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One CGIAR: 50 años innovando para alimentar al mundo

Publicado: enero 28, 2025, 1:00 am

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Para atender los enormes retos que enfrenta la humanidad en términos de alimentación, se requiere un gran esfuerzo colectivo para promover la implementación de mejores prácticas agrícolas de la mano de innovación tecnológica. Para poder avanzar en esa dirección, es imprescindible apoyar la investigación científica agrícola y la innovación tecnológica en todo el mundo. 

Hace más de cincuenta años fueron creados diferentes centros internacionales de investigación especializados en temas agroalimentarios con sede en países estratégicos. Actualmente, son 15 centros que integran el grupo One CGIAR (Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional), con la misión de ayudar a resolver el hambre en el mundo y transformar los sistemas alimentarios, de tierras y de agua. Entre ellos destacan el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en México, el Centro Internacional de la Papa (CIP) en Perú, el Centro de Cultivos para Zonas Áridas (ICRISAT) en India, el Centro Internacional de Investigación en Arroz (IRRI) en Filipinas, el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) en Colombia y el Instituto de Investigación en Políticas Alimentarias (IFPRI) en Estados Unidos.

La presencia de cuatro de estos centros en el continente americano ha significado, desde su creación, un gran impulso para el desarrollo de la agricultura en nuestro continente y, desde luego, para el resto del mundo.

Un ejemplo sobresaliente es el papel que ha jugado el CIMMYT en la liberación de variedades de trigo tolerantes a la roya desarrolladas en México. Estas semillas fueron determinantes para salvar cientos de millones de vidas a través de la Revolución Verde en la década de los 60. Aún hoy en día se estima que el 70% de las variedades de trigo sembradas en el mundo son el resultado de la investigación de este centro.

Igual de trascendente ha sido el trabajo de prospección, documentación y disponibilidad de la diversidad genética del maíz que lleva a cabo el CIMMYT en las instalaciones de El Batán, en Texcoco. En este proyecto, en el que participan genetistas de México y otras partes del mundo, se ha creado un banco de germoplasma que alberga semillas de toda la diversidad genética del género Zea mais existente en el planeta y que desde su fundación ha estado disponible para todos los países que lo han solicitado.

El sistema One CGIAR es financiado por un gran número de países, incluyendo por supuesto a México, además de organismos internacionales de cooperación (como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO), de financiamiento (como el Banco Mundial), organizaciones no gubernamentales y fundaciones privadas. Su presupuesto total es de poco menos de 1,000 millones de dólares anuales (según datos de 2024), que se invierten para sostener las actividades del sistema, integrado por aproximadamente 10,000 personas que prestan sus servicios a más de 80 países.

El presupuesto referido representa tan solo el 1% de los recursos que se destinan a la investigación científica mundial orientada a fortalecer los métodos de producción agrícola, lo cual es a todas luces insuficiente. Para ser capaces de solventar los retos que enfrenta la agricultura mundial y garantizar la seguridad alimentaria de la humanidad, se requiere de mayores contribuciones económicas a este sistema de centros internacionales de investigación científica y tecnológica.

Asimismo, el enorme esfuerzo que llevan a cabo estos centros debería tener una vinculación mucho más estrecha con los programas nacionales establecidos por los países que los albergan.

En el caso de México, el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), los centros de investigación agrícola y las universidades públicas necesitan trabajar de manera coordinada con el CIMMYT para seguir liberando nuevas variedades genéticas de trigo y maíz tolerantes a plagas y enfermedades, que se adapten a los efectos del cambio climático, tales como la sequía y las temperaturas extremas, además de fortalecer los programas de capacitación y de transferencia de tecnología.

Si bien esta colaboración ha venido ocurriendo en los últimos años, se debe incentivar aún más la complementación técnica y científica entre estos importantes actores para continuar garantizando los alimentos que demanda la creciente población nacional y mundial.

El tema del financiamiento y la priorización de la investigación fue uno de los ejes centrales de discusión en la reciente reunión del CGIAR (Berlín, diciembre de 2024), en la que estuve presente. Ahí dialogamos sobre cuántos recursos financieros deben destinarse específicamente a los proyectos de investigación científica e innovación tecnológica que pueden tener un impacto directo en los sistemas agroalimentarios. También se habló sobre el papel que deben jugar los centros del grupo frente al gran reto de adaptar la agricultura a los efectos del cambio climático y sobre la trascendencia de la investigación que desarrollan en los territorios rurales de los países más desfavorecidos.

En ese sentido, será muy importante el foro científico que tendrá lugar a principios del mes de abril en Nairobi, Kenia. Ahí México deberá fijar postura respecto al valor de nuestra contribución por ser sede del CIMMYT, así como a la necesidad de continuar promoviendo la investigación aplicada a incrementar la productividad a cualquier escala, tomando en cuenta la responsabilidad ambiental y el compromiso social con todos los productores agrícolas del mundo y haciendo énfasis en sacar de la pobreza particularmente a los campesinos e indígenas de nuestra región latinoamericana y caribeña. En tal reunión también deberá resaltarse la ayuda que México brinda al continente africano a través de las aportaciones del CIMMYT.

¿Qué gana México con ser parte de este sistema? La realidad es que, desde la creación de dichos centros, nos hemos visto beneficiados por el acceso al desarrollo de la investigación que ocurre en ellos, así como al germoplasma de especies de importancia para el país; además, hemos podido enviar cientos de investigadores, funcionarios públicos y agricultores a capacitarse y aprender sobre diversos temas agrícolas y el uso de tecnologías útiles para el desarrollo de nuestra agricultura en una gran diversidad de países, donde operan los centros internacionales.

Un ejemplo exitoso de ese tipo de vinculación es el programa MasAgro que durante los últimos 16 años han desarrollado en conjunto el CIMMYT y la Sader. Si bien ha sido poco difundido, gracias a MasAgro se ha logrado incrementar la productividad y la transferencia de prácticas agrícolas sustentables a más de 500,000 agricultores de muy bajos recursos, principalmente de las regiones sur y sureste.

La estrategia consiste en integrar la innovación científica con la producción sustentable local para beneficio de la pequeña agricultura familiar. El programa ha impactado considerablemente la producción agrícola de autosuficiencia del sur de México al mejorar las prácticas tradicionales con sencillos aportes en el manejo del agua, el suelo, los insumos y, sobre todo, los recursos genéticos vegetales preservados por generaciones.

Además, tras el éxito de su desarrollo en México, este programa se ha internacionalizado llevando sus beneficios a países como Guatemala, Honduras y El Salvador, en Centroamérica, así como en Zambia, Malawi y Tanzania, en el continente africano.

MasAgro se adelantó a los tiempos y, como se planteó en el foro de Berlín, estas estrategias son consideradas como alternativas prácticas, económicas y sustentables para la agricultura de autoconsumo, lo que, entre otras cosas, ayudará a evitar el abandono del campo y la migración.

Lo expuesto deja clara la pertinencia de fortalecer la investigación y la innovación en favor del sector agropecuario y la seguridad alimentaria, además de la trascendencia de apoyar a instituciones como One CGIAR y sus centros.

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