Publicado: octubre 28, 2025, 3:00 am
La sorprendente victoria de Javier Milei en las elecciones legislativas de medio mandato es un terremoto político que sacude el tablero argentino y pone en jaque a una oposición cada vez más deshilachada. La Libertad Avanza (LLA) sacó nueve puntos de ventaja al conjunto del peronismo y sus aliados. Duplica su representación en la Cámara de Diputados y la triplica en el Senado, se impone por la mínima en Buenos Aires (baluarte peronista) y gana con holgura en provincias clave como Córdoba, Entre Ríos o Santa Fe.
Un triunfo claro tras meses de escándalos de corrupción, volatilidad del peso y una economía golpeada por la austeridad. Pero, ¿se trata de un respaldo rotundo o de un puñetazo al desastre peronista de décadas? La respuesta no es binaria, aunque el peso de la balanza se inclina hacia el repudio visceral. El miedo al caos y la falta de alternativas creíbles explican la victoria de los candidatos de LLA. Y ese no es un miedo abstracto. Décadas de peronismo han dejado una Argentina endeudada, inflacionaria y sin rumbo.
El votante medio, harto de no llegar a fin de mes, prefiere el bisturí de Milei antes que la anestesia fallida del populismo. Claro que también existe una narrativa sólida de apoyo hacia su gestión: la inflación, que galopaba al 25% mensual en diciembre de 2023 se ha domado hasta el 2% gracias a las tijeras fiscales y al salvavidas de 20.000 millones de dólares proporcionado por Donald Trump, que estabilizó el peso antes de las elecciones. Algunos votantes, sobre todo entre las clases medias urbanas, respaldan las políticas de recortes como un mal necesario para reactivar el crecimiento tras años de estancamiento.
Es el repudio lo que mueve masas. El peronismo, fragmentado y sin liderazgo carismático, se hunde. En redes, analistas independientes lo resumían así: «Los votos peronistas se fueron a La Libertad Avanza o a no votar, porque solo fue a las urnas quien odia al otro». Ahora bien, que haya ido a votar solo el 68%, en un país donde es obligatorio hacerlo, corrobora el argumento de que su victoria fue más por descarte que por convicción genuina.
Aun así, Milei sale fortalecido rumbo a 2027, con más margen para sus reformas (desregulación laboral, privatizaciones, dólar flotante…). Sin embargo, su estilo, abonado a la polarización y a menudo faltón en lo personal, que ya lo llevó a chocar con gobernadores e incluso con su propia vicepresidenta, Victoria Villarruel, podría sabotear el «consenso» que ahora predica y necesita.
El peronismo, vapuleado, se repliega en una oposición dura, pero sin un relato renovado corre el riesgo de diluirse. Y el electorado, ese que votó por miedo al pasado, espera resultados tangibles que mejoren sus condiciones de vida.
