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Se cumplen ya 100 días desde que el nuevo gobierno tomó el timón, y si bien es cierto que es aún muy poco tiempo para medir las acciones, lo que sí podemos advertir es que cambios de discurso y reconocimiento del problema de la criminalidad y la violencia se han llevado a cabo. En estos tres meses, es importante visibilizar dos aspectos: por una parte, no se ha negado el problema de la criminalidad, y tampoco el de la complicidad de agentes vinculados a organizaciones delictivas a nivel municipal —Chiapas, Michoacán y el Estado de México son tres ejemplos de esto—.
Por otra parte, la presencia constante del secretario de Seguridad Pública dando información y seguimiento sobre detenciones, decomisos y despliegues territoriales es importante en la forma de comunicar que a nivel institucional hay presencia. Algo que valdría la pena destacar es que esta estrategia ha dejado ver que por ahora no habrá más abrazos, a pesar de que los discursos mañaneros busquen matizarlo. Sí, estos tres meses muestran un cambio en la forma de comunicar una agenda de seguridad y, a su vez, un intento más profesional, a pesar de los recortes de presupuesto en inteligencia y seguridad, en materia de coordinación e investigación. Estos son cambios que en estos meses no pasan desapercibidos y marcan una gran diferencia con respecto al manejo de las crisis de seguridad del sexenio pasado, donde la negación, la minimización y las agresiones a quienes hablaran del tema no se dejaban esperar en las mañaneras.
Por otra parte, lo complejo de este asunto, más allá de la comunicación y el reconocimiento de los problemas, la presencia civil y militar, aunado a los despliegues territoriales, es que la realidad de la violencia y la recurrencia de la sangría continúan. Destacar que se ha mostrado una tendencia a la baja de homicidios en los primeros 100 días de gobierno —16.3%—, y que, de 100 muertes diarias, ahora estamos en 82 homicidios, no nos debería sugerir algo positivo en la vida cotidiana, ya que no es una tendencia, sin poder tener claro el tipo de intervenciones en las zonas y su permanencia en la reducción de las violencias. Lamentablemente, la constante de la violencia y el predominio de grupos criminales en algunas zonas sigue siendo crónica y no parece aún ser contenida. Casos como Sinaloa, Guanajuato, Michoacán, Chihuahua, Jalisco, Puebla, Sonora, Guerrero, Chiapas, solo por nombrar algunos estados, son muestra de que la cooptación de grupos delictivos en localidades es persistente y peligrosa. En definitiva, los decomisos de armas —3,600— o de drogas —66 toneladas de droga asegurada y 561 mil pastillas de fentanilo—, la detención de 7,720 personas detenidas por delitos de alto impacto, o la captura de 43 objetivos prioritarios —de conformidad a datos de la Secretaría de Seguridad Pública y Ciudadana—, son por supuesto positivas, en tanto que, a su vez, son acciones y una obligación de cualquier institución de seguridad aquí y en el mundo.
Caer en la tentación de celebrar resultados, sin la prudencia de medir resultados en una constante de tiempo razonable, con evidencias y lograr probar que la gestión territorial y la contención criminal están evidenciando la restauración de tranquilidad en la sociedad en su día a día, donde las instituciones y la autoridad toman el control de las localidades y recuperan los espacios delictivos, es no estar aún muy cerca de consolidar intervenciones sólidas que permitan hablar de una reestructura y cambio de paradigma en el campo de la inseguridad. Las formas son muy importantes, y esto a tres meses nos va dejando ver recursos nuevos en el escenario, lo cual es importante, pero en los fondos, es ahí donde está el meollo del asunto… El día a día nos irá mostrando qué sí se está implementando de verdad, y qué solo queda para la comunicación, más allá de toda voluntad política.
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