Publicado: marzo 19, 2025, 4:00 am
¿Quién dijo que la Secretaría de Hacienda no ofrece material para un thriller? Edgar Amador Zamora sustituyó a Rogelio Ramírez de la O en un momento de tensión máxima. El tablero de control está lleno de focos prendidos en amarillo, naranja y rojo: empleo, inversión, consumo, Pemex, exportaciones y PIB. La economía mexicana podría caer fuerte si Trump sigue adelante con su plan de imponer aranceles. En caso de que se calmara el inquilino de la Casa Blanca y no hubiera aranceles generalizados, el PIB de México no crecería casi nada, advierte la OCDE.
En menos de un año, nos cambiaron el guion. La palabra de moda dejó de ser nearshoring y su lugar lo ocupa Incertidumbre. En el corto plazo, la pregunta es ¿qué pasará con las tarifas? Tendremos respuestas el 2 de abril. A mediano plazo, la cuestión es ¿Qué pasará con el T-MEC? y, relacionado con eso, ¿qué puede hacer México? ¿Qué margen de maniobra tenemos? ¿Qué haremos?
Aquí es donde entra en escena Edgar Amador. Como secretario de Hacienda le toca el enorme reto de cuadrar las cuentas públicas en un contexto que es complicado y no ofrece respiro. Los desafíos que hay en el interior no desmerecen frente a los del exterior. Hay que reducir el déficit de las finanzas públicas; encontrar la solución al “rescate” de Pemex; conseguir recursos para mantener los programas sociales y para echar a andar los proyectos que definirán el sexenio de la presidenta Sheinbaum: vivienda, trenes e infraestructura digital, por ejemplo.
El déficit de las finanzas públicas fue 5.7% del PIB. El compromiso es bajarlo a 3.5 o 4% del PIB. Esto implica conseguir una cifra de alrededor de 800,000 millones de pesos, en una combinación de mayores ingresos y reducción del gasto. ¿Cómo conseguir esos ingresos fiscales adicionales con una economía que crecerá muy poco o decrecerá? ¿Cómo recortar el gasto en una administración que ya quedó en los huesos, luego de seis años donde la pobreza franciscana se confundió con el austericidio?
Poner orden sin culpar al sexenio anterior. Avanzar en el cobro de impuestos, sin espantar a los inversionistas. Moderar las expectativas de los aliados políticos, sin poner en riesgo las alianzas. Sacar la tijera y podar, sin dañar órganos vitales de la administración. Cada una de estas tareas requiere habilidades tecnocráticas y talento político. Requiere, además, la confianza y el apoyo total de la Presidenta. Todo esto en un contexto en el que los retos económicos y de las finanzas públicas se entremezclan con los mayores desafíos en décadas en Seguridad Pública y en las relaciones con Estados Unidos.
Al ministro de Hacienda le toca decir No y está solo frente a todo el gabinete que demanda recursos y que puede ser despiadado en sus exigencias de recursos, explicaba en sus Memorias el español Pedro Solbes, que ocupó esa cartera en el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Después de decir No, el titular de Hacienda puede salir fortalecido o debilitado, dependiendo del apoyo que tenga del Presidente (o Presidenta) y, por supuesto, de los resultados de las decisiones que se tomaron.
¿Se puede hacer el fuerte ajuste en las finanzas públicas sin producir o ahondar una recesión? Por momentos, parece que más que un economista se necesita un alquimista. Qué bien le vendrían a la Secretaría de Hacienda los 16,000 millones de dólares que ha costado en exceso la Refinería de Dos Bocas. Cuánto mejor sería su margen de maniobra si contara con una parte de los 400,000 millones de pesos que hubo de sobrecosto del Tren Maya. El secretario Edgar Amador no tiene los guardaditos por 160,000 millones de pesos que dejaron los neoliberales en los fideicomisos. Tampoco tiene las finanzas públicas equilibradas que recibió AMLO en 2018.
¿Qué tipo de secretario de Hacienda será Edgar Amador? Es un economista graduado en la UNAM, con estudios de posgrado en el Colegio de México y experiencia en la Secretaría de Finanzas de la CDMX y el Banco de México. Los que lo conocen se refieren a él como muy competente y le dan el beneficio de la duda frente al mayor desafío de su carrera. Es gente de toda la confianza de la presidenta Sheinbaum y parte de un equipo que tiene una enorme influencia en este Gobierno. Ahí está la gobernadora del Banco de México, Victoria Rodríguez Ceja, y la secretaria de Energía, Luz Elena González.
Hasta ahora ha sido de perfil bajo, pero muy pronto se dará a conocer en audiencias más amplias, entre otras cosas porque gobernar es comunicar. Hacerlo con claridad y oportunidad, al interior del gobierno, hacia la población y también frente a la clase política; con los empresarios y los especialistas… las agencias calificadoras. Quizá le toca el papel de apagar la música y retirar el alcohol para decir “La fiesta se acabó”.