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Los errores de Trump

Publicado: enero 20, 2025, 7:00 am

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Trump asume hoy, por segunda ocasión, la Presidencia de los Estados Unidos habiendo ganado las elecciones al amparo de una campaña electoral populista y xenófoba. Su lema “Make America Great Again” está sustentado en su idea de que las relaciones internacionales, incluyendo los intercambios comerciales, son un juego de suma cero.  

Sus concepciones de lo que es el comercio internacional, todas ellas erradas, solo se explican si estuvo dormido durante el curso de Economía internacional que llevó durante sus estudios de economía en la Universidad de Pensilvania. Trump entra en la categoría de aquellos que profesarían el “bullonismo” (derivada de bullion o lingote de oro) que erróneamente postula que el oro es lo que mide la riqueza y de ahí la idea de que para un país, entre mayor sea el superávit comercial que le permita acumular más oro, más rico será. Derivado de lo anterior, otro error que comete es equiparar un déficit comercial con las pérdidas en las que incurriría una empresa y un superávit con las ganancias.

En la misma línea, es un mercantilista que considera que un superávit comercial es “bueno”, mientras que un déficit es “malo”. Es de los que considera, erróneamente, que el fin del comercio internacional son las exportaciones y no las importaciones. En materia de comercio internacional, Trump no es un seguidor de Adam Smith y de David Ricardo y no entiende el concepto de ventajas comparativas ni el de las ganancias derivadas de la especialización y del intercambio comercial; si las entendiera sabría que el objetivo del comercio es importar aquellos bienes que son producidos en el exterior a un costo menor que lo que costaría producirlos internamente (parecería, por los aranceles que le impusieron a las importaciones provenientes de China y la idea de revivir la política de sustitución de importaciones, que la presidenta Sheinbaum y su secretario de Economía tampoco lo entienden).

Otra concepción errónea de Trump en materia de comercio internacional es que si un país experimenta un superávit, este estaría recibiendo un subsidio de su contraparte deficitaria. Lo dejó en claro cuando afirmó que Estados Unidos está subsidiando a Canadá y a México porque estos dos países tienen un superávit comercial con Estados Unidos. Esta idea también refleja que no entiende el concepto de ventajas comparativas.

Finalmente, no entiende las tres ecuaciones macroeconómicas: a) oferta agregada [PIB (y) más importaciones de bienes y servicios (M)] es igual a la demanda agregada [consumo privado (C) más consumo gubernamental (G) más inversión privada y gubernamental (I) más exportaciones de bienes y servicios (X)]; b) la brecha entre inversión (I) y ahorro (A) más la brecha entre consumo gubernamental (G) y sus ingresos (Tx) es igual al resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos (CC), es decir, la brecha entre importaciones (M) y exportaciones (X); c) la cuenta corriente de la balanza de pagos (CC) más las cuenta de capitales (CK) es igual a variación de las reservas internacionales (VRI). Estas tres igualdades se cumplen simultáneamente. Algebraicamente:

y + M = C + G + I + X

(I – A) + (G – Tx) = (M – X)

CC + CK = VRI

Si Trump entendiera estas tres ecuaciones sabría que el déficit externo que tiene la economía estadounidense, el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos del cual una parte es el déficit comercial, es el resultado de dos cosas. La primera es el reflejo de que el gobierno estadounidense tiene un déficit fiscal (G > Tx) y la segunda, que Estados Unidos tiene un superávit en la cuenta de capitales reflejando que es el principal destino de la Inversión Extranjera Directa y de cartera (I > A), lo que implica que la economía estadounidense absorbe y se beneficia del ahorro generado en terceros países.

Como Trump no entiende todo lo anterior y vive con sus erróneas concepciones en materia de comercio exterior, es que considera que aranceles es la más bella palabra que existe y que su imposición no solo haría “más grande a Estados Unidos”, sino que también es un instrumento que puede utilizar para lograr otros objetivos ajenos al comercio internacional como obligar a México (y a Canadá) a detener los flujos migratorios y de drogas hacia ese país u obligar a los países miembros de la OTAN a incrementar sus presupuestos militares.

Como hacerlo entender es inútil, la pregunta relevante para el gobierno mexicano es cómo actuar frente a la amenaza de Trump de imponer aranceles a las exportaciones (¿lo hará el día de hoy como lo prometió?). México claramente ganaría si coopera sin que ello implique doblegarse ante el masiosare. Cooperar incluye dejar de consentir a los cárteles, dejar de violar el T-MEC (electricidad, petróleo, órganos autónomos, etc.), impedir que China triangule sus exportaciones a Estados Unidos a través de México, quitarse la telaraña ideológica del supuesto daño a la salud del maíz transgénico, dejar de alinearse con las dictaduras cubana, nicaragüense y venezolana, etcétera. Los mexicanos no podemos darnos el lujo de que por no cooperar un día Trump decida dar por terminado el tratado norteamericano; seríamos más pobres y menos soberanos.

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