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Todo empezó en una chacra: el origen del nombre de Palermo, el barrio más grande de Buenos Aires

Publicado: octubre 27, 2025, 5:06 pm

Es el barrio más grande de la ciudad de Buenos Aires. Según el último censo, realizado en 2022, también es el más poblado. Casi 250.000 habitantes residen en sus 15,9 kilómetros cuadrados. Se trata de Palermo, la enorme barriada ubicada en el noreste del plano porteño que combina modernos edificios, rincones más tradicionales y enormes espacios verdes que disfrutan tanto locales como extranjeros.

Ahora bien, a todos estos datos más o menos conocidos sobre este vasto sector de la urbe rioplatense, se podría añadir uno quizás no tan sencillo de dilucidar. La pregunta es: ¿por qué este barrio se llama Palermo? Y la respuesta, como todo lo que tiene que ver con nuestra historia, remite cierta complejidad. O, al menos, hay más de una versión de los hechos.

El barrio de Palermo, hoy uno de los más modernos de la ciudad, comenzó siendo un terreno agreste y despoblado

Un territorio agreste

Para empezar, hay que ubicarse en este territorio a la vera del Río de la Plata a fines del siglo XVI. Una amplia extensión agreste, verde, salpicada de bañados, donde imperan juncos, sauces, espinillos, seibos y jarillares. Entre la vegetación se mueven yaguaretés y pumas, en busca de los ñandúes de la zona, o de los ciervos de los pantanos. Infinidad de pájaros pululan entre los árboles.

Si bien existen tribus originarias por esas latitudes, no hay allí nada que se parezca a un asentamiento humano. Sin embargo, a partir de 1580, ese terreno va a tener un dueño. Cuando en ese año el español Juan de Garay funda por segunda vez una ciudad que bautiza como Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires, decide repartir entre sus hombres las tierras recién redescubiertas.

el bosque primigenio de Palermo estaba poblado de espinillos, ceibos y jarillares

El conquistador divide entonces el territorio en 65 chacras, o suertes, que ocupan una extensa lonja de terruño que va desde el actual barrio de Retiro hasta San Fernando. A uno de sus compañeros de travesía, Don Manuel Gómez de la Puerta Saravia, le entrega la suerte 7.

Una chacra que inició todo

Este hombre tenía una hija llamada Isabel, que se enamoró del administrador de la chacra y contrajo matrimonio con él. El nombre de este buen señor era Juan Domínguez Palermo, quien, a poco de morir su suegro, heredó junto a su esposa la suerte otorgada por Juan de Garay. La versión inicial atribuye al apellido de este propietario el nombre que luego tendría el barrio.

Juan de Garay repartió entre sus hombres las tierras que recién había descubierto a la vera del Río de la Plata

La que sería la quinta de aquel Domínguez Palermo estaba limitada por los actuales calles Cabrera y Coronel Díaz, Avenida del Libertador y Agüero. En ella, el hombre había plantado árboles frutales y hasta un viñedo, que podría ser el primero del país, según lo señala el historiador Horacio Schiavo en su libro Palermo de San Benito.

Algunos historiadores señalan que Domínguez Palermo era de origen siciliano. Incluso es nombrado como Domínguez de Palermo en determinados registros, con lo que sugieren que su procedencia en la ciudad capital de la isla italiana de Sicilia. Pero esta versión se desdibuja al saberse que Juan Domínguez Palermo ejerció funciones públicas en aquella primigenia aldea de Buenos Aires, algo que solo estaba restringido a ciudadanos españoles.

Parejas bailan el tango en Palermo, en 1890

“Era frecuente en aquel tiempo usar la ‘de’ como integración de los dos apellidos, paterno y materno, o para dar un rango de alcurnia al que portaba un apellido así”, dice a LA NACION Ricardo Maqueda, de la Junta de Estudios Históricos del barrio de Palermo.

El arroyo de Palermo

Sin desmerecer la teoría de Domínguez Palermo, existe otra posible génesis del nombre que recibió el barrio, que tiene que ver con una de las vecinas pioneras del lugar, y la añoranza por el terruño europeo. Se trata de la suegra de un tal señor Torrecillas, que era la dueña del primer terreno que compraría luego Juan Manuel de Rosas para hacer allí su estancia y residencia.

Según cuenta Julio Jaime Répide, esta señora gustaba de llamar “arroyo de Palermo” a un curso de agua que pasaba cerca de su propiedad, porque le traía recuerdos de su paso por Sicilia. Según este autor, el paisaje de esta isla italiana en Buenos Aires se completaba con el humo de la quema del matadero que salía detrás de la torre de la Recoleta, que asemejaba a un pequeño volcán Etna, y las aguas del Río de la Plata, que entonces llegaba a la actual Figueroa Alcorta, eran para ella como el mar Tirreno.

El lago de Palermo, en el año 1925

Este arroyito que la señora destacaba pasaba por uno de los costados del terreno donde muchos años más tarde estaría la quinta Unzué y hoy, la Biblioteca Nacional.

El Santo Moro

Y aquí aparece otro de los posibles motivos que le dan el nombre al barrio. En este caso, una razón relacionada a la religión. Porque cerca de aquel curso de agua otro vecino había levantado una capilla para San Benito de Palermo, un santo que veneraban los esclavos negros que trabajaban por la zona. Allí, además, acudían ellos en las misas de los domingos.

Benito había nacido en Sicilia, en el siglo XVI. Fue llamado San Benito el Negro, por el color de su piel, o también San Benito el Moro, porque era hijo de esclavos africanos. Fue un eremita que en los últimos años de su vida habitó en un convento cerca de Palermo. De ahí que fuera conocido como San Benito de Palermo.

Imagen de San Benito, el santo que, según algunos historiadores, era venerado por los esclavos que vivían en Buenos Aires, especialmente en la zona de Palermo

Lo cierto es que, según lo que concluye Repide, ambas situaciones, la del arroyo de Palermo y la capilla del santo negro, se unieron para que se denominara a ese lugar, durante mucho tiempo, Palermo de San Benito.

De modo que hasta aquí se tienen tres hipótesis de la denominación del mayor de los barrios porteños. La del propietario de la chacra legada por Garay, Juan Domínguez Palermo, la de la señora que vio en un arroyo una reminiscencia siciliana y la del santo moro al que rendían tributo los esclavos de la zona.

José Razzano y Carlos Gardel pasean por Palermo, en 1934

La teoría más concreta

Pero hay un dato que recoge Schiavo que puede otorgar la primacía de una de las hipótesis. Él informa en su libro que la denominación Palermo ya estaba incorporada oficialmente a la toponimia local en el año 1685. De modo que cobra más sentido, por motivos cronológicos, la teoría de que aquel Domínguez Palermo, fallecido en 1635, fue el que legó su patronímico al barrio.

Esto además es lo que se afirma en el libro Procedencia del nombre de Palermo, uno de los estudios más serios sobre este tema, escrito por Miguel Sorondo y publicado en 1942.

Miguel Sorondo escribió uno de los tratados más serios sobre el origen del nombre del barrio de Palermo

La historia de la suegra de Torrecillas que vio aquel hilo de agua y le recordó a Palermo se supone que corresponde a un tiempo posterior a esa fecha, puesto que en esa historia se menciona el matadero de la Recoleta, o Matadero del Norte, que se instaló en ese lugar después de 1685.

Además, según escribió el historiador Carlos Fresco en la revista Historias de la Ciudad, señala que este del “arroyo de Palermo” es un relato lleno de imprecisiones y más “novelesco” que riguroso.

Juan manuel de Rosas, dueño de toda la extensión de tierras que conformaban lo que él llamó Palermo de San Benito

Rosas compra Palermo

Lo cierto es que el nombre de Palermo se extendió desde aquella primera quinta de Domínguez Palermo a los bañados de la costa y hacia el norte y para 1808 se oficializó un partido con ese nombre, que en 1821 tuvo hasta un alcalde designado por el Cabildo de Buenos Aires.

Entre 1838 y 1848, el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Don Juan Manuel de Rosas compró, además del terreno que fuera de Domínguez Palermo, unas 35 fracciones de tierra para levantar allí su residencia, rodeado de un inmenso paisaje natural.

La casa de Juan Manuel de Rosas en Palermo de San Benito

Rosas compra todas las tierras que van de la actual avenida Santa Fe hasta el río, en una zona limitada al norte por el arroyo Maldonado (que pasaba por la actual Juan B. Justo y Bullrich) y al sur por el arroyo Ugarteche (actual calle Austria). Era una especie de isla, o de ribera bordeada por estos arroyos, donde Rosas construyó su casona”, explica Maqueda.

Palermo de San Benito

El caudillo del partido federal pasó unos dos años en la titánica tarea de rellenar los pantanos del bajo de Palermo. Para ello, sus hombres transportaron en carretas toneladas y toneladas de tierra negra procedentes de las zonas aledañas de Belgrano y Recoleta. A la vez que construía su impresionante mansión familiar, trazaba caminos, fertilizaba el suelo y plantaba los que serían sus famosos naranjos.

Palermo de San Benito, acuarela de Juan Camaña, de alrededor del año 1850

Fue el mismo Restaurador de las Leyes el que le puso por nombre Palermo de San Benito a las quinientas cuarenta hectáreas que conformaban sus dominios. Algunos historiadores sostienen que esta denominación se debe a la capilla mencionada anteriormente. Otros creen que, para 1838, Rosas mandó a construir una capilla para la Santísima Virgen. Y en el pequeño templo también había un lugar para San Benito de Palermo, un santo que, para entonces, tenía fama de obrar milagros entre los habitantes de la zona y, especialmente, entre la población negra.

Los registros demuestran la relevancia que le daba Rosas al nombre de su terruño. Es que el gobernador fechaba su correspondencia colocando, en lugar del nombre de la ciudad, la referencia “Palermo de San Benito”.

Sarmiento mandó a plantar palmeras en el recientemente creado Parque Tres de Febrero, donde estaba la residencia y la quinta de Juan Manuel de Rosas

Adiós a Palermo de San Benito, por ley

En 1852, tras la derrota en la batalla de Caseros, el restaurador debió exiliarse. Su extenso territorio fue confiscado por el Estado. Años más tarde, el 25 de junio de 1874, se sanciona la ley por la que se le da el nombre de Parque 3 de febrero a “la extensión de tierras que ocupara Palermo de San Benito”.

La norma que marca este cambio de denominación está firmada por Adolfo Alsina, presidente del Senado, y Luis Sáenz Peña, titular de la Cámara de Diputados. Se promulga en los meses finales de la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, enemigo acérrimo de Don Juan Manuel.

Vista aérea de Palermo en el año 1925 (se ve la antigua penitenciaría), donde se observa un barrio consolidado como tal

El nombre del nuevo parque no es casual: remite a la fecha en que se desarrolló la batalla de Caseros. Además, con el tiempo, la suntuosa residencia del exgobernador -fallecido en Southampton en 1877- fue demolida y en su lugar se levantó el monumento a Sarmiento que permanece hasta el día de hoy.

Luego de la disposición que cambió su nombre, Palermo de San Benito quedó prácticamente desaparecido de la toponimia porteña. Hoy, apenas lleva su nombre un pasaje de Palermo.

Pero no sucedió lo mismo con Palermo. El apellido de aquel chacarero que trabajó las tierras que le cedió Juan de Garay a su suegro, continuó existiendo. Hoy está más presente que nunca en los planos y en la vida de los porteños. Creció y hasta se multiplicó en distintos subdistritos: Palermo Hollywood, Palermo Soho, Palermo viejo, Palermo chico…

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