Publicado: marzo 29, 2025, 11:30 am
Justo antes de cruzar el arco del control del aeropuerto dejé el iPad en la tÃpica caja genérica de plástico, pero hasta entonces no me habÃa dado cuenta de que lo estaba llevando encima todo el rato, como si fuera un comercial intentando vender desde un catálogo. También seguà con él durante el vuelo. Y caà en que, efectivamente, tengo la manÃa de llevarlo a todos lados.
Buscando si yo era el único que usaba el iPad diariamente, me topé con que muchos usuarios usan (usáis) un iPad cada vez que salÃs de casa, siempre con una funda de tipo libro y un teclado a cuestas. Otros para la hora de cardio o para hacer ejercicio en general. Otros directamente relatan «cómo un iPad salvó una vida«. De hecho, me topé con un relato que quiero traducir tal cual para no inventar nada:
La pandemia lo paralizó todo, brindándome una oportunidad única para reflexionar. ¿Y qué encontré? Un desastre, tanto en mi vida personal como profesional. Odiaba mi trabajo. Me sentÃa frustrado, sin inspiración y sin rumbo. ¿Mi vida personal? No era mejor. Mi matrimonio estaba al borde del colapso y me ahogaba en hábitos autodestructivos: alcohol, tabaco y la silenciosa inminencia de la depresión. Una noche, mi cuerpo me dio una llamada de atención que no pude ignorar: un ataque de pánico. Mi ritmo cardÃaco se disparó a 145 lpm y corrà al hospital. Ese momento me dejó una cosa clara: necesitaba un cambio. Desesperada por respuestas, recurrà a Internet y una solución recurrente me llamó la atención: llevar un diario. Asà que, en 2021, instalé la app Stoic. Pero necesitaba algo más que una simple app. QuerÃa una experiencia. Fue entonces cuando me compré un Magic Keyboard para mi iPad. Escribir en ese teclado mágico se convirtió en mi ritual, mi escape y mi terapia.
Apple sabe lo verdaderamente útil que es un iPad
El mÃo es un iPad Air 4, de 2020, en color verde. Y mi relación con él comienza algunos años antes. Dejé de leer por completo. Ni libros, ni cuentos breves, ni nada. Todo mi ocio se iba por el sumidero de los videojuegos online competitivos. Lo que pasó entre medias se asemeja bastante a lo que podéis leer más arriba. Un dÃa me regalan un iPad de segunda mano casi vacÃo, solo con algunos libros y cómics dentro. Para aprovechar el regalo solo se me ocurrió ese uso, leer. Lo conté en otro artÃculo.
Cada vez que vemos anuncios sobre un nuevo modelo, parece que Apple nos recalcara que sÃ, que un iPad es muy versátil y funcional. Parece que tuviera que convencernos. Y tienen razón. Me ha servido para firmar documentos desde una montaña casi sin cobertura o poner una reclamación por la que vencÃa fecha.
Asà que cada vez que hago la maleta ya no es ¿iPad sà o no?. La respuesta es «siempre». Y tal vez por eso tengo tanto cariño a mi iPad: empecé a equilibrar mi ocio y a encontrar lecturas enriquecedoras, al ritmo que iba apuntando ideas y llevando un diario de esas «pequeñas victorias». También es cierto que el dÃa que escuché un «crack» y ya di mi iPad Air por muerto casi me da un infarto.
Solo tiene instaladas diez u once aplicaciones fuera de las que ya venÃan preinstaladas (ya sabes, Notas, Apple Music, Tiempo, Salud y demás). Las app de Kindle y Libros para lo propio, YACReader para cómics y novelas gráficas, Youtube y alguna app de calistenia para hacer ejercicio, Tidal para saciar el hambre melómana y un par de apps de streaming (ahora mismo, Filmin, Max, Prime Video y SkyShowtime) con varias pelÃculas descargadas. Nada más, ni nada menos. Lo que pueda hacer desde el navegador me lo evito mediante una aplicación.
Leer más, aunque quizás leer peor
Decenas y decenas de libros a mitad de lectura.
Eso sÃ, hay varias dinámicas que he fomentado con el iPad. Vamos, que me lleva a cometer dos errores. Leo más, pero salto más entre lecturas. Dejo libros a medias, salto párrafos, tomo apuntes inteligibles, vuelvo atrás y retomo lecturas a medias que ya tenÃa olvidadas. La lectura en digital me permite ser más completista, aunque también más caótico, menos lector reposado.
Y el segundo error, es que leo en cualquier parte. A costa de disparar mis ritmos de lectura, mi conteo de obras clausuradas, dejo otras cosas de lado. Si una conversación no me interesa, si una reunión familiar se transforma en una tediosa retahÃla de algo que ya hemos abordado antes —y tengo el iPad a mano—, es probable que abra la aplicación y continúe una lectura a medias. Y eso no solo no es cortés, sino que comprende una manera de lectura superficial.
Quien tenga hábito lector sabe que no hay manera mala de hacer las cosas, que tanto da por la mañana que por la noche, en el metro o en el campo. Asà que tampoco me quiero quedar con lo malo. Y tengo decenas de anécdotas positivas. De mis hijos siendo muy pequeños dibujando y coloreando en un piso alquilado en Galicia, de los dÃas del confinamiento haciendo un Zoom —o un Meet o un Skype— con los abuelos o de los miles de dÃas que he abierto la app de Notas simplemente para apuntar un par de cosas que no querÃa olvidar. Y casi siempre ha sido al lado de un iPad Air —o un iPad mini—. Solo puedo dar las gracias a Steve Jobs por hacer realidad este invento. O a Hartmut Esslinger, mejor dicho.
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La noticia
Por qué a pesar de que tengo un iPhone que cabe en el bolsillo, nunca voy a ningún sitio sin mi iPad
fue publicada originalmente en
Applesfera
por
Isra Fdez
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