El segundo mandato de Donald Trump como presidente de Estados Unidos aún no ha comenzado, pero tanto él como su equipo ya han ido avanzando en las últimas semanas cuáles podrían ser sus líneas de acción una vez que asuma el mando el próximo 20 de enero.
Las propuestas en el ámbito de la política internacional se encuentran entre las más insólitas hasta el punto de que cuesta dar a todas ellas credibilidad dado el espíritu provocador que caracteriza al futuro mandatario del Partido Republicano.
En los últimos días, Trump ha dado vida de nuevo a ideas suyas ya conocidas como la compra de la isla de Groenlandia, un territorio semiautónomo que forma parte de Dinamarca, a la que hizo referencia en un mensaje en la red social de su propiedad Truth.
La semana pasada ya había indicado que declarará a los cárteles mexicanos del narco como «organizaciones terroristas», abriendo la puerta a una intervención militar en su vecino del sur, o acusado a Panamá de cobrar demasiadas tarifas a los barcos estadounidenses que cruzan el canal que atraviesa el país centroamericano, cuyo control Estados Unidos cedió en 1999.
Además, Trump lleva semanas refiriéndose a Canadá como el «estado número 51″de Estados Unidos en un tono que en condiciones normales se consideraría meramente como jocoso, pero que, dados el resto de planes expansionistas, están preocupando a muchos al otro lado de la frontera norte.
De llevarse a cabo el catálogo de planes de expansión territorial, supondrían un giro imperialista por parte de la gran potencia mundial que vería ampliado notablemente su superficie soberana y requerirían poner en marcha ingentes recursos diplomáticos, económicos y militares.
La compra de Groenlandia, una vieja aspiración
Groenlandia es una inmensa isla ubicada geográficamente en Norte América, pero políticamente vinculada desde el siglo XIII a Dinamarca. Actualmente tiene una amplia autonomía frente al país nórdico, del que es una «nación constituyente», e incluso cuenta con la posibilidad constitucional de declarar su independencia desde 2009.
Su población apenas llega a los 60.000 habitantes, concentrados en la costa sur y la mayor parte de sus 2,1 millones de kilómetros cuadrados están cubiertos de hielo. El cambio climático, sin embargo, podría dejar a la vista buena parte de la isla, haciendo accesibles sus riquísimos recursos naturales.
Durante su primer mandato presidencial, el 2019, Trump ya propuso que Estados Unidos compraran la isla, una idea que nadie se tomó muy en serio, aunque Dinamarca explicitó que Groenlandia no estaba a la venta. Este pasado lunes, el presidente electo recuperó sorpresivamente la idea en un mensaje en Truth informando del nombramiento del nuevo embajador estadounidense en Dinamarca, afirmando que «Estados Unidos considera que la propiedad y el control de Groenlandia son una necesidad absoluta».
La respuesta no ha tardado en llegar y ha sido la misma que hace cuatro años. El primer ministro de Groenlandia, Múte Egede, rechazó tajantemente, a través de Facebook, la posibilidad de que una venta territorial fuese una opción: «No estamos en venta y nunca lo estaremos».
Volver a controlar el Canal de Panamá, 25 años después
El Canal de Panamá, inaugurado en 1914, supuso un cambio inmenso en las rutas de navegación internacionales y, especialmente, para Estados Unidos, que pudo recordar ostensiblemente la distancia navegable entre sus dos costas. Este país controló militarmente el canal hasta que en 1977 comenzó a operarlo conjuntamente con Panamá y en 1999 cedió completamente el control del mismo al país centroamericano.
Desde entonces, el canal ha tenido que afrontar una serie de sequías que han dificultado su funcionamiento, razón que ha esgrimido Panamá para encarecer las tarifas que impone por su uso. Esta ha sido la excusa oficial para Trump que ha advertido a las autoridades panameñas que, de continuar con estos precios «ridículos», exigirá que «el Canal de Panamá sea devuelto a Estados Unidos».
La razón que muchos expertos están viendo detrás de esta amenaza es, sin embargo, la creciente presencia en Panamá y en el canal de China, país que Trump ve como el gran antagonista de Estados Unidos a nivel mundial.
La respuesta de las autoridades panameñas ha sido tan contundente como la de las groenlandesas y aventura que la voluntad de Trump no se impondrá sin conflicto. «Como presidente, quiero expresar de manera precisa que cada metro cuadrado del Canal de Panamá y su zona adyacente es de Panamá, y lo seguirá siendo», declaró el presidente del país, José Raúl Mulino, en un comunicado el domingo. «La soberanía y la independencia de nuestro país no son negociables».
Una «intervención blanda» en México
México se ha convertido en las últimas décadas en la capital mundial de los cárteles del narcotráfico, que controlan amplias zonas y dirigen verdaderos ejércitos que hacen frente tanto al Estado mexicano como a las autoridades antidrogas de Estados Unidos, no en vano, principal comprador mundial de los estupefacientes que son distribuidos desde su frontera sur.
Según escribió en sus memorias Mark Esper, exsecretario de Defensa de Trump, éste ya había propuesto en 2020 lanzar misiles a México para «destruir los laboratorios de drogas», idea que fue tajantemente rechazada entonces por su equipo.
Desde su triunfo electoral en noviembre, Trump ha recuperado una retórica agresiva contra México, país al que acusa de ser demasiado indolente con los cárteles, y el lunes adelantó que declarará a estos como «organizaciones terroristas».
Todo esto ha recuperado la idea de una intervención militar «blanda» en el territorio de su vecino del sur, una posibilidad que, según publicó en noviembre la revista Rolling Stone, sería ya un hecho entre el nuevo equipo del próximo presidente. El debate, afirmaba la revista, no era si invadir o no sino hasta qué punto llevar la invasión.
En una intervención pública a principios de este mes, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, se refirió a esta posibilidad: «Por supuesto que no estamos de acuerdo en una invasión».
Canadá, ¿estado 51 de la Unión?
Quizás la idea más alocada de todas las que Trump ha ido poniendo sobre la mesa en estos últimos años en el ámbito de la política exterior es la de la anexión de Canadá a Estados Unidos. Estado plenamente independiente desde 1984 de su antigua metrópoli, el Reino Unido, Canadá es actualmente la octava mayor economía del mundo, a pesar de sus solo 40 millones de habitantes.
Trump ya declaró en campaña su intención de revocar el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá que su propia Administración negoció en 2018, por considerarlos perjudiciales para Estados Unidos. Su política previsiblemente proteccionista, supondrá la imposición de nuevos aranceles a Canadá y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, habría expresado sus preocupaciones por ello, según informó Fox News a principios de mes.
La respuesta de Trump, fue tan provocadora como sorprendente: «Siempre podemos formalizar la anexión, integraos a EE UU y ya no habrá aranceles». Desde entonces, el presidente electo ha seguido lanzando insinuaciones en un tono irónico, pero desconcertante, de que Canadá debería convertirse en el «estado número 51» -Estados Unidos está compuesto actualmente por 50 estados- y refiriéndose en redes sociales al primer ministro canadiense como «gobernador Trudeau».