Fredensborg significa «Castillo de la paz».

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