Raquel López Pavón, psicóloga: "Mi padre me usaba para dar celos a mi madre, y me pasaba las noches en vela para que no se suicidara" - Argentina
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Raquel López Pavón, psicóloga: «Mi padre me usaba para dar celos a mi madre, y me pasaba las noches en vela para que no se suicidara»

Publicado: octubre 26, 2025, 4:00 pm

¿Y si lo que creemos un monstruo interior no fuera más que una herida que pide ser mirada con compasión? Esa es la premisa de No es un monstruo, es una herida, el nuevo libro de la psicóloga Raquel López Pavón, que combina la fuerza del relato autobiográfico con la claridad divulgativa para hablar del trauma complejo. El impacto de las heridas de la infancia y la violencia emocional, con un padre con graves problemas psicológicos que la maltrataba y una madre ‘ausente’ han llevado a Pavón a contar su propia historia.

«Desde muy pequeña, mi padre me tuvo como su elegida, me usaba para dar celos a mi madre, me decía que éramos especiales, pero también era yo el objeto de sus palizas, la que le cuidaba, le alimentaba y la que me quedaba hablando con él hasta las cuatro de la madrugada, convenciéndole para que, por favor, no se suicidara. Yo tenía unos siete u ocho años». Hablamos con la psicóloga para profundizar en su dolor, y en la manera en la que ha conseguido sanar.

El monstruo interior de Raquel, y un testimonio que puede ayudar a otros

De las tremendas vivencias de Raquel derivaron secuelas de ansiedad, miedo constante y desregulación emocional, que durante años sintió como un ‘monstruo interior’. Fue a través de la terapia como descubrió que no se trataba de un monstruo, sino de una herida profunda que podía sanar con compasión y acompañamiento especializado.

Ese proceso de reparación personal dio origen a su vocación: convertirse en psicóloga especializada en trauma complejo, para ayudar a derribar mitos sobre el trauma, abriendo una puerta a la esperanza. La psicóloga nos comparte claves prácticas para reconocer los síntomas, entender los mecanismos de disociación y regulación, y acompañar a quienes transitan un proceso de reparación. «Donde yo veía un monstruo, la terapia me mostró que solo era una herida. Y una herida puede sanar».

En el libro «he querido ser muy abierta sobre mi propia historia de maltrato precisamente para quitar ese tabú. Por desgracia la sensación de culpa y vergüenza acompaña a los supervivientes, cuando a quien debería darles vergüenza es a los perpetradores. Cuando tenía unos 24 años, yo sentía ese vergüenza, esa sensación de que si me ha pasado todo lo que me ha pasado (maltrato severo físico y emocional, bulling, negligencia de todo tipo, haber crecido en una secta, el suicidio de mi padre…) la que estaba mal era yo».

«Tras cada insulto o paliza, me culpaba a mí misma, creía que lo merecía»

La psicóloga confiesa que llegó a pensar que era «imposible que la vida me fuera bien, porque nunca había tenido esa experiencia y porque en mi vida tras cada insulto o paliza venía algún tipo de justificación que me culpaba a mis de lo sucedido, que se aseguraba de que yo creyera que merecía eso».

«Las personas a las que nos suceden estas cosas, sentimos cómo si tuviéramos un monstruo dentro que nos daña y que también puede dañar a los demás, y ahí es dónde es esencial entender que incluso esas partes que sienten vergüenza, o que se sienten culpables por defecto sin saber ni porqué, no son monstruos, sino consecuencias normales de lo que hemos vivido, partes heridas que intentan defenderse y sobrevivir cómo pueden«.

Y añade: «Cuando interiorizamos esto y dejamos de juzgar a esas partes y las vemos con curiosidad, podemos entender que en su momento cumplieron una función y que aunque ya no sean necesarias, ellas están ahí porque siguen creyendo que sí, siguen ligadas a ese trauma, y desde ahí es mucho más fácil trabajarlas».

¿Cuánto daño pueden hacernos las heridas de la infancia?

En opinión de López Pavón, en su vertiente de afectada, y también de psicóloga, «el trauma no es un recuerdo, es como si esa situación continuara ocurriendo hoy en día. El trauma sigue en el presente, sigue hablando, sigue asustando, sigue aislando, y por lo menos una parte de la persona (aquella que revive el trauma), sigue en bucle atravesándolo«.

En su caso, explica que «cuando pienso en mis experiencias vividas, pienso que fueron un asco, que ojalá no las hubiera vivido porque ningún niño debería vivir eso, y me da mucha compasión por mi yo de niña. Pero ya no toma el control, ya no siento que lo merezca, ni que mi vida esté irremediablemente marcada por ello. No llega hasta el presente, pasó lo que pasó, fue injusto, pero quien soy yo y mi identidad va mucho más allá que haber sobrevivido a eso».

Insultos, humillaciones, manipulación, luz de gas, aislar a la persona de su entorno, descalificarla, ignorarla (muy importante porque no se habla del dolor y confusión de que una persona te ignore o aplique la ley de hielo) burlarse de ella, subordinarla o someterla para conseguir un beneficio…todo eso es violencia emocional. También entrarían aquí el acoso laboral, el exponer a un menor a que vea violencia doméstica y, muy importante, la negligencia. No debemos olvidar que negarle a un niño sus necesidades básicas de cariño y seguridad, entra en esta categoría de maltrato.

Claves para ‘sanar’ las heridas emocionales profundas

La clave es acudir a terapia especializada, el trauma es algo complejo, asentado sobre diversas capas que pueden y suelen incluir algún grado de disociación, y que requiere mucho cuidado. La psicóloga habla de la necesidad de conectar con el cuerpo y las emociones. «Todo lo que sea aprender a sentir, dentro de lo posible y del margen de tolerancia, será positivo. Desde grounding, mindfullness, aprender a sentir las emociones en el cuerpo, a validarlas, a experimentarlas sin desbordarnos, a no vivir en automático y desconectados».

Lecturas especializadas y científicas «pueden ayudar a la parte de la compasión, a comprenderse y también si se leen junto con la familia, pareja o amigos, a saber cómo apoyar a una persona que ha vivido esto, a que los vínculos sean más seguros. En mi libro pongo varios ejercicios prácticos para que la persona pueda (de forma segura y a su ritmo) ir conociendo y dando sentido a su historia».

Por otra parte, intentar comer bien, dormir bien, hacer deporte…»son medidas básicas que repercuten directamente en la regulación del sistema nervioso. También generar vínculos seguros. Esto es complicado porque hay personas que por su propia herida no pueden reconocer el vínculo como seguro aunque lo sea, pero hay que hacer esfuerzos por socializar con aquellas personas con las que nos sintamos razonablemente bien, con las que tengamos ratitos de ocio y disfrute. ¡Y no olvidar el autocuidado!»

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