Publicado: junio 21, 2025, 4:00 pm
Las joyas y piedras preciosas siempre han tenido especial protagonismo en la Casa Real española y en otros paÃses de Europa, pero lo que nadie sospechaba es que, durante siglos, algunas se convirtieron en objetos ‘malditos’, capaces de arruinar la vida de todo aquel que las portaba.
Es tal la importancia que los monarcas dan a sus joyas que la reina Isabel II fue enterrada con dos de sus piezas más preciadas: su anillo de bodas de oro galés y unos aretes de perlas. La misma reina tuvo en su corona otra de las piezas malditas que más ha dado de que hablar en la monarquÃa europea.
Pero no todos los miembros de la realeza consiguieron la paz eterna como la reina. No se sabe si fue una mera casualidad o por una maldición real, pero algunas joyas han pasado de generación en generación, transmitiendo las desgracias a todos los herederos. Aquà repasamos algunas de las más conocidas.
La leyenda del diamante Hope
El diamante Hope o Tavernier Blue es una de esas joyas que están ligadas a la desgracia. Según cuenta la leyenda, este diamante de 46 quilates, de color azul, fue robado del templo que albergaba la estatua de la diosa Sita por un sacerdote hindú, quien fue encontrado y torturado hasta la muerte.
El siguiente propietario, Jean-Baptiste Tavernier, no tuvo mejor suerte. Tras adquirir la joya, se arruinó y, por si eso no fuera suficiente, acabó siendo devorado por una jaurÃa de lobos. El diamante pasó al rey Luis XIV de Francia, que murió ese mismo año. Y finalmente, terminó en manos de Luis XVI, quien se lo regaló a su esposa, la reina MarÃa Antonieta. Ambos murieron en la guillotina y, en la actualidad, el diamante está a buen recaudo en el Museo Smithsonian de Washington.
El anillo ‘maldito’ de Alfonso XII
Leyenda o no, la historia de esta joya se remonta al reinado de Alfonso XII, cuando la condesa Castiglione le regaló este anillo con un ópalo al monarca, antes de contraer matrimonio con MarÃa de las Mercedes. Pocos meses después del enlace, su mujer falleció de tifus. El anillo fue heredado por otros miembros de la casa real española, que tuvieron el mismo final.
Cuando Alfonso XII lo recuperó, también murió en 1885. Fue entonces, cuando su viuda, la reina Victoria Eugenia, decidió bendecir el anillo y entregarlo como ofrenda a La Almudena. A partir de ese momento, se perdió el rastro de esta joya que, casualidad o no, tantas vidas se llevó por delante.
Koh-i-Noor y la maldición que solo afecta a los hombres
En sus orÃgenes, el Koh-i-Noor, considerado como uno de los diamantes más grandes del mundo, era una de las joyas incrustadas en el Trono del Pavo Real, en el que se sentaban los emperadores mongoles de la India.
Un siglo después, pasó a la corona británica y, nunca mejor dicho, porque, cuando CompañÃa Británica de las Indias Orientales se anexionó el estado hindú Punjab, en 1849, se cedió el diamante a la reina Victoria y, tras su muerte, fue incrustado en la Corona Imperial Británica.
La leyenda cuenta que la maldición del diamante solo afecta a los hombres. Todos los que la llevaron perdieron el trono o cayeron en desgracias. Por eso, en su inscripción, se puede leer la siguiente frase: «Solo Dios o una mujer pueden llevarlo impunemente».