Publicado: julio 31, 2025, 10:00 pm
Un diseñador pone en la diana a RosalÃa en sus redes sociales. Dice que no trabajará con ella, pues·»el silencio es complicidad«. Se refiere a que la cantante no se ha manifestado en la viralidad sobre el genocidio en Palestina. Porque parece que si no lo gritas en una foto de Instagram, el compromiso contra el terror no existe. El hate se calienta, claro, pues ha elegido a una de las artistas más populares. Lo que propicia que los medios se hagan eco de su acusación, mientras los focos se sitúan hacia su persona.
Al final, no hay otra opción: para cortar la especulación, la propia RosalÃa ha tenido que salir a defenderse con un comunicado que no deja flecos suelos. Sabio, directo y que no se queda en obviedades. Al contrario, despierta reflexiones sobre malas prácticas en las redes sociales que estamos naturalizando.
El primer acierto del comunicado de RosalÃa es evidenciar un problema habitual de las redes: en cualquier tema, se pide a los artistas una ejemplaridad a la carta de cada uno de nuestros anhelos. Estamos dejando de ser ciudadanos crÃticos para ser meros consumidores que confundimos admirar con reclamar. Creemos que a todas las personas se les debe pedir una moral impoluta y a medida de nuestros deseos en cada paso que dan. Sin plantearnos las circunstancias de cada uno. A veces, no abrir la boca supone la responsabilidad de no querer frivolizar con asuntos terribles. RosalÃa lo explica con argumentos:
«He seguido con gran tristeza lo que se ha venido diciendo estos dÃas. Desde ya acepto que lo que escribiré aquà será incompleto e imperfecto, pero es mi verdad y está escrito con la mejor intención. El hecho de no haber usado mi plataforma de forma alineada con el estilo o expectativas ajenas no significa en absoluto que no condene lo que está pasando en Palestina. Es terrible ver dÃa tras dÃa como personas inocentes son asesinadas y que los que deberÃan parar esto no lo hagan«.
El segundo acierto del comunicado es subrayar cómo enfrentándonos entre nosotros mismos se coloca mal el foco a la hora de abordar una tragedia humanitaria que es de todos, el genocidio en Palestina. Un drama que tambalea los derechos humanos mundiales, pero que no es culpa de RosalÃa. La «cancelación» en las redes sociales de personas inocentes según su Ãndice de popularidad manifiesta la necesidad de algunos de sentirse mejores personas desde su sofá. Y las buenas intenciones terminan extraviándose en gastar energÃas en las irritaciones del cotilleo básico.
«No veo como avergonzarnos los unos a los otros sea la mejor manera de seguir adelante en la lucha por la libertad de Palestina. Creo que el señalamiento deberÃa direccionarse hacia arriba (hacia quienes deciden y tienen poder de acción) y no en horizontal (entre nosotrxs)».
El tercer punto de la nota también es muy didáctico. Y describe uno de las debilidades cruciales de nuestro tiempo: habitamos en la sociedad del estribillo, de la idea corta, simplificada, que pasa por encima de todos los matices. La sociedad de la excitación de la pasión que, a menudo, paraliza la capacidad de entendimiento. Lo que nos hace más manipulables. La mentira es simplona, la realidad es compleja. Compramos la conspiración, a pesar de que todos, cada dÃa, somos contradictorios por naturaleza. Es la base de nuestra existencia. RosalÃa lo verbaliza.
«En un mundo como el de hoy en dÃa todxs vivimos en constante contradicción, yo la primera, y aunque personalmente siempre intente hacer «lo correcto», probablemente no siempre lo consiga pero en el proceso trato de aprender y mejorar».
La profundidad del comunicado está en la capacidad de dar herramientas para la conciencia crÃtica. Las personas somos paradójicas, discordantes e imperfectas. Todas somos asÃ. Los paradigmas de perfección no existen. La diferencia es que algunos quieren comprender los contextos para crecer y otros quieren imponer desde la cabezonerÃa instantánea. En este sentido, RosalÃa también entiende que entre los convencidos, diga lo que diga, cante lo que cante, nada tiene que hacer. Por mucho que aclare. Y también pone el acento en ello. Hace pedagogÃa y, finalmente, con inteligencia, vuelve a poner el foco en lo verdaderamente importante:
«Lamentablemente este texto no es ni será suficiente en un contexto de violencia extrema cómo el que está aconteciendo, por ello querrÃa finalizar con un profundo respeto y agradecimiento a las personas que realmente actúan como ONG’s, activistas, voluntarios, sanitarios, trabajadores, cooperativas, asociaciones y periodistas dedicando su vida a ayudar en esta causa y muchas otras».
Un comunicado bien asesorado. Su virtud es que no solo sirve para frenar una crisis de imagen nacida en redes por un diseñador que se ha hecho más famoso estos dÃas gracias a su «dignidad» publicada en Instagram, sino que además despierta una reivindicación más honda que una simple disculpa. RosalÃa y su equipo nos enfrentan a una época en la que gritamos mucho en las redes y empatizamos poco. Una sociedad distraÃda en la que nos creemos informados cuando, sobre todo, estamos entretenidos en nuestras cosas, en nuestros yoÃsmos que se camuflan en alardes de decencia.