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La innovación biotecnológica hila un nuevo patrón para la industria textil

Publicado: abril 19, 2025, 10:45 pm

La biotecnología, la rama de la biología que utiliza lo que nos da la naturaleza para desarrollar aplicaciones de utilidad para la sociedad, es una herramienta transversal, que supone para las áreas más tradicionales, como la textil, una oportunidad para innovar, generar nuevos productos o perfeccionar procesos existentes a fin de reducir el impacto ambiental y garantizar el uso adecuado de los recursos. Investigaciones variopintas van cobrando forma para reducir la dependencia de elementos químicos agresivos, lograr propiedades mejoradas en las prendas, evitar que contaminen al acabar su vida útil… Tanto dentro como fuera de España surgen propuestas llamadas a dar una vuelta de tuerca a esta industria, pero aún se enfrentan a retos como la escalabilidad y la competitividad en costos con los métodos tradicionales. Uno de los beneficios que persiguen estas iniciativas es progresar en materia de sostenibilidad. La ONU calcula que la moda consume 215 billones de litros anuales de agua, equivalentes a 86 millones de piscinas olímpicas. Cada europeo compra una media de 19 kilos de ropa al año y los Estados miembros generan alrededor de 6,94 millones de toneladas de residuos textiles , unos 16 kilos por persona, según los últimos datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente, correspondientes al año 2022. La aplicación de la biotecnología a esta actividad desempeña un papel crucial para rebajar su huella sobre el planeta, pero también ofrece ventajas en múltiples frentes. Como explican desde la Asociación Española de Bioempresas (Asebio), permite materiales con características mejoradas o novedosas, reemplazo de procesos químicos por bioprocesos más económicos y sostenibles, tejidos funcionales ( no alergénicos , antimicrobianos, desodorantes, etc.), productos ecológicos y biodegradables… Carolina Ropero Pérez, biotecnóloga en el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC), indica que una de las prácticas que se están llevando a cabo a nivel industrial es el uso de enzimas . «Ofrecen muchas oportunidades para sustituir procesos más contaminantes por otros eficientes y respetuosos con el medio ambiente», resalta. Un ejemplo se da en la producción de vaqueros con aspecto desgastado. «La técnica del ‘biostoning’ emplea enzimas tipo celulasa capaces de romper los enlaces moleculares del principal textil de los vaqueros, que es la celulosa. Se hace desde finales de los 80, está totalmente estandarizada, y en comparación con el lavado a la piedra, posibilita un proceso más eficiente, controlable (las piedras podían dañar el tejido) y con un menor consumo de agua, además de que las enzimas son reutilizables», resume como sus puntos fuertes. Otro caso de uso es el blanqueado de los textiles, para lo que se recurre al agua oxigenada. Sin embargo, este componente luego hay que eliminarlo para que no interfiera en fases posteriores y ahí entran en juego las enzimas catalasas. Por otra parte, a las prendas se les añade una especie de cola para lograr mayor resistencia frente a estreses mecánicos y que no se deshilachen. «Pero cuando hay que teñir el tejido –dice– el encolado interfiere. Para desencolar, desde la biotecnología podemos utilizar enzimas de tipo amilasas . El proceso es muy eficiente y requiere un menor consumo de recursos energéticos, ya que las enzimas son reutilizables». Los colores que visten nuestro armario también dejan una dura factura. Los azoicos, por ejemplo, son potencialmente tóxicos. La experta aclara que los colorantes utilizados en la industria textil están muy regulados por parte de la UE, pero la mayoría de la producción no ocurre en el continente. Además, durante la tinción intervienen agentes mordientes para fijar los tintes, muchos potencialmente tóxicos, por lo que se investigan colorantes naturales producidos por microorganismos, bacterias y hongos. Otra opción más novedosa es la ingeniería genética. «Hay algunos tipos de bacterias y de hongos muy investigados a los que les podemos introducir la capacidad de generar el pigmento que interese y producirlo a gran escala, ya que los microorganismos crecen en grandes fermentadores», detalla Ropero Pérez, que matiza que si bien son alternativas con gran potencial, aún les falta alcanzar la escala comercial . «No es una limitación tecnológica –comenta–, sino que el interés en este tipo de investigaciones es relativamente reciente y a día de hoy otro tipo de pigmentos son más económicos». Aun así, hay actores con ADN innovador que han despuntado gracias a acuerdos con gigantes de la moda, como la británica Colorifix, que ha colaborado con marcas como H&M. Desde AseBio mencionan el proyecto europeo Seacolors, cuyo objetivo era investigar, validar y demostrar los procesos para obtener colorantes naturales de una fuente sostenible y renovable, las algas , y su aplicación en la industria textil para sustituir los colorantes sintéticos. Los resultados, como informan desde la patronal, fueron positivos. La biomasa de las algas se utilizó satisfactoriamente para la extracción de tres tipos de pigmentos, aptos para su empleo como colorantes naturales. «Se desarrolló un proceso de cultivo optimizado, en el cual las micro y macroalgas son capaces de crecer en condiciones controladas y producir una gran cantidad de pigmentos», detallan. Los colorantes obtenidos se usaron tanto en procesos de tintura como de estampación sobre sustratos de lana y algodón, mostrando un menor impacto sobre los efluentes de aguas residuales del proceso de tintura, de modo que se consiguió una reducción significativa en el nivel de contaminación generado por el sector de acabado de la industria textil, así como una disminución de los costos de depuración de las aguas residuales resultantes de estos procesos. Carolina Ropero Pérez, del IATA-CSIC, habla de la biorremediación , que consiste en el uso de microorganismos y microalgas para limpiar las aguas y, que en el caso del textil, podría degradar, por ejemplo, los compuestos azoicos. «Es más exitoso cuando se aplica en las propias plantas industriales, introduciendo una fase basada en la descontaminación de los efluentes previamente a su liberación. La estrategia incluye procesos físicos, químicos y biotecnológicos», apunta. Dentro de estos últimos se investigan los consorcios microbianos. «Unimos el empleo de una microalga que degrada un compuesto concreto con una bacteria que hace lo propio con otro compuesto. Podemos crecerlas juntas y potenciar las capacidades de ambas beneficiándose entre ellas para crecer correctamente al mismo tiempo que degradan los contaminantes», ahonda. La búsqueda de textiles naturales constituye otra de las líneas de investigación y uno de los protagonistas indiscutibles es el micelio . «Las hifas del sistema vegetativo del hongo son unos filamentos estrechos que se pueden hilar y conseguir texturas increíbles», subraya Juan Andrés Oria de Rueda, director de la Cátedra de Micología de la Universidad de Valladolid. Esas fibras sostenibles y renovables presentan ventajas. «Son impermeables y transpirables . A diferencia de muchos tejidos derivados del petróleo, no producen dermatitis y, encima, son compostables, es decir, se descomponen con los microorganismos del suelo, de tal manera que no queda el más mínimo residuo», sintetiza. Se pueden cultivar en naves industriales con residuos procedentes de la industria alimentaria y su crecimiento es rápido. El experto señala que si bien «todavía tienen un precio bastante alto, en el futuro veremos cosas sorprendentes» y, de hecho, ya hay diseñadores de alta costura interesados en las raíces subterráneas de los hongos. David René Rodríguez, que llevaba una década trabajando en la industria textil y atesoraba experiencia en la compra de materias primas sensibles, emprendió con el foco puesto en el algodón. «La fábrica de Bangladesh en la que estaba consumía en torno a 3.000 kilos diarios de algodón, lo que equivale a tres hectáreas de cultivo», comenta en relación a la demanda de suelo, a lo que se unía la lacra de las falsificaciones de algodón orgánico . Abandonó el país asiático y en España viajó hasta el Bajo Guadalquivir para conocer la realidad de los agricultores. «Si les es más rentable plantar tomates o pepinos, nos quedamos sin algodón, por lo que contacté con el CSIC para ver si podíamos plantear algún proyecto de investigación para aumentar los rendimientos del algodón y que eso incentivara a los agricultores», rememora. El organismo le remitió al Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC), donde le hablaron de la tecnología de cultivo sin suelo. Así, en 2021 fundó la startup Magtech , basada en la producción de algodón con la técnica de la hidroponía , en la que las plantas crecen en un ambiente controlado donde se les suministra agua y nutrientes específicos. Los resultados fueron asombrosos. «El rendimiento en campo por planta de algodón en fibra limpia son unos 10 gramos. Nosotros en 2021 sacamos 400», apunta. Asimismo, asegura que han bajado los insumos de agua en más de un 70% y que su obsesión a futuro es eliminar el agua potable en sus operaciones. El emprendedor agradece, en este sentido, el apoyo del Cabildo de Canarias en su intento de aprovechar aguas depuradas, ricas en nutrientes. La empresa participó en el programa de aceleración de Lanzadera y tiene la confianza de marcas como Burberry. Su valor diferencial se sustenta en dos pilares: la trazabilidad y la calidad de la fibra . El fundador destaca que la sostenibilidad forma parte de su filosofía, pero cree que el día de mañana será bligatoria en cualquier industria, por lo que apuesta por ir un paso más lejos. «Una buena calidad de algodón en campo genera una merma de un 15% y nosotros tenemos variedades que originan solo un 7%», dice. Magtech alcanzará este curso los 60.000 m2 de invernadero. «Seremos la mayor startup de cultivo hidropónico de Europa y, en un escenario conservador, estaremos por encima de las ocho toneladas de producción», adelanta. Las posibilidades que la biotecnología abre en el mundo textil son muy amplias. La empresa canaria NOB166 ha desarrollado un spray textil antimicrobiano, sin necesidad de lavado o aclarado, que comenzó a comercializar en 2020. «La fórmula de la gama NOB166 Protect Clothes está patentada internacionalmente. Esta tecnología disruptiva consta de un encapsulado capaz de adherirse a la fibra textil, creando una estructura en forma de red que libera la sustancia activa de forma homogénea y continua, lo que garantiza que el efecto antimicrobiano, antiácaros y antiolor dure siete días», expone Noelia Beltrán, la CEO de la compañía, que actualmente también cuenta con otro producto, NOB166 Protect Clothes Laundry, que proporciona una semana de protección antimicrobiana tras el lavado. «No contienen nanopartículas, dióxido de titanio ni microplásticos. Han sido desarrollados bajo criterios de seguridad, sostenibilidad y eficacia, siendo estable a altas y bajas temperaturas, sin alterar la apariencia ni la textura de los textiles», precisa. La gama está disponible para particulares y empresas. «Su adopción sigue creciendo entre sectores profesionales que buscan soluciones innovadoras para la higiene y protección textil duradera », apunta la consejera delegada, que revela que las empresas que han mostrado mayor interés incluyen fabricantes de detergentes, que lo incorporan como aditivo antimicrobiano para destacar sus productos con una protección textil de larga duración, así como centros hospitalarios del ámbito público y privado, donde la prevención de infecciones es prioritaria. Un ejemplo es el Hospital Universitario Doctor José Molina Orosa, que lo usa mediante licitación pública. Además, empresas de limpieza y lavanderías industriales han integrado NOB166 para eliminar la necesidad de almacenar los textiles en bolsas de plástico, ya que estos están protegidos, mientras que en el sector hotelero ayuda a mantener los textiles frescos, limpios y protegidos entre lavados. «En general –completa Beltrán– cada vez son más las empresas que priorizan la prevención, clave para la salud de sus trabajadores y clientes».

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