Restos de ADN, cámaras de vigilancia, la señal de los móviles y la conducta. Son muchos los indicios que acorralan a Óscar, el principal sospechoso por la muerte de Esther López. Entonces, ¿por qué está en libertad? ¿por qué la jueza ha prorrogado seis meses la instrucción?
Existen casos en los que, pese al aparente raudal de evidencias y pruebas, la resolución se complica por un devenir circunstancial. Ni todo lo que parece evidente lo es, ni todas las pruebas aportan una sola teoría. De hecho, en este suceso, se dan ciertos detalles interpretables por ambas partes, acusación y defensa.
Esther López desapareció en la madrugada del 13 de enero de 2022. Había salido con unos amigos a tomar algo y nunca regresó a casa. Fue hallada muerta el 5 de febrero, tras casi un mes, en el lateral de una carretera hacia Traspinedo, en Valladolid. Los agentes se dieron cuenta enseguida de que la escena del crimen había sido amañada. El último en verla con vida habría sido, presuntamente, Óscar.
Es lo que se conoce como staging. Su cuerpo fue depositado allí tiempo después de morir. La posición del cadáver y sus pertenencias indicaban que su asesino, o algún cómplice, trasladó su cuerpo a una zona diferente a donde murió, para no ser descubierto.
La conclusión de los médicos forenses tras la autopsia indicó que había fallecido por un shock multifactorial. Habría sido atropellada a una velocidad media-baja, y los politraumatismos se sumaban a la hipotermia, fruto de una noche helada, y a un consumo de drogas y alcohol elevado, incluso al borde del coma. Por eso se respalda la hipótesis de que, si hubiese sido atendida, podría haberse salvado. La muerte es de etiología accidental u homicida, y eso es lo que tendrá que esclarecer la jueza.
La principal hipótesis que se baraja es la posibilidad de que, tras una noche de fiesta, Óscar y Esther, tras despedirse del resto de amigos, tuvieran una pelea. Óscar habría atropellado a Esther y, lejos de socorrerla, la habría estado escondiendo durante varios días hasta depositar su cuerpo en una cuneta. Según los investigadores, se trataría de un “arrebato en caliente” fruto de un “conflicto interpersonal”.
Las evidencias del caso
El ADN. Se hallaron restos de ADN de Esther en el maletero del coche de Óscar. Sería fácil pensar que pudo meterla ahí tras atropellarla, pero hay que probarlo. A nivel jurídico, no se trata de una prueba directa de su implicación en el crimen. De momento, los restos no serían sanguíneos. Pero no solo. La defensa puede darle la vuelta esa misma prueba para respaldar su inocencia, porque también se detectó ADN de más personas. Es decir, se podría justificar ese hallazgo. También se encontró una fibra de ropa en el domicilio de Óscar, pero, una vez más, no es suficiente para encarcelarlo.
El coche. Otro punto clave de su posible culpabilidad. Óscar dijo que no había lavado su vehículo, sin embargo, las cámaras de seguridad podrían demostrar lo contrario. En las imágenes, aparece un individuo lavando a fondo su coche, horas después de la desaparición de Esther. Misma marca. Mismo color. Incluso un colgante igual o muy similar en el parabrisas. ¿Cuál es el problema? La matrícula. La calidad de las imágenes es sumamente baja y por el momento no resultaría posible identificarlo con claridad.
El informe de la Guardia Civil aporta una abolladura en la carrocería que respaldaría la teoría del atropello. Pero Óscar afirma que no estaba, y que ocurrió a posteriori, quizá ocasionada en la propia inspección. ¿Cómo probar si ese golpe fue causado aquella noche?
La centralita. Óscar manipuló su vehículo al menos en dos ocasiones, para borrar toda información de sus movimientos. Aunque parezca evidente que quería deshacerse de pruebas, el hecho por sí solo sigue sin ser suficiente.
Los móviles. Óscar explicó que antes de regresar a casa a dormir, dejó a Esther cerca de la suya. El móvil de la víctima, sin embargo, demuestra lo contrario: su geolocalización la sitúa en el domicilio de Óscar pasadas las 3 de la madrugada. Además, ambos teléfonos fueron puestos en modo avión durante varias horas. Pero la posición del teléfono tampoco es una prueba directa. En general, es posible localizar por terminal o por antena. En zonas pequeñas o en lugares aglomerados, por ejemplo, dos dispositivos cercanos pueden conectarse a antenas diferentes. No sería una prueba definitiva y podría ser rebatida.
Las contradicciones. Óscar dio al menos tres versiones distintas sobre lo ocurrido aquella noche. Que discutieron y bajó de su coche, que había quedado con otra persona, que iba a buscar a otro amigo. Para la acusación serían una clara muestra de culpabilidad, para la defensa podría justificarse por la confusión habitual tras una gran ingesta de alcohol. Mismo hecho, valoraciones distintas.
La principal incógnita es dónde estuvo escondido el cuerpo de Esther durante las semanas previas a su hallazgo. Y cabe preguntarse cómo es posible, si Óscar ya estaba siendo investigado y seguido, que nadie lo viera depositar el cadáver en aquella cuneta. Faltan el cómo, el cuándo, el por qué. Otra baza para el principal acusado.
Será la unión de todas las pruebas lo que pueda esclarecer qué pasó aquella noche. De momento, las cerca de 500 páginas redactadas por los investigadores no parecen suficientes, porque la jueza pidió dilatar la instrucción. Óscar ha sido puesto en libertad porque no se considera que haya riesgo de fuga, destrucción de pruebas o reiteración del delito. Pero si no se ha ido ya a juicio es porque todavía falta algo. Queda por ver si se suman más indicios al puzle de sólidas sospechas y pruebas interpretables. El de Esther López es un claro ejemplo de la importancia de las ciencias forenses en la resolución de los casos. Cada detalle cuenta, y nos cuenta algo.