Publicado: octubre 15, 2025, 6:00 am
Cuando se habla de los grandes amores de Diane Keaton, se señalan tres. Irresistibles, cada uno dominó una década diferente de su vida: Woody Allen, a los veintipico, tras audicionar para la obra de teatro Play it Again, Sam, en Broadway; Warren Beatty, a quien conoció a sus 32, tres años antes del estreno de la película Reds; y Al Pacino, su compañero en El Padrino, de Francis Ford Coppola, y quien “siempre estuvo en los bordes”, entre los 30 y los 40. Quizá debido a la inesperada noticia de su muerte, el 11 de octubre, a los 79 años, se haya pasado por alto el que sería su último y más sólido amor: su casa de Los Ángeles.
A esta propiedad, situada en Sullivan Canyon, al oeste de esa ciudad californiana, entre los barrios de Brentwood y Pacific Palisades, la actriz, directora y productora la compró por casi 5 millones de dólares, en 2011, cuando ya tenía 65 años, un Oscar a la Mejor Actriz (por Annie Hall), dos Golden Globes, un Bafta… en fin, era una leyenda del cine y un referente de estilo, humor y autenticidad.
UNA CASA DE CUENTO
Después de haber vivido en un piso en el edificio San Remo, en Nueva York; en la casa Samuel-Novarro –una residencia histórica de estilo art déco, diseñada por Frank Lloyd Wright en Los Feliz, en Los Ángeles–, y de las casas que tuvo en Bel-Air, en Laguna Beach, en Beverly Hills e, incluso, en Arizona, esta última vivienda fue la definitiva para Diane.
“Me dejé llevar por mis impulsos, igual que con la interpretación”, contó a la revista Architectural Design. “Siempre me interesaron las casas y el concepto de hogar; el problema con mis casas anteriores era que les encontraba miles de defectos. Esta vez todo es perfecto. Es la casa de mis sueños”, dijo en una nota que dio a Wine Spectator, en 2017, cuando se mudó tras casi ocho años de reformas.
Fascinada desde chica por la arquitectura, la decoración y el mundo inmobiliario –su papá, Jack Hall, fue un ingeniero civil que se dedicó a la construcción–, Keaton se encargó de cada detalle de esta propiedad, incluso de la selección de los 75 mil ladrillos que hizo traer de Chicago. “Sabía que viviría en una casa de ladrillos cuando fuera adulta”, escribió en The House that Pinterest built, su tercer libro, en el cual reveló no sólo cómo fue gestando la vivienda de estilo industrial a partir de las imágenes de Pinterest que guardaba con esmero, sino que su inspiración había nacido de “Los tres chanchitos”, el cuento infantil que le contaba su mamá: al igual que la casa del tercer chanchito, indestructible y de ladrillos, el de Brentwood fue el hogar definitivo para ella. Allí, acompañada por Reggie, su inseparable Golden Retriever, y recibiendo las visitas de sus amados Dexter y Duke –los dos hijos que adoptó en 1996 y 2001, respectivamente–, Diane vivió hasta su último día.