¿Tapia o Scaloni? Un dilema de fondo, más allá del fútbol - Argentina
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¿Tapia o Scaloni? Un dilema de fondo, más allá del fútbol

Publicado: noviembre 22, 2025, 9:13 pm

Claudio “Chiqui” Tapia es una guía; nos ofrece un rumbo.

Pocas veces alguien logra sintetizar con tanta nitidez todo aquello que la Argentina necesita superar y dejar atrás, no solo en el plano del fútbol, por supuesto, sino en la dimensión mucho más amplia de la institucionalidad y el sistema de convivencia.

Los hechos son conocidos y abrumadores: como presidente de la AFA, Tapia ha impuesto la regla del “vale todo”. No hay normas ni reglamentos; solo la voluntad y el capricho del “mandamás”. Reemplaza la figura del líder por la del “capanga”: “acá se hace lo que yo quiero, y el que intente contradecirme, que se atenga a las consecuencias”.

Tapia, como una especie de caudillejo caricaturesco, decreta, al estilo Maduro, cuándo empieza la Navidad. En su caso, es capaz de consagrar un campeón de una copa que no existía, abolir los descensos cuando se le ocurre, cambiar las reglas en medio del campeonato o manipular resultados con un régimen de obediencia que abarca hasta a los árbitros y el VAR. Desnaturaliza y degrada al deporte, pero va mucho más allá. Consagra un sistema de discrecionalidad e impunidad que es tributario de un modelo social y político, y que a la vez tiende a extenderlo y consolidarlo. Alguien podría decir “es el fútbol”, pero también es la Argentina, donde se termina naturalizando en los ámbitos institucionales un manejo chapucero, irregular e imprevisible. Todo ocurre, además, con un trasfondo turbio, en el que los manejos económicos están teñidos de opacidad, las decisiones se toman en la penumbra y los debates quedan sofocados en una atmósfera de temor.

La actual conducción de la AFA se ha convertido en un símbolo de la Argentina sin reglas. También en una ramificación de la cultura populista, donde la figura del caudillo está por encima de las normas. Que el estadio de Barracas Central se llame “Claudio ´Chiqui´ Tapia” es apenas un dato bizarro del personalismo de cabotaje que desnaturaliza la institucionalidad. En cualquier momento se levantará un monumento a sí mismo, y nadie se animará a plantear una objeción. Se estimula una cultura de la sumisión que quedó inmortalizada, de una manera grotesca, en aquella escena del “secanucas” personal que asistía al “patrón”.

Luciano Nakis le seca la transpiración a Claudio Tapia durante un partido

El silencio dirigencial frente a semejante despliegue de despropósitos y arbitrariedades es, también, un dato que excede al mundo del fútbol para convertirse en un síntoma que vale la pena examinar. ¿Hay una cultura de hacerse los distraídos por conveniencia o por simple comodidad? ¿Hay una tendencia a convalidar atropellos y desviaciones groseras a cambio de una tajada en el reparto de poder o de recursos? Son preguntas que van más allá del fútbol, aunque hoy podamos ver en ese universo un retrato muy preciso de cómo funcionan las complicidades y los silencios alrededor del poder. Tal vez debamos plantear el interrogante en términos más amplios y más incómodos: ¿Hay en la Argentina una dirigencia acomodaticia y oportunista que hace la vista gorda cuando le conviene o cuando no se siente directamente afectada? ¿Estaríamos asistiendo hoy al juicio de los Cuadernos si los lideres empresarios se hubieran animado a denunciar el festival de coimas durante el kirchnerismo?

En la medida en que se consolide, el modelo Tapia instalará la peligrosa idea de que resulta efectivo conducir a través de la prepotencia y el miedo. No es algo novedoso, por supuesto, pero hablaría de la dificultad para superar una especie de debilidad estructural que carcome la institucionalidad en la Argentina. Hablaría, también, de la vigencia del “seguidismo” y la obsecuencia como patologías que suelen corromper al poder. Y legitimaría, de alguna forma, los liderazgos abusivos y personalistas en distintos estamentos de la sociedad.

Tapia representa una secuela profunda del kirchnerismo en ámbitos que exceden al Estado, aunque tienen lazos intrincados y permanentes con la política y los gobiernos. En la AFA muchos manejos quedan expuestos por la enorme visibilidad que tiene el fútbol, pero esa misma cultura de la opacidad es la que emerge ahora, por ejemplo, cuando la Justicia investiga los negocios en el mundo de la salud a raíz de la causa Andis, la Agencia Nacional de Discapacidad que manejaba Diego Spagnuolo. ¿Cómo se explica un personaje como Miguel Angel Calvete sin un manto de complicidades y silencios que protege un sórdido entramado de negocios?

De hecho, hay hilos invisibles, o no tanto, que conectan a Tapia con esas zonas oscuras en las que se movía Calvete. El financista Ariel Vallejo, muy cercano al presidente de la AFA, está investigado por presuntas maniobras de lavado de dinero, según reveló Nicolás Pizzi en LA NACION. Su financiera fue allanada en la causa que investiga presuntas coimas en la Andis, bajo la sospecha de que podría ser un engranaje del circuito de sobornos del que habrían participado droguerías y farmacias.

Tapia no es un electrón suelto en la vida pública argentina. Al mismo tiempo que dirige la AFA, es presidente, puesto por el gobernador Axel Kicillof, del Ceamse, la empresa estatal que gestiona la disposición de los residuos en toda el área metropolitana. Allí maneja un presupuesto de unos 200.000 millones de pesos. Además, Kicillof le entregó las llaves del Estadio Único de La Plata.

El abrazo entre Axel Kiciloff y Claudio Tapia, durante la presentación del Masterplan del estadio Único de La Plata

No se puede hablar del “modelo Tapia” sin mencionar otro actor clave, Pablo Toviggino. Tesorero de la AFA, es en realidad el brazo ejecutor de una conducción del fútbol basada en la prepotencia y el apriete, que hace alarde de una actitud patoteril, propia de los matones y no de los dirigentes. Representa también una cultura que se ha enquistado en muchos estamentos políticos: a los críticos se los insulta y se los descalifica; a la oposición se la doblega y se la calla. Las normas de la convivencia y de la tolerancia son cosa de “tibios”, “ñoños” y “moderaditos”. Son los códigos de la barra brava llevados al ámbito institucional.

Toviggino es también un producto de la política. Su ascenso en la dirigencia deportiva no se explica sin su vínculo con el santiagueño Gerardo Zamora; una relación que también debería examinarse como parte de la trama de favores y negocios que se ha tejido alrededor de Tapia.

El fútbol ofrece una extraña paradoja: por un lado, resulta virtuosa e inspiradora la fórmula que representan Messi y Scaloni. Basada en el profesionalismo, la disciplina, el talento y el esfuerzo, ha alcanzado los máximos logros internacionales y ha dado un verdadero ejemplo. Por el otro, la cara oscura que simbolizan Tapia y Toviggino, que, escudados tras los méritos indiscutibles de la selección, imponen el método del “dedazo”, como si el éxito fuera una patente de corso y no un valor a preservar y honrar con responsabilidad.

¿Qué modelo inclinará la balanza de la Argentina? ¿Aquel en el que las cosas se ganan con tenacidad y mérito propio, o aquel en el que los títulos se regalan y los descensos se anulan? ¿El del manejo transparente y profesional de las instituciones, o el de la opacidad, el atajo y el antojo de los caudillejos? ¿El de las reglas claras y previsibles o el del toma y daca en los laberintos del poder? Para plantearlo con nombre y apellido: ¿Tapia o Scaloni? Es mucho más que un dilema del fútbol. Si se impone el “modelo capanga” tal vez la AFA deba leerse de otra forma: Anticipo del Fracaso Argentino.

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