Publicado: octubre 16, 2025, 6:00 am
Todo comenzó con una publicación en redes sociales. La foto mostraba a un perro grande, con la mirada perdida y el cuerpo extremadamente delgado. Se escondía de las personas que solían golpearlo. Tenía parte de sus orejas mutiladas, evidentes signos de desnutrición y una historia triste que estaba a punto de cambiar.
Mientras muchos se limitaron a observar el posteo con curiosidad pero sin iniciativa por ayudar, un grupo pequeño de personas decidió actuar de inmediato. El rescate fue complejo, ya que el animal se encontraba en una zona riesgosa y de difícil acceso en Alto Moche, Perú.
Sin embargo, una vez que lo pudieron poner a salvo, no perdieron tiempo. “No nos conocíamos entre nosotros. Pero teníamos una causa en común: cambiar la vida de aquel animal que había sido ignorado y maltratado por mucho tiempo”, recuerda Lois Retamoso, quien se involucró en el rescate desde el primer momento.
Tras ser llevado al veterinario, Goliat —como bautizaron al perro por su imponente tamaño— comenzó un largo tratamiento. Además de los evidentes signos de la vida en la calle, le diagnosticaron una enfermedad transmitida por las garrapatas, la ehrlichia.
Pasó a un hogar de tránsito, donde por primera vez pudo descansar sin estar constantemente en alerta, comer tranquilo y saber que estaba en un lugar seguro, protegido de la maldad humana y las inclemencias del clima. La ayuda financiera para su tratamiento y estadía temporal fue sostenida por las personas que se unieron a la causa, a través de rifas y donaciones.
Pero el tiempo de estadía en ese lugar transitorio se agotaba y el perro, al que el veterinario le calculó unos seis años, necesitaba una familia para siempre. La adopción no sería fácil. Al frágil cuadro de salud de Goliat se sumaba un obstáculo extra: su gran porte hacía casi imposible encontrarle un hogar definitivo.
La oportunidad llegó de la manera más inesperada y de la mano de una noticia triste. En la casa familiar de Lois Retamoso, una perrita viejita y también adoptada, falleció durante esos meses. Su partida abrió el espacio necesario para acoger a Goliat, aunque con algunas dudas iniciales.
“Mi familia nunca habían convivido con un perro grande y, al final, se enamoraron de él”, cuenta. Hoy, Goliat vive con esa familia, es “amado, consentido y feliz”. Se acostumbró rápidamente a las rutinas, va al parque y tiene una vida plena, lejos de las calles.
“Goliat demuestra que los perros maltratados no necesitan lástima, sino oportunidades“, reflexiona la rescatista. “Yo lo visito cuando puedo, ya que me mudé. Verlo transformado me recuerda que valió la pena no mirar a otro lado“, concluye.
Compartí una historia
Si tenés una historia de adopción, rescate, rehabilitación o ayudaste a algún animal en situación de riesgo y querés contar su historia, escribinos a bestiariolanacion@gmail.com