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Más allá de la tumba: esto es lo que sucede a nuestros cuerpos después de morir

Publicado: noviembre 1, 2024, 4:40 am

Miles de personas en países como España se dirigen cada primero de noviembre a los cementerios a recordar a sus seres queridos fallecidos. Es el día de Todos los Santos, la versión cristianizada de festivales paganos de los muertos mucho más antiguos como Samaín o Lemuria.

No en vano, desde el albor de los tiempos los seres humanos nos hemos preguntando qué es lo que nos espera tras la muerte. Diversas escatologías religiosas en distintas culturas del mundo ha dado respuestas muy diferentes, pero por lo general todas ellas se centraban en el destino de nuestra alma, espíritu o ser inmaterial. La ciencia, en cambio, tiene muy claro lo que pasa con nuestra realidad corpórea y material.

Los primeros cambios tras la muerte

Como explica la Enciclopedia británica, el primer cambio visible en nuestro cuerpo se produce entre 15 y 20 minutos después de morir, y se llama pallor mortis o palidez cadavérica; como su nombre indica, el cuerpo palidece y la piel se toma un tono blanquecino. El pallor mortis se debe al cese de la circulación en los vasos sanguíneos más finos, los capilares, que en condiciones normales contribuye al tono de nuestra piel (y a fenómenos como el rubor).

Al mismo tiempo, nuestro cuerpo va enfriándose, a un ritmo de poco menos de un grado centígrado la hora. Paradójicamente, a medida que esto sucede se produce toda una ‘explosión de vida’ en el cadáver: la descomposición comienza con la autólisis o autodigestión, un proceso en el que las enzimas que producimos naturalmente y que empleamos para todas nuestras funciones metabólicas pasan a ‘digerir’ las membranas de las células privadas de oxígeno por el cese de la circulación.

Conforme pasa el tiempo, las células sanguíneas dañadas van saliendo de sus vasos sanguíneos y sedimentándose en los capilares, lo que al cabo de unas horas da al cuerpo un tinte purpúreo o azulado, con pequeños puntos rojos.

Rigor mortis

Cuando estamos vivos, empleamos fundamentalmente dos proteínas, la actina y la miosina, para mover nuestros músculos conforme a las instrucciones de nuestro sistema nervioso. Sin embargo, al fallecer, se van formando ‘puentes químicos’ entre estas moléculas de manera gradual y automática, lo que provoca la contracción de los músculos. Esto explica que los cadáveres se muevan, y que entre dos y seis horas tras el deceso aparezca el rigor mortis o rigidez. Este fenómeno dificulta mucho tareas como la autopsia o preparar un cuerpo para un velatorio o entierro.

Otra cosa que empieza a pasar tras la muerte es que la microbiota, la comunidad de bacterias y microorganismos que habita en condiciones normales nuestro intestino y nos ayuda en vida a tareas como la digestión, comienza a extenderse por el resto de nuestro cuerpo libre de las limitaciones que antes le imponía el sistema inmune. Así, estos miles de pequeños seres comienzan a alimentarse del cadáver, comenzando por por el intestino y llegando finalmente al resto de órganos (incluyendo el cerebro y el corazón). Según se ha estimado en estudios científicos, hacen falta unas 58 horas desde la muerte para que estas bacterias alcancen todos los órganos.

Este es el estado de descomposición que llamamos putrefacción, y desencadena la degradación de los carbohidratos y proteínas que conforman la mayoría de estructuras en nuestro cuerpo. Lleva unos cuantos días, y en él intervienen también las larvas de insectos; en esta fase, el cuerpo se llena de gases que lo hinchan y rompen la piel, atrayendo a cada vez más de estos pequeños animales.

La intervención humana

Los científicos entienden la descomposición, desde la muerte hasta que no queda nada más que los huesos, como un proceso continuo en el que fases como las descritas en realidad no tienen un comienzo y un final definidos, sino que dan paso de manera gradual una a la otra.

El tiempo total depende de factores como la causa de la muerte o las condiciones ambientales; en muchos casos, las personas tratamos de ralentizar el proceso, con el fin de mantenerlo en buen estado para practicar los ritos funerarios propios de cada cultura. Esta práctica es la que llamamos embalsamamiento, y puede involucrar pasos como vaciar las vísceras, los fluidos y la sangre y aplicar sustancias desinfectantes.

El embalsamamiento, sea como sea, suele ser temporal. Lo que sucede a partir de ahí depende de factores como la cultura del fallecido o las preferencias de los familiares. Si el cuerpo se entierra, se permite que la putrefacción siga su curso bajo tierra; si se quema (cremación), se interrumpe bruscamente por medio de la llama. Los antiguos egipcios y otras civilizaciones intentaban hacer permanente el embalsamamiento mediante técnicas de momificación, y algunas religiones (como el budismo vajrayana o el zoroastrianismo) a veces entregan el cuerpo a animales carroñeros para que lo consuman.

«Polvo eres y en polvo te convertirás»

El estudio de la descomposición de los cuerpos puede resultar mórbido o macabro, pero tiene muchas aplicaciones prácticas y por ello es una disciplina muy antigua. Como decíamos, es imprescindible para poder preservar los cadáveres el tiempo suficiente como para practicar ritos sociales y religiosos; también, permite realizar autopsias y determinar cuestiones como la causa o el momento de la muerte de una persona.

Dejando a un lado esta utilidad, más bien profesional, en contextos como el de las tradiciones filosóficas de India el conocimiento y la meditación sobre la descomposición de los cadáveres sirven para recordarnos nuestra propia impermanencia, la transitoriedad de todo y la conexión con lo que nos rodea.

De vuelta a occidente, referencias al proceso («polvo eres y en polvo te convertirás», en el libro del Génesis) también han querido históricamente hacernos reflexionar, en días como el de Todos los Santos, sobre la finitud de nuestra vida. Si nuestro tiempo es limitado y terminaremos siendo poco más que huesos (o cenizas), tal vez hay más motivos tratar de vivir lo que nos queda de la mejor manera posible.

Referencias

Meg Matthias. What Happens to Our Bodies After We Die? Britannica. Consultado online en https://www.britannica.com/story/what-happens-to-our-bodies-after-we-die el 29 de octubre de 2024.

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