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¿Cómo queda el nearshoring después del supermartes? Donald Trump gozará del dominio republicano en las dos Cámaras. Eso le permitirá operar sin contrapesos legislativos y, eventualmente, instrumentar lo que fueron sus promesas/amenazas de campaña, sin descafeinarlas.
¿Se acuerdan del Make America Great Again (MAGA)? En su primer periodo presidencial, Donald Trump pudo hacer poco para reindustrializar los Estados Unidos, pero instaló una narrativa y generó expectativas que ahora le dieron el triunfo en estados industriales como Michigan y Pensilvania. El relato es potente porque es simplista: los problemas de Estados Unidos se resolverán levantando bardas, literal y metafóricamente. Para cumplir con sus electores, subirá aranceles y tensará más la cuerda en la relación con China. Bajará el impuesto federal a las corporaciones de 21 a 15 por ciento. Sellará la frontera con México y hará deportaciones masivas de migrantes ilegales.
Las medidas anunciadas traerán más problemas que soluciones para la economía de Estados Unidos. Los aranceles producirán más inflación; la reducción de impuestos incrementará el déficit fiscal; la deportación masiva de migrantes agravará la escasez de mano de obra en industrias, como la construcción y en los servicios de hospitalidad: restaurantes y hoteles. Doblar la apuesta en el enfrentamiento con China es de consecuencias imposibles de predecir, pero nefastas para el mundo entero. Ahora hablamos de «guerra» comercial, pero debemos pensar en una danza compleja, donde las dos mayores economías del mundo compiten y colaboran intensamente. Se necesitan para desarrollar productos, pero también para generar mercados para las principales empresas del mundo. En estos días, se habla poco de colaboración, pero es necesario recordar que contribuyó a tener un largo periodo de baja inflación global y le dio a la economía mundial dos motores para impulsar el crecimiento. Incrementar los enfrentamientos es muy rentable políticamente para los líderes de Estados Unidoss y China, pero es destructiva. Podría dislocar algunas cadenas de valor y provocar un frenón para la economía global.
¿Cómo le irá a México? En materia económica, fuimos uno de los grandes ganadores del primer cuatrienio de Trump. México le quitó a China el liderazgo en la proveeduría a Estados Unidos. Los avances de las exportaciones mexicanas se produjeron de manera muy clara en sectores o industrias en las que se le aplicaron aranceles a China. Las tarifas de Trump a China pusieron en marcha un proceso que tomó otra dimensión del 2020 en adelante. México tomó un papel creciente como socio estratégico, para muchas empresas, industrias y también para la administración Biden.
El nearshoring es un hecho económico, pero también es un relato. Escrito a cuatro manos, por estadounidenses, mexicanos y gente de otras nacionalidades. El argumento central de este relato es que México es uno de los mejores lugares para relocalizar industrias y procesos de producción que ahora están en China. Es la cercanía geográfica, la abundancia relativa de mano de obra barata y de calidad y 30 años de experiencias exitosas de inversiones en manufacturas de exportación.
Llamo relato al nearshoring porque quiero insistir en la importancia de las historias para producir realidades. Entre 2016 y 2020, Donald Trump nunca habló de América del Norte como región, ni se refirió a la importancia de pensar el bloque México-Estados Unidos-Canadá en términos de competitividad. Su narrativa de MAGA ponía en el centro a Estados Unidos y no tenía una propuesta generosa para México. Una de sus primeras acciones de gobierno fue amenazar a Ford para que detuviera una inversión en San Luis Potosí. Ese día el tipo de cambio del peso se fue por arriba de los 22 por dólar. No alcanzaría ese nivel, otra vez, hasta el estallido del Covid-19.
¿El Trump 2.0 será más racional que el de la primera Presidencia? Esta es la hipótesis que más le conviene a México. Un Donald Trump que entienda que el nearshoring es mejor que el reshoring (proceso que llevaría la relocalización sólo a territorio estadounidense). Un mandatario que reconozca las ventajas de la integración económica con México y que utilice sus capacidades para llevar la relación a otro nivel. En este escenario, la revisión o renegociación del T-MEC sería un riesgo, pero también una enorme oportunidad. Si el mayor desafío de Estados Unidos es la competencia con China, podría reforzarse el papel de México como aliado y ser el lugar donde se instalen industrias de alto valor que siguen en Asia. Algunas de estas cosas se pusieron en marcha durante la administración Biden, pero hacen falta varios años para que maduren: manufactura de autos eléctricos, producción de semiconductores, industria farmacéutica y más desarrollo de industria aeroespacial, entre otras.
México deberá tener cabeza fría e inteligencia, dijo Marcelo Ebrard, el miembro del gabinete de Sheinbaum que más ha tratado con Trump. Yo añadiría capacidad de ejecución en las cosas que a Estados Unidos le importan. ¿Podemos garantizar que China no usará a México como plataforma para «colar» sus productos o insumos a Estados Unidos? Ahora mismo no. Tenemos aduanas porosas y un sistema de estadísticas que es incapaz de cuantificar el tamaño real de la presencia china en nuestro país. El subregistro de la inversión china no sólo es un problema contable, sino un asunto de seguridad para México y para los países de América del Norte.
¿Qué pasaría si el Trump 2.0 es más irracional…, más entusiasmado por hacer realidad sus amenazas de campaña? Prefiero no pensar en eso. Cuando quiero ver películas de terror, prendo la TV o voy al cine.
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