Publicado: junio 25, 2025, 3:03 am
Hay gente que vive cómoda en el conflicto. Es más, hay gente que busca vivir en el conflicto permanentemente porque no sabe moverse de otro modo. Da igual que estemos hablando del ámbito laboral que del ámbito privado. Hay personas a las que les gusta crear un ambiente de tensión en torno a sus equipos para así, entienden erróneamente, poder mantenerlos mucho más concentrados y poder sacar lo mejor de ellos o, al menos, tenerlos callados. !Si tienen miedo, trabajarán mejor!. ¡Error! Y hay gente que no sabe tener una relación sentimental si no es con broncas continuas, con discusiones, con enfados, con silencios incómodos entre esa pareja para buscar la culpabilidad del otro, la victimización de uno mismo y el vivir en el drama.
Trump es un experto en esto de vivir en un conflicto permanente, al menos en lo «laboral», en lo privado lo desconozco, aunque lo pueda intuir. No hay paz a su alrededor. Todo tiene que ser histriónicamente convulso, polémico, ruidoso y con un enemigo claro al que enfrentarse.
Desde que ha vuelto a la Casa Blanca ha depurado al máximo esa técnica. Empezó creando un enemigo ficticio con Canadá y Groenlandia, dos territorios a los que hacía ojitos y en los que intentó sacudir un avispero inventado. Luego se sumó a todo lo que le permitiera dirigir el foco a otros asuntos que no fueran estrictamente los internos. Buscó el enfrentamiento con todo aquel al que él percibía como débil, acuérdense del lamentable episodio en el Despacho Oval con un Zelenski acorralado por todos, especialmente por el vicepresidente Vance. Y cuando el avispero se le ha revuelto en casa, con California en pie de guerra por sus redadas, ha vuelto a desviar la atención hacia otro conflicto mucho más global como el de Irán.
Dos personas, de diferentes edades, una apenas superados los 20, la otra superados de largo los 80, me preguntaron el domingo lo mismo: «¿Esto pinta mal?».
Las dos amanecieron con el temor a lo peor, a que el ataque de Estados Unidos contra las plantas nucleares de Irán diera paso a una escalada sin sentido de ataques, contrataques, represalias y, lo que muchos temen, atentados contra intereses norteamericanos en cualquier lugar del mundo, con lo que eso significa, que nadie está seguro.
Los días pasan y no tengo respuesta a esa pregunta. Nadie la tiene. Trump ha intentado acotar esta guerra con ese nombre que le puso en su intento de alto el fuego: «La guerra de los 12 días». Veremos si esto acaba aquí, si, de verdad, el ataque de Israel y Estados Unidos no agita un avispero mayor en una zona ya suficientemente desestabilizada.
Vivir en el conflicto. Es a lo que se dedican ahora algunos con mucho esmero. Trump no es el único maestro en esto. Desgraciadamente, hay demasiados imitadores.
