A Anthony Hopkins le diagnosticaron autismo en 2017, con los ochenta años ya cumplidos. Decía él que su diagnóstico le había ayudado a entender muchas cosas sobre sí mismo, aunque tal vez tengamos que esperar al estreno del documental sobre su vida que está preparando su actual pareja, Stella Arroyave, para saber si pudo tener algo que ver en lo que sucedió con la que fue su primera familia.
El actor, que pasó la infancia en un internado porque era «demasiado tonto» para estar en un colegio «normal», descubrió que quería dedicar su vida a la interpretación después de conocer a Richard Burton. En los años sesenta ya era un reputado actor de teatro y a finales de la década comenzó su incursión en el cine, despuntando pronto como una de las mayores promesas de la industria.
Al mismo tiempo, se casaba por primera vez: contrajo nupcias con Petronella Barker en agosto de 1966, y dos años después nacía la hija de ambos, única hija del actor: Abigail. En 1972, Hopkins y Barker se separaron y rompió toda relación con su familia. No fue hasta dos décadas después, en 1991, cuando padre e hija intentaron un acercamiento e incluso se dejaron ver juntos en algún evento, pero la relación no terminó de funcionar y volvieron a distanciarse. Hoy, no tienen relación.
Para Anthony Hopkins, su hija Abigail no es, ni mucho menos, un tema de conversación recurrente y, aunque es cierto que no muestra especial pudor si le preguntan por su relación en alguna entrevista, no es habitual que ese sea un punto de interés. Siempre ha reconocido que «no fue un buen marido y no fue un buen padre». Durante su matrimonio, y aun hasta algunos años después, el actor tuvo un problema de alcoholismo más que reconocido, y a día de hoy todavía celebra, cada año, la efeméride del día que decidió dejar de beber, y hace casi cincuenta años de ello.
Abigail, por su parte, durante todo este tiempo ha concedido entrevistas de manera muy, muy esporádica, pero en ellas tampoco ha tenido problemas en reconocer lo que supuso su padre en su vida:
«Recuerdo cómo trataba a mi madre y nunca se lo voy a perdonar«, dijo en una ocasión. «Los problemas con mi padre destruyeron mi salud mental», reconoció.
Decidida a hacer una vida alejada de la fama de su padre, Abigail se ha dedicado, especialmente, a la música y a la fotografía, donde demuestra una potente vena artística. Tiene un porfolio en iStock donde destaca la macrofotografía de naturaleza, y muestra también un potente talento en lo musical. Una de sus últimas obras, Memorias de un forajido, ha sido calificado como «cautivador e intrigante» por parte de la crítica.
Además, da clases de interpretación y a principios de este año compartía la foto de su graduación en cinematografía en la East London University.