Publicado: septiembre 15, 2025, 5:29 pm
Brent Chapman tenía apenas 13 años cuando su vida cambió para siempre. En plena Navidad y mientras jugaba un partido de baloncesto, comenzó a encontrarse mal. En ese momento decidió tomarse un ibuprofeno , un medicamento que ya había usado antes sin problemas. Sin embargo, esta vez su cuerpo reaccionó de forma catastrófica: sufrió el síndrome de Stevens-Johnson , una reacción grave que le provocó quemaduras en gran parte de la piel y en la superficie de los ojos. Chapman pasó 27 días en coma. Durante ese tiempo, una infección le arrebató el ojo izquierdo y su visión en el derecho quedó reducida a la penumbra. A lo largo de los siguientes años se sometió a 50 cirugías, la mayoría trasplantes de córnea que apenas duraban unos meses antes de volver a opacarse. «Me ponían una nueva córnea y conseguía ver un poco más por unos meses, pero nunca terminaba de sanar y volvía a estar ciego», comentaba el propio canadiense a la cadena CNN. Su vida se convirtió en un ir y venir de quirófanos y tratamientos. Su piel se recuperó por completo de las quemaduras al igual que su organismo, pero su vista no volvió jamás. Al menos, hasta ahora. Este año Chapman se sometió en el Hospital General de Vancouver a una cirugía inusual, la osteo-odonto-queratoprótesis , conocida popularmente como operación de diente en el ojo. El proceso comenzó en febrero, cuando los cirujanos le extrajeron un colmillo y lo tallaron en forma de lámina. En él insertaron un pequeño cilindro óptico de plástico y la pieza se implantó bajo la piel de la mejilla para que desarrollara riego sanguíneo y se integrara con el cuerpo. En junio, el implante fue trasladado a su ojo derecho en una segunda intervención, reemplazando así la córnea opaca . El pasado 5 de agosto se sometió a su última cirugía para ajustar la lente y corregir una ligera distorsión visual. Días después, el 13 de agosto, le graduaron unas gafas y comprobaron que su agudeza visual era de 20/30, es decir, casi la misma que la de una persona sin problemas de visión. «Es algo indescriptible, poder ver toda la ciudad y redescubrir el mundo», confesó Chapman. « Cuando eres ciego o tienes baja visión, estás más metido en tu cabeza, hay mucho ruido mental. Ahora es como si el mundo se hubiera abierto de nuevo. No había hecho contacto visual con nadie en 20 años». Ahora sueña con viajar, con Japón en lo más alto de su lista, y con volver a trabajar como masajista. «He tenido mucho tiempo de baja en los últimos años por las operaciones. Ahora puedo ayudar a otros y dejar de centrarme en mi propia situación. Psicológicamente estoy en mi mejor momento». Aunque parezca ciencia ficción, la osteo-odonto-queratoprótesis se realiza en varios países desde hace décadas, en concreto desde los años 60, aunque solo en pacientes muy seleccionados. En España, la técnica es extraordinariamente rara. «Muy pocos pacientes al año cumplen los criterios para someterse a esta cirugía», explica la doctora María Fideliz de la Paz Dalisay, especialista en córnea y superficie ocular en Oftalvist Barcelona y una cirujana en España que realiza esta operación. «Es una cirugía de último recurso y altamente compleja, reservada para quienes han agotado todas las opciones y no pueden beneficiarse de un trasplante de córnea». La intervención está pensada para personas con ceguera corneal y superficie ocular muy dañada: víctimas de quemaduras químicas o térmicas, pacientes con síndrome de Stevens-Johnson —como el que sufrió Chapman— o enfermedades autoinmunes cicatrizantes. En estos casos, los trasplantes de córnea convencionales fracasan repetidamente porque el ojo carece de células madre límbicas y la superficie ocular está demasiado alterada. En cuanto al uso de un diente, De la Paz explica que se recurre a él debido a que «es un material duro, biocompatible y propio, que sujeta el cilindro óptico con rigidez y resiste ambientes hostiles. Esa combinación es clave para la estabilidad a largo plazo», apunta. El resultado, cuando todo va bien, puede devolver una visión funcional durante años, aunque requiere revisiones de por vida para controlar posibles complicaciones como glaucoma, infecciones o membranas que pueden nublar la visión. Para los cirujanos que la practican, el momento en el que el paciente abre los ojos y ve por primera vez en años es indescriptible. «Devolver la visión funcional a personas que habían agotado todas las opciones transforma su vida y la de su entorno», resume la especialista.