Publicado: enero 30, 2025, 10:05 pm
Si estáis leyendo este artículo, es porque ya os ha pasado – o porque sabeis que os pasará. Sinceramente, jamás pensaba que me iba a ocurrir a mi. Soy una persona de costumbres muy marcadas, y siempre tengo claro donde dejo las cosas (porque las dejo siempre en el mismo lugar) precisamente para evitar perderlas… o que pasen cosas como las que me pasó.
Diecinueve años hablando del mundo Apple no te eximen del despiste, eso está claro. Y mira que he aconsejado a gente en esta situación durante todos estos años… hasta que me pasó a mi, un día cualquiera que volvía del gimnasio. El caso es que antes de subir a casa pasé a comprar algo y en el super me quité los AirPods. Pero en lugar de guardarlos en su caja de carga – que estaba perfectamente escondida en la mochila – los guardé en un bolsillo del pantalón.
Ese pantalón acabó en la lavadora esa misma tarde. Justo cuando el ciclo de lavado llegaba al clímax, yo estaba buscando mis AirPods porque quería escuchar un podcast. Sólo encontré la caja de carga. Miré hacia el cuarto de la lavadora y lancé un aullido de puro terror (quizás no pasó así, pero en mi cabeza tengo esa imagen): los AirPods estaban dentro del pantalón que ahora mismo se estaba centrifugando. “Y ahora, ¿que hago?”.
Vamos a calmarnos
Sé lo que estáis pensando, olvidad lo de sumergirlos en arroz. No sólo podría estropearlos, sino que además las supuestas propiedades que se le atribuyen no funcionan tan bien fuera de Tik Tok. Siempre había oído que era mejor guardar el dispositivo en un recipiente con las típicas bolsitas antihumedad que vienen en algunos productos. Exacto, justo las que siempre tiramos a la basura. Esas.
Tampoco tenía ninguna por casa, pero informándome, parece que al pasar un tiempo expuestas al aire pierden sus propiedades. No almacenéis estas bolsitas creyendo que algún día os servirán porque lo más probable es que cuando las necesitéis, ya no funcione el invento. Lo mejor era comprar unas nuevas, y rápido, porque la lavadora ya estaba pitando.
Busqué por Amazon con el envío en el mismo día (en las tiendas de mi barrio no encontré) pero – oh, dios mio – había decenas de opciones. Evité sacarme el doctorado en el producto – como hago casi siempre que tengo que comprar algo – y filtré por las que entregaban en el mismo día, que había prisa. Muy importante: tienen que venir en un sobre selladas al vacío, para que no pierdan las propiedades antes de usarlas, como hemos comentado antes. Si no lo veis en las imágenes del producto, mirad en las fotos de los comentarios. De todas formas aquí os dejo las que compré yo por si alguien las necesita:
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La magia detrás de estas bolsitas desecantes es que contienen un material absorbente. Suelen contener sílice en gel que tiene propiedades altamente deshidratantes. No hay que abrir los sobres, simplemente guardar el dispositivo que queremos proteger entre ellos. Leyendo sobre el tema después me enteré que son muy útiles para guardar productos electrónicos que no vamos a utilizar, o si sois de los que hacéis el cambio de armario y metéis la ropa en sobres sin aire. Con una de estas bolsitas evitaréis malos olores y problemas con los tejidos.
Pero bueno, yo sólo quería que mis AirPods no abandonaran este mundo. Mientras esperaba al repartidor como quien confía su vida al destino, desenlacé los AirPods de mi cuenta de iCloud: así evitaría que se activaran accidentalmente al aproximar alguno de mis dispositivos, y al hacerlo el interior mojado se estropease. Por supuesto, no los guardé en su caja de carga – a buenas horas – para evitar que la batería se dañase precisamente por lo mismo.
Importante: hay que eliminar toda la humedad que podamos antes de guardarlos con las bolsitas desecantes. Lo que hice, mientras llegaban, fue golpear ligeramente los AirPods boca abajo para que saliera la máxima humedad, dejándolos que se secaran después apoyados sobre una taza, por si acababan expulsando alguna gota más.
El milagro de la vida
Después de lo que me parecieron como 300 años después – en realidad tres horas – llegaron las ansiadas bolsitas. Comprobé que venían cerradas al vacío, aquellas cosas eran mi última esperanza. Localicé algún tarro de cristal vacío y limpio en la cocina (si no tenéis tarros de cristal en la cocina es que sois muy jóvenes) y pensé: “¿cuantas bolsitas de estas tengo que echar en el tarro?”.
Como no sabía la respuesta (ChatGPT tampoco lo tenía muy claro, te odio OpenAI) yo las puse casi todas, porque aquí hemos venido a jugar. Lo aposté todo o nada: aquel tarro antaño de olivas ahora podría convertirse en un sarcófago o en una cámara de sanación. Intenté que los AirPods quedaran lo más centrados posible en el tarro (esto no tiene explicación, pensé que era mejor) y lo cerré.
¿Dónde guardaba ahora esto? Mira, de perdidos al rio. Como quien reza con toda su fe, puse el tarro lo más cerca posible de la estantería en el armario donde todos (sí, sé que vosotros también) guardamos nuestras cajas de productos de Apple. No me juzguéis, estaba desesperado. La ciencia parecía estar de mi lado pero también necesitaba cualquier ayuda posible. Si hubiera tenido una estampa de Steve Jobs también se la hubiera puesto.
Toda ayuda era poca
Como quien entierra una cápsula del tiempo, me despedí de aquel bodegón: “Nos vemos en siete días, viejo amigo”. ¿Por qué siete dias? Tampoco lo sé. Intenté que fuera el máximo tiempo posible antes de que me afectara mi síndrome de abstinencia por mis AirPods. Y que fuera un número redondo, una semana. Preguntando, luego me enteré que quizás hubiera obtenido el mismo efecto en 24 o 48 horas, pero yo no quería jugármela, amigos.
Durante estos días de letargo, echaba un vistazo a aquello como quien va a comprobar las constantes vitales de un paciente. Obviamente el tarro de olivas no mostraba ningún signo de nada, pero yo confiaba. Porque hay que confiar (y porque no tenía otra). Así que por fin, después de mis siete aleatorios días, lo abrí.
Que limpitos están, ¿eh?
Bueno, me costó abrirlo, la verdad. Entiendo que las bolsas desecantes usaron el aire del tarro para algún extraño sortilegio anti-humedad, no lo sé. Saqué las tres mil bolsitas de humedad que puse (fueron siete) y sostuve mis AirPods tratando de no darles la extremaunción. Los puse en la caja de carga, y miré de reojo por si conectaban al iPhone (recordad que los había eliminado de mi cuenta de iCloud). ¡Parece que los detectaba sin problemas!
Después del proceso de emparejamiento, ví alguna señal rara en el indicador de batería de los propios auriculares: basculaba un poco entre valores, como si estuviera reajustándose. Al cabo de diez eternos minutos, me los puse. Oí el “dong” de conexión – buena señal, buena señal – y me puse una versión de Dustland de The Killers.
Aquello sonaba como el cielo, no sólo porque la canción es brutal, también porque los AirPods parecían funcionar. No noté defectos en el sonido, ni en la latencia. Lo había conseguido, aquellos malditos auriculares habían vencido a la muerte. Quizás tuve suerte porque si hubiera sido la caja de carga la que se hubiera mojado, no se podría haber recuperado tan fácil.
Espero no averiguarlo en el futuro, pero nunca está de más quedarse con los pasos clave de esta aventura. De estos mil días aciagos esperando el resultado final (sólo fueron siete) he aprendido mucho, pero quizás las lecciones más importantes son que no hay que confiarse, que los AirPods se guardan en la caja y la caja se saca de los pantalones antes de lavarlos y que siempre hay que tener bolsitas desecantes en casa, por si acaso. Ojalá no os pase nunca, pero si os pasa, recordad: no estáis solos, amigos. Hay esperanza.
En Applesfera | La guía definitiva de Apple para limpiar tus AirPods
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La noticia
Así han quedado mis AirPods tras meterlos accidentalmente en la lavadora y cómo he podido salvarlos milagrosamente
fue publicada originalmente en
Applesfera
por
Pedro Aznar
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