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Las claves de la economía venezolana en lo que resta de 2017

Las malas expectativas son consensuales entre los analistas económicos del país y en el exterior.

Publicado: febrero 21, 2017, 6:38 pm

ECONOMÍA VENEZUELA 2 WEB

Venezuela vive una situación de depresión económica, con todos sus síntomas. El PIB ha caído durante tres años consecutivos y 2016 terminó con una contracción que se estima entre 10% y 18%; de hecho, el último número trascendió extraoficialmente desde las catacumbas del BCV.

La escasez de bienes esenciales promedia 75% y en los centros de distribución estatales, la situación es peor, con desabastecimiento que supera 80%.

El Gobierno no da respuestas de fondo a estos problemas, sino que intenta resolver con paliativos, como bolsas de comida de entrega directa –cuyo alcance no supera 8% de sus presuntos destinatarios, según datos de la UCAB-, y, como eso no ha funcionado, ahora lanza un “carnet de la patria” que garantiza acceso a misiones, créditos de bancos públicos y subsidios directos en efectivo.

La inflación –independiente si es “hiper” o no- es el gran enemigo. En 2016, el poder adquisitivo del salario cayó en un promedio de 30%, y los precios subieron en un rango que va entre 430% y 850%, según el pronosticador.

Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica –empresa que hace un cálculo propio de la inflación- señala que la inflación subyacente –es decir, los precios de mercado, formal o informal, que tiene que pagar el común de los mortales, sin regulaciones- superó 1.050% al cierre del año pasado.

¿Qué espera, en materia económica, a este país en 2017? Los datos fundamentales, derivados de la consulta de proyecciones nacionales y extranjeras, son los siguientes:

-La inflación AUMENTARÁ a una tasa superior a la de 2016. Las proyecciones se mueven entre 350% y 780%. Hay números para escoger, pero la tendencia es clara.

-La devaluación CONTINUARÁ, porque no se prevé ningún cambio importante de política en el Ejecutivo.

-La escasez SEGUIRÁ SIENDO ELEVADA, pero podría ser mitigada si mejora en algo el flujo de dólares de la economía, pues efectivamente se proyecta que los precios petroleros marquen un promedio superior al del año pasado, pero nada espectacular.

La política de perseguir –infructuosamente- el crecimiento de la inflación con aumentos del salario mínimo SEGUIRÁ. La estimación de Iván Acosta, presidente de la consultora en gestión humana, PGA Group, es que el ingreso mínimo aumentará 250% este año, lo que significa que habría otros cuatro incrementos en lo que resta de año.

-La destrucción de empleo formal y la precarización del empleo se ACENTUARÁ.

-Las opciones de incremento del gasto público, como factor paliativo de la conflictividad social son MUY ESCASAS. De acuerdo con los cálculos de Francisco Rodríguez, economista-jefe de Torino Capital LLC, el gasto público total se redujo, en términos reales, 30,8% en 2016 y al cierre de enero de 2017, la baja anualizada alcanza 47,8%.

Si eso no es un ajuste. El otro tema está en las ineficiencias; de hecho, la ejecución presupuestaria pasó 92,3% en 2015 a 85,5% en 2016, según la misma fuente.

-El consumo privado mantendrá su TENDENCIA BAJISTA. Quizás, haya una caída más moderada, de entre 3% y 5%, según algunos expertos.

Hay escenarios optimistas –o relativamente optimistas, para ser más precisos-. El economista César Aristimuño, presidente de Aristimuño, Herrera & Asociados, apunta que la economía crecerá 1,1% y la inflación se “moderará” para cerrar en 350%, lo que permitiría que el consumo aumente en 1%.

Aristimuño no es el único, por cierto, que prevé un alivio relativo de las condiciones. A su juicio, hay cuatro argumentos que explican esta suerte de “mejoría”: a. una expansión del gasto público de aproximadamente 150% con una inflación que triplicaría ese gasto; b. un margen limitado para seguir reduciendo las importaciones; c. un crecimiento de la brecha entre ajustes salariales y aumentos de precios; y d. una menor posibilidad de trasladar los costos derivados del dólar paralelo a los costos finales de bienes y servicios.

Por: Armando J. Pernía

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