Publicado: marzo 26, 2025, 1:30 am
En 1954, Winston Churchill cumplió 80 años. Era otra vez primer ministro del Reino Unido y una leyenda viva de su nación. Tanto que numerosos parlamentarios de todos los partidos, y de las dos Cámaras, decidieron poner dinero (mucho dinero) para hacerle un regalo: un gran retrato al óleo que se encargó a uno de los pintores más prestigiosos de entonces, Graham V. Sutherland.
Churchill, que era bastante buen pintor, posó para el cuadro durante semanas, a pesar de su poquísima paciencia, pero el artista no le dejaba ver cómo avanzaba la obra. Cuando llegó el acto del solemne homenaje, en Westminster Hall, y se descubrió por fin el lienzo, el anciano político apretó los dientes y casi empezó a ponerse de color verde. No le gustaba. No le gustaba en absoluto. Se lo dijo luego al pintor: «Me ha sacado usted viejo, feo, deteriorado y anciano«. El artista, que admiraba sinceramente al primer ministro, respondió: «Sir Winston, he pintado lo que he visto. Usted es viejo, es feo y está deteriorado. Esa es su realidad y su grandeza«.
Ahora, el Capitolio del estado de Colorado ha descubierto un retrato al óleo del presidente Donald Trump, pintado hace algunos años por Sarah Boardman, que ha hecho aullar al homenajeado. No le gusta. Se ve ridículo, hinchado y muchísimo más feo que el presidente Barack Obama, que está en el retrato de al lado. Dice que ese cuadro es una maniobra de la «izquierda radical» para desprestigiarle.
No, no es cierto. Lo que sucede es que Trump tiene en realidad un aspecto ridículo, con un peinado que hace pensar que lleva un pato muerto sobre la cabeza. La pintora ha tratado de disimular sus arrugas (de ahí el aspecto levemente mofletudo) y su mirada de loco. Pero no hay forma de esconder la realidad: Obama es hoy, y fue siempre, muchísimo más guapo que Trump, se ponga este como se ponga. Y el actual presidente, con su fenomenal cabreo, ha demostrado una vez más que tiene un ego hipertrofiado y una personalidad infantil. Pero esto ya lo sabíamos.
Nunca se sabe lo que puede suceder con la vanidad de las personas. Churchill mandó destruir el retrato que le hizo Graham Sutherland; sin duda habría preferido un retrato idealizado y triunfal como el que Michael Dahl hizo de su antepasado, el duque de Marlborough, en el siglo XVIII. Trump ha exigido que se retire su retrato del Capitolio de Colorado y que lo cambien por otro en el que salga más favorecido. A ver cómo lo hacen…
Ojalá el mayor de los problemas que causase al mundo Donald Trump fuese que no le gusta su retrato. Pero ya está claro que no será así.
