Publicado: marzo 22, 2025, 9:00 pm
La selección se dio un baño de cariño en Parque Patricios con un fin benéfico. Lo hizo en el estadio Tomás Adolfo Ducó, de Huracán, donde el fútbol fue una excusa para ayudar a Bahía Blanca. Cerca de 30 mil personas aplaudieron, ovacionaron y cantaron al ritmo de un partido-entrenamiento que el equipo mayor le ganó 2-0 a la Sub 20 con goles de Ángel Correa y Nicolás Paz. La noticia de esta práctica abierta fue la presencia de Rodrigo De Paul, preservado el viernes ante Uruguay, pero que seguramente estará el martes ante Brasil en el Monumental.
El clima festivo comenzó cuando el micro llegó al palacio de Parque Patricios. Elogios para el entrenador, Lionel Scaloni, y para cada uno de los jugadores que se metía en la zona de vestuarios. Para muchos de los hinchas que hubo en las tribunas se trató de su primera vez con el equipo campeón del mundo, en una jornada en la que hubo emoción con el himno cantado por Fabio Santana, un excombatiente de Malvinas. Y hubo también regalos, además de los goles: al final del encuentro, dirigido por Hernán Mastrángelo, los futbolistas regalaron pelotas a los hinchas. Y firmaron autógrafos. Y se sacaron fotos con todos y cada uno de los fanáticos que las pidieron. Fue el corolario de un sábado solidario que comenzó apenas iniciada la tarde.
La camiseta albiceleste le gana por goleada a cualquier atuendo. La portan chicos, felices por ver a los ídolos. Sus padres, algunos de los cuales ni siquiera habían visto a la Argentina campeona. Y los abuelos, porque se sienten identificados con el equipo. A Franco Mastantuono, el futuro del equipo, le brillan los ojos: “La selección es un sueño”, dice el mejor de River, el de la cláusula de los 41 millones de euros, el de apenas 17 años. El que tiene la ropa de entrenamiento con los colores argentinos y también se va a poner los pantalones cortos para ayudar. “Hoy es mi cumple y vine a verlos”, reza una bandera. “Gracias campeones”, otra. En los cuatro puntos cardinales, celeste y blanco.
También infla el pecho Claudio “Chiqui” Tapia, el presidente de la AFA, el que se congratula de ser el hincha número uno de la selección. “Esto es pura responsabilidad del cuerpo técnico y de los jugadores. Lo que han logrado con la gente. La gente se ve identificada con toda la selección”, resume en uno de los pasillos del estadio en un breve contacto con la prensa. Lionel Scaloni, el entrenador, es más directo. Sabe que el fútbol, al menos por hoy, no importa. No tanto. “Voy a hablar con los jugadores y les voy a decir que la gente los viene a ver a ellos. No tanto a jugar a la pelota, pero los quiere ver cerca. Los que han jugado con Uruguay descansarán, pero saldrán y estarán con su gente. Está bueno. Cuando era chico me hubiera gustado poder venir a ver un partido de la selección y estar cerca”, confiesa.
Las tribunas rebosan de gente de todas lasa edades, todos con una sonrisa y un distintivo celeste y blanco. Alguno estrena tatuaje alusivo al Mundial. Otros muestran carteles con pedidos o mensajes cariñosos. A Dibu Martínez, por ejemplo. En el vestuario está Rodrigo De Paul, preservado contra Uruguay, pero casi confirmado para el clásico con Brasil. Ese gran partido de las Américas en el que Tapia & Scaloni y 46 millones de hinchas esperan certificar la clasificación al Mundial 2026. Alcanza con un empate. El presidente de la AFA quiere goles. Porque cada grito equivale a una casa en Bahía Blanca. Ya hay una, gracias al tanto de Thiago Almada en Montevideo. “Ojalá tengamos dos o tres con el clásico de las Américas”, se ilusiona el presidente de la AFA. Y asegura: “Cuando la ONG lo imponga las empezaremos a hacer. El contrato es hasta fin de año en cada fecha FIFA”. En Bahía Blanca, a la distancia, sonríen (y agradecen) por anticipado. Nadie se olvida de ellos.
"ESTO ES PURA RESPONSABILIDAD DEL CUERPO TÉCNICO Y DE LOS JUGADORES." El Chiqui Tapia habló de la unión entre la Selección y los hinchas.
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Cerca de las 17, los “titulares” de la selección mayor salen a calentar. Hacen dos pasadas de calentamiento, a un ritmo lento. Parecen vueltas olímpicos, porque todos saludan, todos devuelven el cariño de la gente en Parque Patricios. En la primera línea del grupo, los generales de la victoria qatarí: esta el Dibu, claro, con sus guantes rojos. Está De Paul, y es un indicio de que no tiene problemas físicos. Está Nicolás Otamendi, el emblema de la defensa. Está Cristian “Cuti” Romero, el mariscal. También, Germán Pezzella (bahiense, claro) y Nahuel Molina. Falta el comandante en jefe, ausente con aviso. Falta Lionel Andrés Messi, pero es como si estuviera presente.
La gente ovaciona al Dibu y el arquero responde con uno de sus tradicionales bailecitos. A pura risa, todo es alegría. “Dale campeón, dale campeón”, grita un hincha de años, que se identifica como nunca con estos futbolistas. Un niño le pide un regalo al Dibu en un cartel: “Soy arquero, ¿me das tu camiseta?”. Hay una foto de Qatar 2022 que se repite en el Ducó. Lionel Scaloni, Pablo Aimar, Walter Samuel y Roberto Ayala, el cuerpo técnico del equipo, observa todo con una evidente muestra de satisfacción. Nunca protagonistas, siempre espectadoes, sienten que este baño de multitudes -y de cariño- es mérito de los jugadores. Suena “Muchachos”, el hit del torneo qatarí; el himno de la consagración. Y se acerca el comienzo de un partido de fútbol en el que el fútbol será lo de menos.
EL BAILE DEL DIBU NO PODÍA FALTAR 😅#JuntosPorBahíaBlanca pic.twitter.com/KUbDN2XLKq
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Los jugadores se forman alrededor de Hernán Mastrángelo, el árbitro principal. Los arqueros dejan sus trabajos específicos y se suman a la fila india. La Sub20 tiene a Gerónimo Rulli a préstamo, mientras que la titular cuenta con Walter Benítez. Dibu, por ahora, descansa. De Paul colabora con el carrito, es utilero por unos segundos. Canta el Himno Fabio Santana, excombatiente de Malvinas, que lleva una remera blanca y las islas en celeste. Los jugadores se abrazan, como manda la liturgia. Los hinchas entonan las estrofas de la canción. “¡Viva la Patria!”, remata Santana. El estadio se cierra en un aplauso, que sirve de introducción para otro clásico: “Y ya lo ve, y ya lo ve… el que no salta… es un inglés”.
El equipo principal no tiene a ningún titular de los que iniciaron el encuentro ante Uruguay en el Centenario, hace unas horas. Sí, un diseño táctico inusitado: 3-5-2, con dos que se conocen de memoria en la mitad de la cancha: Nicolás Paz y Maximo Perrone, compañeros en el Como de Italia. De Paul tiene el brazalete que tuvo Otamendi en la capital uruguayo; la insignia de Messi. La del Sub 20 es de Tobías Ramírez, que antes era Tobías Palacio, y que se cambió el apellido en honor a su padre del corazón; el hombre que lo crió.
La selección de los grandes no la pasa bien. El fútbol lo ponen los pibes. Facundo Medina y De Paul tienen que esforzarse al máximo para evitar el gol de los jóvenes. Benítez tiene algún sofocón en el área. Los dirigidos por Diego Placente son más intensos, sobre todo en la mitad de la cancha, donde crece Milton Delgado, el chico que se ganó la titularidad en Boca. Algunos hinchas protestan por una falta sobre Nicolás González, expulsado en Montevideo, que juega de lateral izquierdo, allí donde comenzó su carrera en la selección. De Paul se equivoca en la entrega y casi nace un contragolpe para la Sub 20.
Al cuarto de hora, la historia cambia. Ángel Correa -tal vez el el suplente más decisivo de Europa- remata cruzado y deja sin acción a Rulli para marcar el 1-0. Es un gol con ADN de la Argentina. De Paul encuentra la pelota con la cancha a su favor y lanza el pase en carrera para Correa, como si fuera un partido en Madrid. Es en Buenos Aires, y con un fin benéfico. Scaloni no festeja, sino que le da una indicación a Benjamín Domínguez, el chico criado en Gimnasia (La Plata) y ahora juega en Bologna con Santiago Castro, también titular para la mayor.
LA SCALONETA SE PUSO EN VENTAJA ⚽
Rodrigo De Paul recuperó y asistió a Ángel Correa para el 1-0 ante la Sub-20#JuntosPorBahíaBlanca pic.twitter.com/4EKmQwayZn
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A los 20, la Argentina mayor encuentra el segundo gol. Lo hace con un jugador (casi) con edad de menor. Es Nicolás Paz, el niño maravilla de Como, que se formó en Real Madrid -nada menos- y es hijo de Pablo Paz, ex zaguero de Newell’s y Tenerife de España. Su zurdazo vulnera la resistencia de Rulli y anota el 2-0. La mejor noticia de la primera parte de 20 minutos es la presencia de De Paul. Protagonista, activo, pide siempre la pelota y no muestra ningún signo de un problema físico.
En la segunda parte hay cambio de nombres, minutos para otros chicos en la Sub 20. Santiago Hidalgo, de Independiente, baja a De Paul (formado en Racing) y el motor de la mitad de la cancha lo mira fijo mientras se levanta. No le dice nada. No hace falta. El juvenil le da una palmada en la espalda a modo de disculpa. Más tarde, Paz queda solo ante Rulli después de una gran asistencia de Benjamín Domínguez. Tapa Benítez, que se cambió de equipo y ataja para los juveniles. Rulli pasó al conjunto de los grandes. Dylan Aquino tiene el descuento en un unipersonal. De Paul no llega a cubrirlo, y el chico de Lanús amaga para un lado y va hacia el otro. Remata de zurda y la pelota se va besando el palo.
Hidalgo lo bajó a De Paul y al Motorcito no le gustó nada#JuntosPorBahíaBlanca pic.twitter.com/BpmxwxNhtv
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De Paul juega en serio y de sus pies llega una habilitación -otra- para Correa. El ex San Lorenzo define de primera, de cachetada. La pelota se va por encima del travesaño. Era un golazo. No hay tiempo para mucho más, porque Mastrángelo, el árbitro, pita a los 22 minutos de la segunda parte. La Mayor vence a la Sub 20 por 2-0 con goles de Correa y Paz. El Ducó queda envuelto en un juego de luces. Es tiempo de fiesta y de que los jugadores retribuyan parte del cariño que recibieron de la gente, que se hizo presente en gran número para ver a sus ídolos y, de yapa, ver a sus ídolos. Los futbolistas reparten pelotas, a pura risa. Las patean a la tribuna, pero esta vez nadie se queja ni protesta. Unas 30 mil almas reciben un presente de los futbolistas que, para los afortunados que la consigan, quedará como un trofeo de cuando el fútbol se unió a una buena causa. Algunos se pelean para obtener la recompensa. Un niño con la 10 ingresa a la cancha sin permiso. Cae al piso. Tiene un objetivo: llegar hasta el Dibu Martínez y mostrarle un cartel que lleva en la mano. Lo busca Martín Tocalli, el entrenador de arqueros. Y hace de intermediario. Lo llama al campeón del mundo y le cumple el sueño al mini hincha, que logra su cometido.