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Tropas europeas en Ucrania: un rayo de esperanza

Publicado: marzo 11, 2025, 7:30 pm

Si hay una decisión en la que Europa se ha mantenido firme desde el primer día de la invasión de Ucrania es la de que no se desplegarían tropas sobre el terreno. Aunque alguno pueda haberse sentido decepcionado, es una postura sensata. Entre las numerosas reglas que el pragmatismo impone al uso de la fuerza militar está la de no empeorar una situación que ya es suficientemente mala. Bajo la ominosa amenaza de las armas nucleares rusas, ni siquiera el pueblo ucraniano se habría beneficiado de una escalada militar.

¿Por qué cambiar ahora de política? Es sabido que el nuevo presidente de los EEUU no solo ha abandonado a Ucrania a su suerte, sino que parece haber cambiado de bando. Presiona a Zelenski para que acepte una derrota que está lejos de producirse sobre el terreno —no tienes cartas, le dice— y no ofrece a cambio más garantía de seguridad que la palabra de un Putin que ha demostrado carecer de ella.

«Desde el Kremlin se insiste en que cualquier despliegue de tropas europeas (en Ucrania) será casus belli»

Acorralada, Ucrania mira a sus aliados europeos y pide ayuda. Ayuda para mantenerse en pie y, si al final se ve obligada a ceder a la presión combinada de Washington y Moscú, para que una fuerza europea garantice que no habrá más bocados a su integridad territorial. No es un secreto para nadie que, además de lo que ya ha conquistado, Putin pretende pasar el río Dniéper, única barrera natural que defiende el oeste de Ucrania, para «liberar» Odesa —ahora o en la siguiente oportunidad— y conseguir libre paso hasta Moldavia.

Desde el Kremlin se insiste en que cualquier despliegue de tropas europeas será casus belli. Por una vez, el dictador ruso tiene razón, al menos desde la perspectiva del derecho de la guerra. Putin no quiere un alto el fuego, y mucho menos si está supervisado por tropas europeas. ¿Por qué habría de hacerlo cuando Occidente aparece dividido y débil? ¿Por qué si no es a él a quien presiona el presidente de los EE.UU.?

«Si Zelenski no tiene cartas y Europa no está invitada a la partida, el juego de póker en el que Ucrania se lo juega todo lo va a ganar Putin»

Lleno de confianza, Putin exige para firmar la paz una «solución definitiva a las causas del conflicto» que impondría a Ucrania condiciones más duras de las que sufrió la Alemania Nazi tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial: cesiones territoriales que van mucho más allá del terreno ocupado por Rusia, desmilitarización, renuncia a formar parte de cualquier alianza y —en esto tiene todas las bendiciones de Trump— el relevo de Zelenski por alguien más manipulable. Todo ello, insisto, sin más contrapartida que la promesa de Putin de que se conformará con lo conseguido… al menos hasta que necesite celebrar otro triunfo en las calles de Moscú.

Si Zelenski no tiene cartas y Europa no está invitada a la partida, el juego de póker en el que Ucrania se lo juega todo lo va a ganar Putin. Él se juega su régimen, su vida y su legado mientras que Trump solo arriesga unos puntos de valoración en las encuestas. Afortunadamente, estas cosas nunca se deciden en una mesa de cartas. Sobre el terreno, no siempre los poderosos se salen con la suya. El pueblo ucraniano será el que tenga la última palabra, como la ha tenido el vietnamita, el afgano, el iraquí o el sirio. Pero, si llegara el duro momento de la derrota, es posible —solo posible— que un Putin victorioso y ya dueño de la mitad de Ucrania permita el despliegue de tropas europeas… quizá a cambio del fin de las sanciones.

Si esto ocurriera, ¿cuál sería la misión de nuestras tropas? Las fuerzas de interposición, casi siempre bajo la bandera de la ONU, suelen realizar tareas relacionadas con la supervisión del alto el fuego para las que necesitan la conformidad de las dos partes. Cuando no existe esa conformidad, su presencia pierde sentido. Piense el lector en los apuros de la FINUL en el momento en el que el Ejército israelí atravesó la frontera del Líbano y multiplique la impotencia que vimos entonces por el factor de escala que corresponde al Ejército de Putin, por el derecho de veto de Rusia en la ONU y por la sombra del poderío nuclear ruso. El resultado será un viaje para el que no hacen falta alforjas.

«Ahora tendríamos que hablar de varias decenas de miles de soldados de tantas naciones como sea posible convencer»

La otra opción, la única que podría dar a Ucrania una cierta seguridad en estos tiempos oscuros, es el despliegue de una fuerza disuasoria. Y eso, ¿qué implica? Es preciso situar sobre puntos críticos del terreno unidades militares suficientemente potentes, con órdenes claras de repeler cualquier agresión del Ejército de Putin y, si eso no es posible, de provocar combates de tal intensidad que pudieran hacer saltar la chispa de una guerra que, teóricamente, a nadie podría beneficiar.

¿Cuántos efectivos hacen falta para ello? Depende del momento. Una brigada norteamericana desplegada en las proximidades de Kiev el 24 de febrero de 2022 seguramente habría evitado la guerra de Ucrania. Pero, pasado aquel momento, ahora tendríamos que hablar de varias decenas de miles de soldados de tantas naciones como sea posible convencer, con material pesado y suficiente apoyo aéreo.

Con todo, más que en el número, el problema estará en la voluntad que exista detrás. En el fondo —como casi siempre en el bárbaro negocio de la guerra— se trata de responder a un cálculo macabro: ¿cuántas bajas forzarían a Alemania a una guerra con Rusia? ¿Cuántas a España? Me atrevería a decir que, sin la participación de los EEUU y su arsenal de armas nucleares tácticas, ninguna cifra sería suficiente. En tales condiciones, el despliegue sería un error. Pero ¿quién puede predecir lo que dirá el presidente de los EEUU la próxima semana? Mientras llega el momento, la tarea de Europa es llegar a un acuerdo sobre el despliegue sin poner públicamente palos en las ruedas. Incluso si, llegado el momento, la misión se vuelve imposible, el ofrecimiento habrá servido para dar al sufrido pueblo ucraniano un rayo de esperanza.

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