Publicado: diciembre 15, 2025, 10:09 am
La electrónica de consumo es ese gran paraguas que cubre prácticamente todo lo que nos rodea a diario: desde el móvil en el que chequeas tus notificaciones cada pocos minutos hasta el ordenador en el que trabajas, la tablet que usas para ver series, la consola con la que juegas por las noches o el reloj inteligente que mide tus pasos. Aunque por fuera cada uno de estos dispositivos parece cumplir funciones muy diferentes, por dentro comparten una arquitectura sorprendentemente similar: un procesador que actúa como cerebro, memoria RAM para ejecutar tareas en tiempo real, chips de almacenamiento donde se guardan nuestros datos, módulos de conectividad, sensores, baterías y pantallas.
Durante décadas, la industria ha funcionado con una eficiencia casi invisible para el consumidor. Cada año llegaban dispositivos más rápidos, más delgados y, en muchos casos, más asequibles. Pero esa sensación de estabilidad se ha ido resquebrajando con una serie de crisis tecnológicas que han puesto de relieve lo delicado que es el equilibrio global que permite que un móvil o un portátil llegue a tiempo y al precio esperado a las tiendas.
El mundo tecnológico está a punto de entrar en otra gran crisis y esta vez todas las miradas apuntan a la memoria de acceso aleatorio, aunque probablemente a ti te suene más el término RAM (Random Access Memory). Te explicamos por qué este componente se ha convertido en una pieza crítica en el tablero de la electrónica de consumo.
De la gran crisis de chips de 2021 al nuevo escenario de tensión
Para entender lo que está ocurriendo hoy, conviene recordar lo que pasó no hace tanto tiempo. En 2021 vivimos la que muchos llamaron directamente ‘la crisis mundial de los chips’. La pandemia frenó líneas de producción en Asia, Europa y Estados Unidos justo cuando la demanda de dispositivos tecnológicos se disparaba por el teletrabajo, la educación online y el ocio digital. A esa tormenta perfecta se sumaron problemas logísticos, encarecimiento del transporte y, más tarde, la guerra entre Rusia y Ucrania, que amenazó suministros tan específicos como el neón refinado, un gas fundamental para fabricar semiconductores.
En España, la situación se seguía con especial atención: Intel buscaba ubicaciones para expandirse en Europa y nuestro país aspiraba a atraer parte de esa inversión estratégica ante la sombra de una ‘Navidad de escasez’. Un drama del primer mundo, sí, pero drama igual.
Aquella fue una crisis que afectaba a muchos componentes distintos: procesadores, chips de gestión energética, controladores para coches y, por supuesto, también memoria. Aun así, la industria consiguió poco a poco recuperar la estabilidad a lo largo de 2023.
Sin embargo, hoy nos encontramos ante una crisis muy diferente. No es una crisis general de semiconductores. Es, especialmente, una crisis de memoria y su origen está en un fenómeno reciente que ha reescrito las necesidades de la industria tecnológica: la explosión de la inteligencia artificial.
La IA ha desatado una demanda sin precedentes de memoria
Para entrenar y operar modelos de inteligencia artificial como los que usan empresas tecnológicas de primer nivel se necesitan centros de datos gigantescos. Estos sistemas no solo dependen de procesadores avanzados —como las GPU de gama profesional—, sino de cantidades inmensas de memoria RAM y memoria flash. En otras palabras, la IA ha convertido dos componentes que durante años pasaron desapercibidos para el gran público en piezas clave con demanda disparada.
Los fabricantes de memoria —los mismos que suministran RAM para PC, móviles y tablets— han empezado a redirigir parte de su producción hacia esta industria mucho más rentable. La consecuencia es inmediata: menos disponibilidad para el mercado de consumo y precios más altos en todas las gamas de productos.
Ya hay datos que muestran incrementos de más del 50% en apenas semanas, multiplicaciones del coste de ciertos módulos de RAM y un encarecimiento notable de las unidades SSD (memoria flash) y tarjetas de almacenamiento.
El resultado es un mercado tensionado que recuerda a 2021, pero con un foco aún más claro. Si aquella crisis afectaba a ‘todo tipo de chips’, la actual impacta específicamente a la memoria, uno de los elementos más críticos para que cualquier dispositivo moderno pueda funcionar.
Por qué la RAM lo condiciona todo
La memoria RAM es el lugar donde ‘vive’ el sistema de nuestro dispositivo mientras lo usamos. Cuando abrimos una app, hacemos una foto, editamos un vídeo, jugamos a un título exigente o incluso simplemente mantenemos varias pestañas del navegador abiertas, todo ello se ejecuta desde la RAM. Sin suficiente memoria, el equipo se vuelve lento, se queda sin capacidad para ejecutar procesos complejos o directamente no puede cumplir las expectativas de los usuarios.
En un ordenador, la RAM determina la fluidez del sistema y la potencia real disponible para trabajar, crear o jugar. En un móvil, permite mantener apps en segundo plano, procesar imágenes mediante IA y ejecutar sistemas multitarea. En una tablet, afecta al rendimiento en aplicaciones. Incluso en un reloj inteligente, aunque en cantidades mucho menores, la RAM es indispensable para que su sistema operativo pueda funcionar con solvencia.
Por eso la subida de precios de la memoria no es un problema aislado para quienes montan un PC por piezas. Es una sacudida transversal que afecta a toda la electrónica moderna. Si la RAM se encarece, casi cualquier dispositivo se encarece con ella.
Fabricantes que ya han dado señales de alerta
A diferencia de otras crisis donde los efectos tardaban en llegar al consumidor, en esta ocasión los fabricantes se han movido rápido y algunos han hecho anuncios muy concretos.
Samsung, uno de los mayores productores mundiales, ha aplicado subidas notables en sus chips DRAM en un periodo muy corto de tiempo. Es un indicador claro de que el mercado está estrechándose y de que los precios mayoristas empiezan a reflejarlo.
Micron, otro de los líderes del sector, ha dado un paso aún más contundente: ha anunciado el abandono del mercado de memoria de consumo bajo la marca Crucial. Es una decisión que marca un antes y un después, porque Crucial era una referencia para millones de usuarios que actualizaban o montaban sus ordenadores con módulos de RAM y SSD fiables y asequibles. La propia compañía ha explicado que necesita centrar su producción en chips avanzados destinados a centros de datos de IA, un segmento que crece con enorme rapidez y para el que quiere reservar su capacidad.
En el mundo de los smartphones, Xiaomi ha reconocido abiertamente que los precios de la memoria han aumentado más de lo previsto y que ese encarecimiento ya se refleja en los nuevos modelos. La tendencia de los fabricantes chinos suele marcar el pulso del mercado global, por lo que estos avisos anticipan un impacto más amplio en el sector móvil.
Al mismo tiempo, empresas como Minisforum han anunciado subidas directas en el precio de sus mini-PCs equipados con RAM y SSD, mientras que marcas de almacenamiento como Transcend han empezado a sufrir retrasos por falta de chips NAND que les suministran compañías como SanDisk y Samsung.
Incluso fabricantes de ordenadores como Lenovo han optado por asegurarse contratos de memoria a largo plazo ante la previsión de subidas continuadas.
El mensaje común es inequívoco: la industria ve venir un periodo prolongado de tensión y se está adelantando a él.
La situación no equivale a un desabastecimiento inmediato, pero sí a una presión creciente que puede traducirse en: ordenadores más caros de fabricar y vender, móviles y tablets con precios más altos o especificaciones más ajustadas, menor disponibilidad de componentes para quienes montan o actualizan sus equipos y retrasos en productos que dependan de memoria flash o RAM de nueva generación.
La electrónica de consumo depende de un ecosistema global tremendamente interconectado. Cuando una pieza falla, el conjunto se tambalea. Y hoy esa pieza es la memoria RAM.
