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Tres espacios donde la cultura se vuelve modelo de negocios

Publicado: octubre 6, 2025, 6:07 pm

La música y la vida nocturna siempre estuvieron directamente relacionadas. Lugares como bares, clubes o cafés supieron ser centros de resistencia para muchas bandas —y su público— en épocas claves que marcaron un antes y un después en la escena sociocultural del país. Cemento, Café Einstein o La Cueva fueron mucho más que puntos de encuentro: funcionaron como refugios donde surgieron movimientos artísticos, se ensayaron nuevas estéticas y se consolidó una forma de vivir la música de manera colectiva.

Hoy, ese vínculo atraviesa un nuevo capítulo. Los músicos ya no se limitan a habitar esos espacios: ahora también los gestionan, los piensan como proyectos propios y, en muchos casos, los convierten en un negocio sustentable. De la bohemia a la inversión, el fenómeno se refleja en propuestas como El Imaginario Cultural, de Javier Lecumberry, que mantiene viva la autogestión desde los noventa; Bocanada, la apuesta de Lautaro Passadore, percusionista de la banda El Zar, en San Telmo y Chacarita; o Gris Gris, el bar de vinilos que Bruno Albano, miembro de Banda de Turistas, levantó en Palermo. Todos condensan una misma idea: que la conexión entre músicos y bares deje de ser solo artística y pase a ser también empresarial.

Los tres casos reflejan una veta redituable para los músicos, que más allá de estar directamente relacionados con la vida nocturna, encontraron en la gestión de sus propios espacios la relación perfecta entre el mundo artístico y el empresarial.

Una trinchera en movimiento

Javier Lecumberry, fundador de El Imaginario Cultural, sintetiza en una frase la esencia de su bar: “Estamos vivos, no somos una leyenda”. El espacio nació a mediados de los años noventa, cuando junto a Matías Godio decidieron abrir un lugar en la esquina de Honduras y Armenia, en Palermo. “Era un delirio, queríamos construir un barco transatlántico para llevar a todos -imposible de lograr- así que anclamos en Palermo. Jóvenes con muchas inquietudes, estudiosos, armamos El Imaginario. Pasaron infinidad de bandas que hicieron pie ahí”, recuerda Lecumberry.

Javier Lecumberry, creador de El Imaginario Cultural.

En ese primer local se presentaron grupos que más tarde serían referentes de la escena nacional, como Skay, El Soldado, Estelares, Los Tipitos o Catupecu Machu. La idea, explica, nunca fue el rédito económico: “A nivel dinero, nada. Nunca pensamos en eso. Lo que agarramos siempre fue para tener el bar lindo, nuestro deseo era que la gente pueda expresarse”.

Cuando Palermo comenzó a transformarse en polo gastronómico y la gentrificación expulsaba a proyectos culturales, Lecumberry y su socio se mudaron a Almagro. “Era un buen lugar, no necesitaba mucho. Limpieza y vigilancia. En su momento no había nada ahí”, señala. Hoy, más de dos décadas después, El Imaginario sigue siendo un espacio donde conviven ensayo, música en vivo, pintura y escritura. Y también un punto de resistencia que conserva el espíritu de los noventa: intensidad, comunidad y un escenario abierto a nuevas voces.

Del casco histórico al corredor gastronómico

Lautaro Passadore, percusionista de El Zar, abrió Bocanada junto a un grupo de amigos y su pareja de entonces. El primer local se instaló en la calle Bolívar, dentro del casco histórico de San Telmo, y nació casi como una consecuencia de la vida de barrio. “Íbamos los fines de semana y nos encantaba la vida que tenía San Telmo, las propuestas artísticas y gastronómicas. Ahí empezamos a hablar con amigos para formar una sociedad y fundar Bolívar Unidxs SRL”, cuenta.

El vínculo entre su faceta de músico y el bar fue inmediato: “La atracción principal de un lugar de encuentro, además de lo social, es la música y el arte que tiene. En general van de la mano, desde la mesa que elegimos hasta los temas que pasamos. Queríamos que la gente tuviera una experiencia completa”.

Bocanada Bar en San Telmo, Bolívar 929.

La buena recepción del público impulsó una segunda apertura en Chacarita. Allí remodelaron una antigua casa: la barra principal ocupa lo que era el garaje y se conecta con un gran living que da a la avenida Jorge Newbery, en pleno corredor gastronómico. Pero el proyecto tiene además un objetivo cultural: “En San Telmo no se pudo concretar por cuestiones de permisos, pero ahora queremos que sea una casa cultural donde se genere un encuentro de multiplicidad de artistas y propuestas de gente cercana. Como dicen… nadie se salva solo”.

Passadore reconoce que el costado empresarial fue un aprendizaje forzado, pero encontró una forma de equilibrarlo: “Yendo del ensayo a buscar pan, entre otras cosas. Pero cuando veo a mis amigos y familia disfrutando de una comida y una canción, se justifica instantáneamente. La mayoría de las personas que trabajan en Bocanada son amigos o familiares, con más de dos años en el equipo, algo raro en gastronomía. Eso también es parte de la comunidad que quisimos crear”.

Un bar de vinilos en Palermo

El caso de Gris Gris, en Palermo, refleja otra mirada sobre la unión entre bares y música. Su creador, Bruno Albano de Banda de Turistas, lo resume así: “Abrimos el bar a partir de una necesidad. No veía un lugar en el que me sintiera reflejado. Los bares más que un lugar de encuentro parecían echarte a tu casa. Yo quería un espacio donde la música no fuera una playlist pobre, sino el corazón de la propuesta”.

El bar nació con la idea de ser un living ampliado, donde Albano pudiera compartir su colección de vinilos con amigos y desconocidos. “Todos los discos que están ahí los compré yo, muchos hace años. Me gusta que la gente venga, escuche un tema y después me diga que buscó a ese artista y descubrió otra cosa. Eso es lo que más me interesa transmitir: que los discos vuelvan a tener el protagonismo artístico que merecen”.

Gris gris bar en Palermo, Cabrera 5918.

La vida gastronómica no siempre le resultó fácil: “El negocio no es muy agradable. Ser comerciante en Argentina no es fácil, hay que lidiar con impuestos, cargas sociales, servicios. Al principio me costó mucho, pero ahora incluso lo disfruto”. Pese a las dificultades, Gris Gris logró consolidarse como punto de encuentro de músicos, escritores y cineastas. “Siempre está la música arriba de todo. Hasta hay discos que elegimos para cada horario. Me gusta que conviva mi vida artística con el bar. No es solo un lugar para tomar algo: es un espacio cultural”.

La tradición internacional

En Estados Unidos, el legendario guitarrista B.B. King inauguró B.B. King’s Blues Club para preservar y celebrar el blues en vivo. El primer local en Memphis se replicó en ciudades como Nashville y Orlando, y se consolidó como un espacio donde la música es protagonista absoluta.

Además, Jack White (ex The White Stripes) fundó en Nashville The Blue Room, dentro de su sello Third Man Records. El lugar funciona a la vez como bar, sala de conciertos y tienda de vinilos, y es una muestra de cómo un artista puede trasladar su visión creativa a un espacio físico donde se cruzan música, encuentro y comunidad.

La entrada del Hard Rock Café en Piccadilly Circus, Londres.

Por otro lado, en cuanto a bares y rock, quizás la franquicia más célebre sea el Hard Rock Café, fundado en 1971 en Londres por Isaac Tigrett y Peter Morton. El local se volvió mítico cuando Eric Clapton colgó su guitarra en la pared para “reservar su mesa”, gesto que replicó Pete Townshend de The Who. Con los años, la colección de memorabilia creció y Hard Rock se expandió a nivel global, transformándose en un ícono de la cultura rock.

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