Publicado: noviembre 25, 2025, 4:00 pm
El Abuso Sexual Infantil (ASI) es una de las violencias más invisibilizadas y devastadoras de nuestra sociedad, hasta el punto de que 1 de cada 5 niños (o niñas) lo han sufrido, y el 80% de ellos (según Save the Children) tienen en el entorno familiar o cercano a la persona agresora. La plataforma de salud mental y bienestar ‘Somos Estupendas’ alza la voz con su eslogan ‘El ASI arrasa con todo’, con el que pretenden extender la mirada más allá de la persona superviviente, y reconocer también el dolor, las pérdidas y las fracturas que deja en las familias.
Algunos datos igualmente alarmantes son que el 96% de los agresores no tiene antecedentes penales, y solo alrededor del 15% de los casos llega a denunciarse. «Detrás de los números hay vidas, familias y comunidades atravesadas por un daño que vulnera a la infancia y que expone las grietas de una sociedad que aún no sabe cómo protegerla». Yaiza Sanz, CEO de Somos Estupendas, es también superviviente de abuso sexual, que se produjo en su infancia, y nos cuenta su perspectiva en primera persona.
«El daño del ASI no se detiene en la persona que lo sufre»
La experta comienza presentando la dimensión del problema hablando de que el abuso sexual infantil no sólo destruye la infancia, sino que también desgarra los vínculos, las identidades, las estructuras y los relatos familiares. Silencia las voces, quiebra la confianza y arrasa con la noción de hogar. Devasta el sistema entero.
Como recuerdan desde Somos Estupendas, el daño del ASI no se detiene en la persona que lo sufre: se hereda, se arrastra y se multiplica en el tiempo, afectando también a las generaciones y relaciones posteriores. «Durante años hemos hablado desde la historia del superviviente, pero cuando un abuso sexual ocurre, además de romper la infancia, se rompen también los vínculos que la sostenían, la confianza de las figuras de cuidado, y la estructura emocional del entorno. No hablar de ello no lo protege, sino que lo perpetúa«.
Tanto es así, que Dora Damas, la madre de Yaiza, añade que «cuando mi hija me contó lo que había vivido, sentí que el suelo se abría bajo mis pies. El abuso sexual infantil arrasa con la familia, con la confianza, con la alegría. Durante años viví entre la culpa y el dolor, hasta que entendí que también necesitaba ayuda y empecé terapia. Hoy me siento orgullosa de ver cómo, a través de su trabajo, mi hija transforma el dolor en fuerza y esperanza. Si mi testimonio puede ayudar a que otros padres y madres crean, acompañen y busquen apoyo, habrá merecido la pena hablar».
«El abuso sexual infantil desestabiliza todo lo que creíamos seguro»
Más allá de la persona superviviente de estos terribles abusos, y desde una perspectiva biopsicosocial e integrativa, Yaiza insiste en que lo que le ocurre a una persona afecta a todo su sistema: familia, comunidad y sociedad. A través de esta mirada amplia, se busca validar y legitimar las emociones de quienes rodean a las supervivientes, como madres o padres, hermanos y hermanas, parejas o amistades, reconociendo que también viven duelos, culpas, miedos y silencios que merecen ser nombrados y acompañados.
«Nombrar el dolor colectivo no resta importancia a la historia de la persona superviviente», añade Yaiza, «sino que amplifica su verdad y nos muestra hasta qué punto el abuso sexual infantil desestabiliza todo lo que creíamos seguro».
Como herramientas necesarias de la prevención de esta lacra social está «romper el silencio, escuchar sin juicio y construir espacios seguros son pasos esenciales para que la infancia pueda vivir protegida y libre. El ASI arrasa con todo, pero también puede abrir caminos nuevos si nos atrevemos a mirarlo de frente, sin negarlo, sin maquillarlo, y con la voluntad real de transformar lo que duele».
«El ASI interfiere en la forma de ver el mundo de la víctima»
Yaiza continúa con su relato, en el que estremece su testimonio y la manera en la que explica cómo el abuso arrasa con todo: «No solo atraviesa la vida de la persona que lo sufre, sino la de todos los que están a su alrededor, y también de todos aquellos que la van a acompañar en su vida adulta«.
Y es que, según la CEO, «el abuso sexual infantil atraviesa múltiples áreas de una persona y esto interfiere directamente en todas sus relaciones, en su forma de entender el mundo, en su forma de relacionarse. Y, por ende, va a afectar a su familia, a todos sus vínculos familiares, a cómo su familia se relaciona con el entorno y cómo les va a afectar esto también en su autoestima, en sus emociones, en su propia sexualidad».
El día de mañana, cuando crezca y se convierta en adulta y tenga relaciones, «como es mi caso, todas las afectaciones que ha sufrido influirán directamente en la persona con la que mantenga una relación afectivo-sexual. En mi caso, por ejemplo, fui yo quien sufrió los abusos, pero al final esto ha afectado de manera directa a mis padres y a mi hermana, que también ha perdido la relación con toda nuestra familia sin elegirlo. Y todo lo que ha tenido que atravesar mi pareja conmigo a lo largo de estos 14 años».
«No podemos erradicar aquello que somos incapaces de ver»
«Hace un tiempo, una compañera me dijo algo que me resultó muy revelador: el ASI forma parte del orden de lo impensable. Mientras siga ocupando ese lugar de aquello que creemos imposible que ocurra, seguirá ocurriendo, y con mucha más fuerza aún, porque no podemos atender ni erradicar aquello que somos incapaces de ver».
Las cifras revelan que entre el 85% y el 90% de los abusos que se dan en la infancia son por parte de familiares o personas del entorno de la víctima. «Esto significa que cuando miramos a nuestro alrededor vemos improbable, por no decir imposible, la idea de que alguna de las personas que conocemos a quienes dejamos entrar en nuestra casa y en el vínculo emocional con nuestras criaturas vaya a ser capaz de hacer algo así».
Todas estas circunstancias, según la superviviente, son las que hacen que «cuando pasa nos dé tantísima vergüenza y miedo. Porque el ASI rompe estructuras familiares, pone en compromiso y compromete estructuras que atraviesan tanto a una persona que realmente seguimos dejándolo ahí, como en el cajón de las cosas que no pasan, que no existen. Pero la realidad es que ahí está y no es ningún juego. Hay múltiples formas de proteger a los menores, pero lo primero sería tomar conciencia de que esta posibilidad existe, reconocer que aunque duela, estas cosas pasan mucho más de lo que nos podemos imaginar y por parte de personas que nunca imaginaríamos».
