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¿Cómo es vivir una vida feminista?: Las mujeres, sus luchas y sus sentires

Publicado: marzo 8, 2025, 12:00 pm

El 8 de marzo de cada año miles de mujeres son convocadas a tomar las calles alrededor del mundo para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres. Se busca reconocer la lucha de las mujeres por sus derechos, por la igualdad y por la erradicación de cualquier expresión de violencia. 

Y, aunque los pañuelos verdes y morados –colores de los que el feminismo se viste– llenan las avenidas principales de casi todas las ciudades cada 8 de marzo, las mujeres que militan en este movimiento son feministas a diario.

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Cada una desde su trinchera, desde sus experiencias, desde sus sentires. A mí, me gusta pensar en los feminismos, en plural, en reconocer que la riqueza del movimiento es la diversidad de las mujeres; un movimiento que abre puertas a la diferencia, pero que en algún punto todas nos encontramos una causa en común.

¿Qué es ser feminista y cómo es vivir esta vida?

“Para mí el feminismo no es más que este exigir los mismos derechos y las mismas oportunidades que tienen los hombres. Tener un trabajo digno, un buen salario, una buena oportunidad de carrera o la oportunidad de un buen puesto. Pero el feminismo también busca igualdad en lo familiar, que los hombres participen del trabajo de la casa y los cuidados”, dice Magaly Torres Casas, una mamá joven que actualmente se dedica al hogar y estudia la carrera de Psicología.

Magaly tiene 26 años, una hija y un hijo, está casada. En entrevista con El Economista compartió que quizás una de sus principales puertas de entrada al feminismo es pensar no sólo en las desigualdades que enfrentamos actualmente, sino el mundo que dejará para su hija, principalmente.

“Creo que la perspectiva de la lucha cambia cuando ya tienes hijos. Ya no luchas sólo para ti, ya luchas para alguien más más que para tus hijos”, asegura Magaly.

Por su parte, Ameyalli Hernández Vázquez, enfermera especialista infantil por la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia de la UNAM, considera que el feminismo refleja la demanda de abolición del constructo social del género, la exigencia de justicia y erradicación de la violencia que se ejerce sistemáticamente sobre nosotras por el hecho de haber nacido mujeres.

“También gustaría decir que ser feminista importa, no sólo porque la lucha es histórica, sino porque cada avance tiene una repercusión en la vida de todas las mujeres y las niñas. Los derechos que hoy gozamos, las oportunidades que hoy tenemos, nuestros nuevos roles en la sociedad, en nuestras familias, los espacios que ocupamos en la vida pública, la voz con la que expresamos todo lo que nos habían callado, la autonomía sobre nuestros cuerpos, la libertad para decidir sobre nuestras vidas”, comparte Ameyalli.

Ameyalli tiene 28 años, está casada, no tiene hijos. Es enfermera infantil de turno nocturno en el hospital pediátrico más importante de México, cree que cuidar es revolución. La salud de las mujeres, las niñas y los niños son su prioridad en esta lucha.

Quizás para Magaly, Ameyalli y para mí, la militancia en el feminismo es apenas joven. Pero antes de nosotras estuvieron muchas mujeres en la lucha, quizás en condiciones mucho más complejas y hostiles que nosotras.

Hilda Rodríguez Loredo tiene 64 años, es economista y maestra en Demografía por el Colegio de México. Actualmente es docente. Tiene dos hijas. Le gustan mucho los números y trabajar con ellos, pero le gusta más hablar con la gente y acercarse a las realidades. Recuerda ser feminista desde la década de los 80; entonces militar en movimiento implicaba pagar un “precio” y ella está contenta de haberlo liquidado.

“Por allá de los 80 abrieron una materia donde se hablaba y leía sobre feminismos. Esto se dio así casi de manera clandestina, nos fueron informando algunas estudiantes que sabían que podíamos identificarnos con ese movimiento. Leíamos, íbamos a asambleas, discutíamos y ahí es donde ya no sólo tiene sentido académico, sino totalmente personal. Es cuando te empiezas a identificar con los planteamientos, resuelves esos conflictos que traes de cuestionamiento a la familia a la que perteneces, a tus vínculos, a los problemas que se viven, vas entendiendo las razones”, cuenta Hilda Rodríguez.

Pero también militar en el feminismo rompe con muchas cosas, transforma las relaciones porque te coloca en otra posición, una mucho más crítica. “Entonces regresas a casa y cuestionas en tu familia y te peleas con tu papá y con tu mamá, y también con todo el mundo, porque reclamas derechos, reclamas libertad, reclamas autonomía. Hubo un tiempo de muchos conflictos por el despertar que te da el feminismo. Incluso términos de relaciones amorosas pues claro que eso rompe mucho con lo que se creía que era un vínculo y ya no encaja”, recuerda Hilda.

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¿El feminismo recompensa?

Por mucho tiempo el feminismo ha sido estigmatizado en negativo e incluso ha sido comparado con ideologías fascistas antiderechos que produjeron crímenes de lesa humanidad. Nada más alejado de la realidad.

Pero las mujeres resistimos, poco a poco desmitificando el movimiento y poniendo sobre la mesa el cometido principal: que las mujeres gocemos de autonomía, tengamos acceso efectivo a todos nuestros derechos, que vivamos una vida libre de violencia y que ninguna se quede atrás. Yo estoy convencida de que vale la pena.

“A mí me ha gustado vivir así, aún con los conflictos que eso ha representado, pero finalmente también vas aportando algo a la discusión en las familias, van entendiendo lo que estás buscando. Eh, entonces es un proceso muy enriquecedor, te da mucha satisfacción. Me siento muy contenta con la vida que he tenido, con la vida que tengo. Me quedo tranquila por lo que también aprendieron mis hijas: son críticas, lograron unirse a compañeros que cambiaron, que son diferentes, que comparten los ideales, que respetan”, dice Hilda Rodríguez.

Ameyalli y Magaly coinciden. Recompensa no sólo porque nos ha permitido extender algunos derechos fundamentales y proteger los que han sido conseguidos por nuestras antecesoras, sino porque hacer parte de esta lucha también será crucial para las que hoy son niñas.

¿Qué preocupa y por qué seguimos luchando?

Magaly, Ameyalli, Hilda y yo coincidimos: quizás una de las luchas más grandes que persisten en México es la violencia incesable que se perpetra contra las niñas, las adolescentes, las adultas jóvenes y las adultas mayores. Esa que nos deja un promedio de 10 mujeres asesinadas de manera violenta cada día.

“Quiero que ellas vivan sin miedo, que sueñen muy grande. Para ellas espero una vida libre de cualquier tipo de violencia, un mundo más justo, una sociedad más solidaria, garantía de acceso a la salud y a la educación, la defensa de sus derechos. Quiero que cada una de las niñas que hoy cuido, lleguen a ser mujeres adultas, cumplan sus metas y se desarrollen plenamente en cada ámbito de sus vidas”, enfatiza Ameyalli.

Magaly, siendo mamá de Katia que está por cumplir tres años, se preocupa por muchas cosas, pero la violencia de género es la que más le aterra. “Me da una ansiedad impresionante ver las noticias de las niñas desaparecidas, violadas, asesinadas. La violencia feminicida es la que yo siento que más va a costar erradicar y es por eso por lo que yo salgo a marchar y luchar cada día”.

Hilda, por su parte, considera que en el contexto en el que el narcotráfico está tan presente en la vida pública y privada de México se exacerba la violencia en contra de las mujeres y también se esconde, porque se trata de un problema estructural y no uno aislado. Considera que es fundamental que se ponga el foco en esta conexión.

Yo, creo que hoy más que nunca, necesitamos de la movilización. Las victorias conseguidas por el feminismo en materia de liberación y derechos no están blindadas y la violencia que se ejerce por razones de género tampoco cesa.

Hilda me comparte una reflexión final:

“Yo me he identificado mucho con el concepto del “feminismo aguafiestas” de Sara Ahmed: estás en una fiesta, en una reunión, en el salón de clases, en tu trabajo y cuestionas todo y señalar los machismos y otras violencias e incómodas. Entonces siempre eres la aguafiestas, ¿no?, pero me parece que hay que hacerlo. Sí puede representar un conflicto, pero la reflexión social sólo puede empezar así, los círculos sociales son otro frente de lucha”.

Para leer el texto Vivir una vida feminista de Sara Ahmed dar clic aquí.

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